El etiquetado frontal también se debate entre nutricionistas
ALIMENTOS. La norma busca reducir la obesidad en Argentina y mejorar la salud, con un modo de información más visible para los consumidores.
PRIMER PLANO. Profesionales discuten el proyecto que pronto será ley, y que apunta a reducir la obesidad en el país.
El proyecto para el etiquetado frontal de alimentos en Argentina obtuvo dictamen favorable en Diputados el 13 de julio y está a un paso de convertirse en ley en el Senado.
Por estos días, y a la espera de que se determine la fecha de votación, profesionales de la salud se cargaron al hombro la campaña. El principal argumento, en el que coincide la mayoría, es que se transformará en una herramienta útil para combatir el sobrepeso en el país, que afecta a seis de cada 10 argentinos.
Según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año mueren en el mundo 2,8 millones de personas por enfermedades relacionadas con el exceso de peso. Y esta cifra va en aumento.
Leer una etiqueta de alimentos en
Argentina es hoy casi una misión imposible. La letra pequeña, sumada a la publicidad engañosa en el frente de los empaques, hace que los consumidores muchas veces terminen eligiendo productos que creen saludables, pese a que no lo son.
La poca claridad en la información nutricional que se brinda en las etiquetas de Argentina deja en evidencia la necesidad urgente de un cambio. La ley de etiquetado frontal, similar a la que rige ya en muchos países, llega como parte de ese cambio.
La norma que busca ser una herramienta para combatir la obesidad, es cuestionada desde empresas productoras de alimentos. Pero incluso suma voces con reparos entre profesionales de la nutrición, que generan una discusión paralela.
Generalización de sellos
La nutricionista Laura Romano, creadora de Integral Nutrición y de una popular marca de barras de cereal, desde el inicio de la discusión cuestionó algunos puntos del proyecto. “Como no es gente que sabe del tema y claramente los que escribieron la ley deben ser personas superextremistas, creo que están aprobando algo sin hacerle doble clic en un montón de cuestionamientos”, opinó.
Romano explicó que el primer cuestionamiento que le hace al proyecto es la falta de información debajo de cada sello de advertencia. “No es lo mismo que un producto se pase por un gramo de azúcar, y que culpa de eso tenga un sello, a que un alimento tenga 40 gramos de más de ese ingrediente crítico”, opinó.
Lo que va a ocurrir con esto, según Romano, es que los consumidores van a terminar eligiendo el producto que más les guste creyendo que ambos son iguales de malos, por más que la diferencia en el excedente sea amplia. Desde su punto de vista, la generalización de los productos con sellos, sin desagregar el excedente del ingrediente crítico, generará más confusión en las personas.
“Es tan tajante la ley que es un sistema de advertencias que no quiere informar. Si buscara informar, que es otra de las propuestas que yo hice, permitirían que se coloque debajo del sello la cantidad de azúcar o de grasa que tiene el alimento en cuestión. Porque no es lo mismo pasarse por un gramo que por 50. Quienes defienden la ley tal cual está dicen que agregar la cantidad de gramos confundiría a la gente. Y lo cierto es que no; la gente no es tonta, saben que 50 es más grande que 1”, ironizó.
La doctora Lorena Mayoraz, de Bionut Obesidad, opinó lo contrario: “No debería generar confusión mientras se lo tome como un sistema de advertencia de exceso del nutriente crítico en cuestión, que ayude a los consumidores a orientar la compra de un producto, sin dejar de lado la educación nutricional”, indicó.
A su vez, la doctora María de los Ángeles Sánchez Calvin, especialista en nutrición, argumentó a favor de la ley y de que los productos alcanzados por los sellos no puedan destacar sus beneficios.
“El sistema gráfico de advertencia resalta los nutrientes críticos que nos preocupan en la elección de una alimentación saludable, como grasas, sodio, azúcares, que sabemos que, consumidos en exceso, aumentan las posibilidades de adquirir o de perjudicar a personas que poseen enfermedades crónicas no transmisibles, como hipertensión, diabetes, síndrome metabólico”, explicó.
“Con respecto a los beneficios que no estarían resaltados, la OMS demostró que si uno incluye además nutrientes positivos, esto genera un efecto neutro y confunde al consumidor. Por eso, es importante no olvidarnos de que esto no va a reemplazar a la consulta médica nutricional o con el profesional que ayude a guiar a los pacientes en una vida saludable”, agregó Sánchez Calvin.
Sobre ese tema, Romano critica puntualmente el artículo 9 del proyecto de ley, que prohíbe destacar los atributos positivos de un producto si este tiene, al menos, uno de los sellos.
“En otros países, se usa que vos no podés decir ningún atributo positivo del nutriente en cuestión. Por ejemplo, si tenés el sello alto en azúcar, es lógico que no podés poner que sos bajo en azúcar”, explicó la nutricionista, y refutó: “Pero, ¿qué pasa con la fibra?, ¿con la proteína?, ¿qué pasa si el alimento es fuente de vitaminas o de grasas saludables? ¿Por qué va a generar confusión?”.
