La Voz del Interior

Córdoba, la de las trampas urbanas ocultas (y no tan ocultas)

- Claudio Gleser cgleser@lavozdelin­terior.com.ar

“No había señalizaci­ón ni nada que indicara peligro. La nena estaba jugando y, de pronto, no estaba más. Había polvillo en suspensión. No la veíamos... Cuando nos acercamos, estaba ahí adentro. En el fondo de esa fosa. Levantó las manitos y la pudimos sacar”.

Con bronca, con sorpresa, con indignació­n, el hombre relata de qué manera esa pequeña de 4 años volvió a vivir. Sucedió el domingo a la tarde en la Plaza de la Intendenci­a, una de las más importante­s de Córdoba capital, después de la San Martín. No por nada tiene al frente al Palacio 6 de Julio y Tribunales I.

En pleno Día de las Infancias, la pequeña jugaba en su mundo, feliz de la vida, mientras sus padres tomaban mate disfrutand­o el domingo sin encierro. Fue en ese momento que a la criatura se le abrió el suelo y cayó en una fosa de casi dos metros, ya que la tapa había sido robada y no había sido repuesta. Apenas, le habían puesto una tabla de madera.

Una absoluta trampa con forma de trampa y mecanismo de trampa, como tantas veces pasó y como tantas veces pasa en Córdoba; esta Córdoba del olvido, la desidia y el vamos viendo.

Estas líneas, y tantas otras, podrían hoy estar girando en torno de una tragedia (totalmente evitable) ocurrida en un espacio público del Estado; ese Estado que en muchas ocasiones no cuida.

El destino, la fortuna, un Dios aparte, vaya a saber qué, hicieron que esa criatura se haya salvado con lo justo, sin entender bien qué pasó.

En rigor de verdad, así como esa nena cayó en la trampa, le podría haber tocado a cualquiera.

Hoy podríamos estar hablando de “la tragedia de la Plaza de la Intendenci­a”, mientras buscamos la excusa del funcionari­o de turno, las críticas de los oportunist­as que salen a cabecear y la palabra del fiscal que dice que investiga y que espera los peritajes “de rigor”.

Nadie sabe a ciencia cierta desde cuándo esa trampa era una trampa.

Desde la Municipali­dad de Córdoba, sus voceros pasaron la pelota a Epec, responsabi­lizándola por la fosa mal cerrada y añadieron que habían sido vándalos los que se habían robado la tapa.

Es cierto: en Córdoba hay delincuent­es que se roban cualquier cosa. Pero quedarse en ese plano, es plano corto.

Desde Epec, sus voceros se comprometi­eron a hacer los arreglos pronto. Menos mal.

Córdoba ciudad es una de esas aldeas donde la muerte puede aparecer en cualquier lado, en cualquier momento.

Dejando de lado una bala disparada o un auto que corre por la banquina, las tragedias pueden aparecer en un banco de parque en mal estado; un poste torcido y sostenido del aire; un semáforo que se viene abajo en tormenta de verano; un árbol mal cuidado; un cable atado vaya a saber con qué; cables a la vista que salen de las conexiones de los postes; un pavimento rajado hace años y que se hace cráter; un bache; una zanja mal arreglada… El abanico es amplio.

Hoy, al muestrario podría habérsele agregado esa fosa de dos metros, con cables dentro, a la que le habían robado la tapa original y le habían puesto apenas una madera sin mensajes de alerta, sin la más mínima intención de arreglo rápido.

Una fosa con forma de trampa en medio de una plaza.

Córdoba sigue siendo la de las trampas urbanas. Las que están a la vista y las que están (no tan) bien tapadas.

Que hable si no Sandra Meyer, aquella mamá que perdió a su hijo Juan cuando este tocó un cesto electrific­ado. Sandra no se cansa de relevar peligros con su fundación. La fundación que creó para evitar tragedias escondidas en las trampas urbanas.

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EL DOCE TRAMPA. A esa fosa, mal tapada en la Plaza de la Intendenci­a, cayó una nena.
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