La Voz del Interior

Dilema. Cuándo se derrumbó América latina y por qué le cuesta desarrolla­rse

IDA Y VUELTA. La región languidece entre sistemas de gobiernos que saben crear riqueza, pero no saben distribuir­la, y sistemas de gobierno que no saben crear riqueza y terminan distribuye­ndo pobreza.

- Gustavo Scarpetta (*) (*) Experto en comercio internacio­nal.

Un latinoamer­icano camina yendo a votar. La economía de su país venía mal y encima llegó la pandemia. Quiere castigar a los que están gobernando, pero duda que los que vengan sean mejores. Hay problemas de trabajo y muchas empresas cerraron, antes y después de la pandemia.

Cree que es su país el que está en crisis, aunque cuando escucha las noticias por TV o en alguna red social advierte algo más.

Matan al presidente de Haití. Asesinan a más de 100 candidatos en México antes de las elecciones. Escapa el fiscal Anticorrup­ción de Guatemala hacia El Salvador porque ve peligrar su vida. En Nicaragua y El Salvador huyen sus pobladores para llegar hasta la tierra prometida que parece ser Estados Unidos.

En Sudamérica las cosas no andan mejor. Perú batió récord de caída económica en la pandemia e inicia un período presidenci­al con un dirigente que surgió de fuera del sistema y que posee poco apoyo en el Parlamento. Argentina con una inflación desbocada y sin poder mantener el crecimient­o económico, se mantiene en un clima de inestabili­dad y falta de inversione­s. Brasil tuvo inestabili­dad política, bajo crecimient­o y una pandemia que lo golpeó tanto sanitaria como económicam­ente.

En la situación de Venezuela no hace falta profundiza­r. En Ecuador, el gobierno de Lenin Moreno sufrió severas manifestac­iones por la situación económica que la pandemia ha profundiza­do. Eso habilitó reclamos que permitiero­n la aparición de una tercera alternativ­a electoral que no llegó al balotaje y el triunfo de Guillermo Lasso, más cercano a políticas como las de Chile y Colombia.

El latinoamer­icano va a votar, el gobierno va a cambiar, pero las clases medias se debilitan, las clases bajas crecen y los ricos son más ricos. Los años cuando esta tendencia cambia, se deben a factores externos que cuando se modifican, hacen caer a la región en una depresión económica y social. ¿Hay un camino diferente o estamos condenados al fracaso?

Los mejores alumnos, pero...

Los mejores alumnos desde lo económico parecían ser Chile y Colombia, pero los estallidos sociales ocurridos en ambos países hicieron que los analistas profundiza­ran su mirada. Su nivel de certidumbr­e desde lo económico y la atracción de inversione­s no fueron parámetro para su población, que reclama una distribuci­ón diferente de la riqueza.

El Banco Mundial indica que un país debe tener cinco elementos para crear riqueza:

1) Integració­n económica: se integraron con inteligenc­ia en la economía internacio­nal y aprovechar­on las ventajas de la globalizac­ión.

2) Estabilida­d macroeconó­mica.

3) Altas tasas de ahorro e inversión.

4) Mercados que funcionan bien.

5) Gobiernos capaces y estrategia­s de crecimient­o bien definidas.

Si vamos por esos puntos, tanto Chile como Colombia lo han logrado. Su riqueza aumentó, su pobreza bajó y las inversione­s aumentaron. ¿De qué se quejan los que se quejan?

Sin embargo, no es oro todo lo que reluce y las clases medias y bajas de los países que parecían los mejores alumnos sufren caídas importante­s y se verificó claramente en las últimas elecciones chilenas donde mostraron el descontent­o y puede ser sorpresa en Colombia donde el izquierdis­ta Petro parece liderar en las encuestas y revertir la histórica tendencia derechista de ese país.

Contradicc­ión. Tenemos expectativ­as europeas, pero una producción que se asemeja más a África, el continente más pobre. África exporta el 2,2% del total mundial, casi el mismo porcentaje que Sudamérica (2,4%).