Enfatizando, continuó: “Me parece terrible, estás diciendo que porque un alimento tiene un sello de un nutriente en cuestión no podría tener algo bueno de otro nutriente, y esto evita que puedas comparar. Y el objetivo de la ley es que justamente el consumidor informado puede elegir cuál es el mejor entre productos de la misma categoría”.
Defendiendo el producto que creó para la venta, Romano agregó: “Si yo tengo unas galletitas altas en fibra, altas en proteína, sin conservantes, sin aditivos, 100 por ciento naturales, que tienen semillas y frutos secos, versus otra que no tiene ninguno de esos atributos y nada bueno para decir, y ambas son altas en azúcares (porque las mías tienen miel y las otras tienen azúcar), la gente va a terminar eligiendo la que más le guste sin importar que mi producto sea nutricionalmente mucho mejor”.
“Cuanto más exigente es el umbral que se utiliza, a más productos les alcanza el etiquetado frontal. Entonces, si todo tiene sello, a la sociedad le va a terminar dando lo mismo cualquier cosa. Ese es uno de los problemas de la ley”, opinó.
Aditivos y conservantes
Romano se quejó también de que en ninguna parte de la ley esté contemplada la advertencia en cuanto a utilización de aditivos, conservantes o colorantes, productos que transforman a un alimento en un ultraprocesado. “Nadie está previendo eso. Estamos en un momento en el que todo el mundo se preocupa por los aditivos y los conservantes, y ¿qué pasó con los que redactaron la ley que no pensaron en eso?”, apuntó.
Al respecto, con otra mirada, la doctora Mayoraz aclaró: “Según el Codex Alimentario, un aditivo es cualquier sustancia que no se consume por sí misma como alimento ni se usa como ingrediente básico, tenga o no valor nutritivo, y cuya adición al alimento resulte un componente del mismo o afecte a sus características; por ende, los edulcorantes son aditivos alimentarios y eso sí está contemplado en el proyecto de ley, donde se propone una leyenda de advertencia en aquellos productos que los contengan, reparando que su consumo no es recomendable en niños”.
Atados a calorías y no a gramaje
Sánchez Calvín indicó, en tanto, que el perfil de nutrientes que se menciona en la ley es el de la Organización Panamericana de la Salud, que fue creado en consulta con expertos y que se compadece con el utilizado en otros países.
“Se basa en los mejores estándares de salud pública y, además, está validado para Argentina, demostrando que es el perfil de nutrientes que más se corresponde con nuestras guías alimentarias”, argumentó.
“Por más que esté basado en calorías y no sea adonde apuntamos los profesionales de la salud a la hora de darles herramientas y estrategias de alimentación saludable a nuestros pacientes, está demostrado que este es el mejor perfil de nutrientes, ya que da la posibilidad de adaptación a todos los grupos etarios sin depender de la porción del alimento”, completó la médica para defender la ley.
Romano, sobre ese aspecto, criticó el parámetro fijado para la aparición de sellos en los productos: “Tanto las grasas como los azúcares están atados a las calorías de los alimentos y no al gramaje. Entonces, es lógico que si yo quiero hacer una reducción de azúcares o de grasas, me van a bajar las calorías totales del alimento”, señaló.
“A lo mejor, si ese alimento en cuestión ya tenía también el sello alto en grasas, la industria que lo produce decide subirle las calorías de ese macronutriente y transformarlo en un alimento peor, nutricionalmente hablando, con tal de que le saquen uno de los sellos”, sostuvo.
Riesgo en pacientes con TCA
Todas las profesionales de la salud consultadas por La Voz coincidieron en el riesgo latente del etiquetado frontal para personas con TCA (trastornos alimentarios). Pero ese segmento también se complica con la inexistencia de etiquetado.
Romano indicó: “El riesgo está ahí latente, sobre todo en esto de clasificar a los alimentos como buenos y malos. El alimento que tiene sello no puede tener ningún atributo positivo; entonces, en este afán de querer hacer todo perfecto, podemos claramente empeorar cuadros de trastornos alimentarios”.
Mayoraz, por su parte, consideró: “Si bien mucho se habla del impacto positivo del sistema de etiquetado frontal con relación a las enfermedades crónicas no transmisibles, es cierto que los especialistas en TCA advierten sobre la posibilidad de empeorar o despertar estos cuadros en personas vulnerables al generar obsesión por los rótulos que destacan los excesos, o bien provocando sentimientos de frustración”.
“Considero que nunca debemos tomar esta ley como una solución absoluta, sino que más bien hay que verla como una herramienta más, entre otras, como un avance de utilidad, pero siempre partiendo de la base de la educación nutricional mediante la cual se enseñe también la importancia de no dejar de lado el placer. El componer una dieta saludable también incluye incorporar alimentos que nos gustan, pero que no son, tal vez, los más equilibrados nutricionalmente hablando”, agregó Mayoraz.