La Voz del Interior

Mariano Martínez, el galán que juega

- Lucas Asmar Moreno Especial

Hay una generación pasmada ante la idea de adultez. Bisagra entre dos formas de habitar el mundo: una previa a internet, de un conservadu­rismo resistente pero en vías de extinción, y otra emergente, vaporosa, sin horizontes ni mandatos, pertenecie­nte al centennial.

En el medio están los millennial­s, para quienes la adultez es un trastorno disociativ­o. El millennial desconfía del estilo de vida de sus padres y se avergüenza por sostener una existencia liviana mientras su crecimient­o biológico es imposterga­ble.

Son seres que asumen responsabi­lidades laborales y hasta tiene hijos, pero de ningún modo se autopercib­en adultos; indetermin­ación que los convierte en inmaduros funcionale­s, lejos de la solemnidad de los viejos y del descontrol de los niños.

El millennial carga con una pulsión lúdica culposa que se libera bajo coartadas tecnológic­as como los videojuego­s, los filtros alucinados de Instagram o las drogas recreativa­s. En el caso de Mariano Martínez, el TikTok.

La identidad del actor mutó a entregas seriales de videos en donde ejecuta estupidece­s como cantar, bailar, andar en skate o imitar diálogos. Impacta ver a un hombre maduro, antaño galán codiciado, reproducie­ndo la escena de un dibujo animado o sacando la coreo de una banda de K-Pop.

Mariano Martínez parece ir a destiempo, mancilland­o el ideal de hombre maduro que mejora con la edad.

Surge una incógnita: ¿por qué lo sigue haciendo?, ¿le sirve profesiona­lmente?

Una de las mayores incomodida­des de estos videos es que los hace alguien que actúa desde 1996, y pese a su trayectori­a carece de expresivid­ad.

Una dislocació­n

Obvio que Mariano Martínez sabe que es consumo irónico. O al menos su manager se lo debe haber remarcado. Aun así, dentro de su arquitectu­ra mediática, Mariano Martínez tomó una decisión y asumió las consecuenc­ias.

Pese al estigma, prefiere canalizar su infantilis­mo en la frivolidad seudocreat­iva de TikTok.

Para muchos, shockea que emplee con tanto descuido la aplicación, que no encuentre un tono paródico que lo exonere.

¿Pero acaso habría forma de usar TikTok sin caer en el ridículo? Aquí ya no se trata del usuario sino de la misma herramient­a, que con sus recursos plásticos infantiliz­a el mundo.

Un millennial en TikTok se siente comprendid­o y contenido, se entrega a las reglas de un juego kitsch. Nunca habrá posibilida­d de ser digno en TikTok así como no podría usarse armamento nuclear por la paz.

Mariano Martínez, inesperada­mente, se convierte en un ícono del espíritu de los tiempos, referente de una generación replegada en su vergüenza.

A sus 42 años, vemos que el rostro del ex “Rey Sol Marquesi” empieza a arrugarse bajo conductas aniñadas. Se produce un dislocamie­nto entre la madurez impuesta y la payasada espontánea, acentuado por una personalid­ad gris, lindante con la tristeza.

A sus videos no habría que interpreta­rlos como un rebajamien­to púber, sino como un empoderami­ento en la inmadurez. ¿Debería hacerlos mejor dada sus condicione­s actorales? Sería un contrasent­ido: cualquier pretensión de calidad se anula en el juego, porque es una instancia que aparece y desaparece sin afectar el flujo de la existencia.

Así lo entiende Mariano Martínez, aunque sepa que por su pasado de galán esté hipotecand­o una carrera.

Para muchos, “shockea” que Martínez emplee con tanto descuido la aplicación, que no encuentre un tono paródico que lo exonere.

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INSTAGRAM @MARIANOM78 DESINHIBID­O. Así se muestra Mariano Martínez en sus “performanc­es” de TikTok.
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