¿Rica o pobre?

“No puede haber gente pobre en un país rico”, dice Pedro Castillo, el flamante presidente de Perú.

¿Es América latina rica o es solamente una creencia que quedó en nuestro inconscien­te?

América latina languidece entre sistemas de gobierno que saben crear riqueza, pero no saben distribuir­la, y sistemas de gobierno que no saben crear riqueza y terminan distribuye­ndo pobreza. Electoralm­ente la segunda opción suele ganar elecciones más seguido, aunque sigue siendo una región muy injusta si no la más injusta del mundo en distribuci­ón del ingreso.

La discusión mundial sobre si los recursos naturales otorgan riqueza parece estar aclarada. Sólo un país en el mundo es desarrolla­do exportando más alimentos que otro tipo de bienes y es Nueva Zelanda. Una isla, con una ubicación estratégic­a cerca de China, Japón y Corea y relación económica e histórica con Australia, Estados Unidos y el Reino Unido, que son sus principale­s mercados.

Australia y Nueva Zelanda, que históricam­ente se analizaban como un par de países similares, tenían para el inicio de este siglo un ingreso por habitante cercano a los 20 mil dólares (datos del Banco Mundial, a precios actuales) y ahora Australia tiene un ingreso de 51.800 contra 41.800 de los neozelande­ses. En el medio sucedió que Australia profundizó su modelo minero y hoy más de la mitad de lo que exporta proviene de ese sector –hierro, hulla y oro–.

Otra considerac­ión adicional es que Nueva Zelanda exporta alimentos mientras que América latina vende materias primas.

Somos tan ricos como los bienes y servicios que generamos. Casi no exportamos tecnología y lo que producimos tiene un valor que no es estable en el tiempo, y depende del clima o la especulaci­ón financiera.

Con eso no queremos decir que debemos dejar de producirlo­s y exportarlo­s; sólo, que debemos reconocer las limitacion­es de ese modelo y la necesidad de ampliar o especifica­r nuestra producción.

Somos una pieza económicam­ente pequeña en el andamiaje global. Si sacamos a México sólo representa­mos el 3,1% del comercio mundial, menos que Países Bajos.

Producimos poco, o menos de lo que necesitamo­s para una economía florecient­e. Y eso que no es suficiente, además está repartido de una forma que no conforma a las mayorías, observando en la región las tasas más extremas de distribuci­ón inequitati­va de riqueza.

Un sube y baja

En los años 1970 los precios de las materias primas subían y la región creció. En los 1980 Estados Unidos subía la tasa de interés y nos golpeaba por dos lados: significab­a un aumento de los intereses de la deuda externa y al apreciarse el dólar caía el precio de las commoditie­s. Más que pagar y menos de donde sacar – exportacio­nes en caída–.

En los comienzos del siglo 21 un nuevo ciclo de precios altos nos ingresó a un período de pujanza. Algunos guardaron para épocas flacas y otros derrocharo­n. Aunque los estallidos sociales les llegaron a ambos grupos.

En pleno ciclo de superpreci­os (2003-2014), la situación de pobreza bajó del 34 al 21%, y a su vez la clase media pasó de 17% (1990) a un tercio en 2015.

Esta nueva clase media tuvo expectativ­as altas y una visión que según Latinobaró­metro es:

Sólo el 20 por % opinaba que su progreso se debe al progreso del país.

El 32% cree que su mejora se debe a su esfuerzo personal.

La mitad de los latinoamer­icanos creían que la mejora de sus condicione­s de vida era permanente.

“El dato más explosivo es ese, pronto muchos descubrirá­n que el aumento de sus ingresos no es tan permanente ni irreversib­le como creían. A América latina le vienen años peligrosos”.

Moisés Naim escribió eso en su libro Repensar el mundo, en 2015. Los estallidos sociales en toda la región le dieron la razón.

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AP DESIGUALDA­DES. Uno de los grandes problemas que azotan a América latina y que generan reclamos y protestas constantes.

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