Dilema. Cuándo se derrumbó América latina y por qué le cuesta desarrollarse
IDA Y VUELTA. La región languidece entre sistemas de gobiernos que saben crear riqueza, pero no saben distribuirla, y sistemas de gobierno que no saben crear riqueza y terminan distribuyendo pobreza.
Un latinoamericano camina yendo a votar. La economía de su país venía mal y encima llegó la pandemia. Quiere castigar a los que están gobernando, pero duda que los que vengan sean mejores. Hay problemas de trabajo y muchas empresas cerraron, antes y después de la pandemia.
Cree que es su país el que está en crisis, aunque cuando escucha las noticias por TV o en alguna red social advierte algo más.
Matan al presidente de Haití. Asesinan a más de 100 candidatos en México antes de las elecciones. Escapa el fiscal Anticorrupción de Guatemala hacia El Salvador porque ve peligrar su vida. En Nicaragua y El Salvador huyen sus pobladores para llegar hasta la tierra prometida que parece ser Estados Unidos.
En Sudamérica las cosas no andan mejor. Perú batió récord de caída económica en la pandemia e inicia un período presidencial con un dirigente que surgió de fuera del sistema y que posee poco apoyo en el Parlamento. Argentina con una inflación desbocada y sin poder mantener el crecimiento económico, se mantiene en un clima de inestabilidad y falta de inversiones. Brasil tuvo inestabilidad política, bajo crecimiento y una pandemia que lo golpeó tanto sanitaria como económicamente.
En la situación de Venezuela no hace falta profundizar. En Ecuador, el gobierno de Lenin Moreno sufrió severas manifestaciones por la situación económica que la pandemia ha profundizado. Eso habilitó reclamos que permitieron la aparición de una tercera alternativa electoral que no llegó al balotaje y el triunfo de Guillermo Lasso, más cercano a políticas como las de Chile y Colombia.
El latinoamericano va a votar, el gobierno va a cambiar, pero las clases medias se debilitan, las clases bajas crecen y los ricos son más ricos. Los años cuando esta tendencia cambia, se deben a factores externos que cuando se modifican, hacen caer a la región en una depresión económica y social. ¿Hay un camino diferente o estamos condenados al fracaso?
Los mejores alumnos, pero...
Los mejores alumnos desde lo económico parecían ser Chile y Colombia, pero los estallidos sociales ocurridos en ambos países hicieron que los analistas profundizaran su mirada. Su nivel de certidumbre desde lo económico y la atracción de inversiones no fueron parámetro para su población, que reclama una distribución diferente de la riqueza.
El Banco Mundial indica que un país debe tener cinco elementos para crear riqueza:
1) Integración económica: se integraron con inteligencia en la economía internacional y aprovecharon las ventajas de la globalización.
2) Estabilidad macroeconómica.
3) Altas tasas de ahorro e inversión.
4) Mercados que funcionan bien.
5) Gobiernos capaces y estrategias de crecimiento bien definidas.
Si vamos por esos puntos, tanto Chile como Colombia lo han logrado. Su riqueza aumentó, su pobreza bajó y las inversiones aumentaron. ¿De qué se quejan los que se quejan?
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce y las clases medias y bajas de los países que parecían los mejores alumnos sufren caídas importantes y se verificó claramente en las últimas elecciones chilenas donde mostraron el descontento y puede ser sorpresa en Colombia donde el izquierdista Petro parece liderar en las encuestas y revertir la histórica tendencia derechista de ese país.
Contradicción. Tenemos expectativas europeas, pero una producción que se asemeja más a África, el continente más pobre. África exporta el 2,2% del total mundial, casi el mismo porcentaje que Sudamérica (2,4%).
¿Rica o pobre?
“No puede haber gente pobre en un país rico”, dice Pedro Castillo, el flamante presidente de Perú.
¿Es América latina rica o es solamente una creencia que quedó en nuestro inconsciente?
América latina languidece entre sistemas de gobierno que saben crear riqueza, pero no saben distribuirla, y sistemas de gobierno que no saben crear riqueza y terminan distribuyendo pobreza. Electoralmente la segunda opción suele ganar elecciones más seguido, aunque sigue siendo una región muy injusta si no la más injusta del mundo en distribución del ingreso.
La discusión mundial sobre si los recursos naturales otorgan riqueza parece estar aclarada. Sólo un país en el mundo es desarrollado exportando más alimentos que otro tipo de bienes y es Nueva Zelanda. Una isla, con una ubicación estratégica cerca de China, Japón y Corea y relación económica e histórica con Australia, Estados Unidos y el Reino Unido, que son sus principales mercados.
Australia y Nueva Zelanda, que históricamente se analizaban como un par de países similares, tenían para el inicio de este siglo un ingreso por habitante cercano a los 20 mil dólares (datos del Banco Mundial, a precios actuales) y ahora Australia tiene un ingreso de 51.800 contra 41.800 de los neozelandeses. En el medio sucedió que Australia profundizó su modelo minero y hoy más de la mitad de lo que exporta proviene de ese sector –hierro, hulla y oro–.
Otra consideración adicional es que Nueva Zelanda exporta alimentos mientras que América latina vende materias primas.
Somos tan ricos como los bienes y servicios que generamos. Casi no exportamos tecnología y lo que producimos tiene un valor que no es estable en el tiempo, y depende del clima o la especulación financiera.
Con eso no queremos decir que debemos dejar de producirlos y exportarlos; sólo, que debemos reconocer las limitaciones de ese modelo y la necesidad de ampliar o especificar nuestra producción.
Somos una pieza económicamente pequeña en el andamiaje global. Si sacamos a México sólo representamos el 3,1% del comercio mundial, menos que Países Bajos.
Producimos poco, o menos de lo que necesitamos para una economía floreciente. Y eso que no es suficiente, además está repartido de una forma que no conforma a las mayorías, observando en la región las tasas más extremas de distribución inequitativa de riqueza.
Un sube y baja
En los años 1970 los precios de las materias primas subían y la región creció. En los 1980 Estados Unidos subía la tasa de interés y nos golpeaba por dos lados: significaba un aumento de los intereses de la deuda externa y al apreciarse el dólar caía el precio de las commodities. Más que pagar y menos de donde sacar – exportaciones en caída–.
En los comienzos del siglo 21 un nuevo ciclo de precios altos nos ingresó a un período de pujanza. Algunos guardaron para épocas flacas y otros derrocharon. Aunque los estallidos sociales les llegaron a ambos grupos.
En pleno ciclo de superprecios (2003-2014), la situación de pobreza bajó del 34 al 21%, y a su vez la clase media pasó de 17% (1990) a un tercio en 2015.
Esta nueva clase media tuvo expectativas altas y una visión que según Latinobarómetro es:
Sólo el 20 por % opinaba que su progreso se debe al progreso del país.
El 32% cree que su mejora se debe a su esfuerzo personal.
La mitad de los latinoamericanos creían que la mejora de sus condiciones de vida era permanente.
“El dato más explosivo es ese, pronto muchos descubrirán que el aumento de sus ingresos no es tan permanente ni irreversible como creían. A América latina le vienen años peligrosos”.
Moisés Naim escribió eso en su libro Repensar el mundo, en 2015. Los estallidos sociales en toda la región le dieron la razón.