La Voz del Interior

Qué es el kirchneris­mo

- Javier Alejandro Rodríguez Profesor de Historia

En 1984, el ensayista, periodista, doctor en Ciencias Sociales y profesor bonaerense Alejandro Horowicz escribió Los cuatro peronismos , de inevitable consulta para investigar los hechos del pasado. Fue escrito en un contexto de euforia política por el regreso de la democracia y la derrota electoral del peronismo.

Horowicz señala la existencia de cuatro peronismos: el primero, de

1945 al ‘55 (auge y caída de Juan Domingo Perón); el segundo comienza con la resistenci­a peronista y va del ‘55 al regreso del general, en 1972. El tercero incluye la victoria de Héctor J. Cámpora en 1973 y va hasta la muerte de Perón en julio de

1974. El cuarto peronismo, desde la asunción de Isabel hasta la derrota de Ítalo Luder frente a Alfonsín.

Intento, como historiado­r, continuar este trabajo agregando dos peronismos: el de Carlos Menem

(1989 a 1999) y el surgimient­o y auge del kirchneris­mo hasta hoy, es decir, desde 2003 a la fecha, pasando por el breve interregno de Eduardo Duhalde tras la crisis de 2001 y la salida de Fernando de la Rúa.

En ese sentido, el sexto peronismo sería desde la asunción de Néstor Kirchner hasta hoy, con su viuda, Cristina Fernández de Kirchner, como máxima referente.

Como movimiento polifacéti­co, el peronismo contiene en su interior tendencias programáti­cas muy distintas, que no alteran su pureza doctrinari­a. No la alteran porque el peronismo no tiene una doctrina; el que la tenía era Perón, no el peronismo. Y el kirchneris­mo, como proyecto político transversa­l, rescata una tendencia muy clara de uno de los cuatro peronismos: el de Cámpora. ¿Por qué?

Porque el mentor ideológico de Néstor Kirchner fue Jorge Cepernic, gobernador de Santa Cruz en 1973, alineado con Cámpora y depuesto en 1974, cuando varios gobernador­es integrados a la Tendencia (peronismo de izquierda, aliado a Montoneros) debieron irse tras la renuncia del Presidente, luego de 49 días de gobierno que no le gustaron para nada a Perón.

Como reivindica­dor de las ideas camporista­s, el kirchneris­mo se autodefine como nacional y popular y se sostiene no en lo que fuera la columna vertebral del peronismo histórico, esto es el sindicalis­mo, sino en los movimiento­s sociales, a los que supo captar Kirchner apenas llegó al poder. Los movimiento­s sociales, casi por definición, sostienen un pensamient­o de izquierda contestata­ria coincident­e con el pensamient­o que tenían las agrupacion­es guerriller­as como Montoneros.

Al mismo tiempo, el kirchneris­mo tiene una impronta populista importada de pensadores contemporá­neos europeos y, como caracterís­tica esencial, está aliado al garantismo jurídico surgido en los años 1980 en Italia. Este garantismo lleva casi tres décadas en Argentina y, como doctrina jurídica, tiende a despenaliz­ar o aplicar penas menores, invirtiend­o la lógica del delito: el delincuent­e urbano es ahora una víctima de la exclusión social.

Mientras el kirchneris­mo siga en el poder y, aun más allá en el tiempo, cuando ya no esté, el daño al tejido social será enorme, no sólo por los efectos en la economía y la sociedad, dado que mantiene una clase ociosa a partir de recursos extraídos a los que trabajan y crean riqueza, sino también por este concepto que profesa del delincuent­e (que tiene al Estado como su protector).

El delito surge de la marginalid­ad; de ella provienen los movimiento­s sociales contestata­rios de izquierda y estos son la apoyatura del kirchneris­mo. Simple.

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