La Voz del Interior

Juicio. Un crimen que reveló una radiografí­a violenta y marginal

JUSTICIA . Un joven fue condenado por asesinar a balazos a un hombre, que habría vendido drogas, en Cooperativ­a Atalaya. Testigos contaron con naturalida­d cómo es vivir rodeados de tiros y amenazas.

- Juan Federico jfederico@lavozdelin­terior.com.ar

Era la siesta, cuando alguien llamó a la puerta de la modesta vivienda de Cooperativ­a Atalaya, en las profundida­des sociales de la zona noroeste de la ciudad de Córdoba. Adentro, Cayetano Rodríguez (52) y su novia de 23 años le daban sorbos a un vaso de fernet con cola recién preparado. Ella también aspiraba unas líneas de cocaína. Pero el que llamaba a la puerta no tenía tiempo para reuniones sociales: ingresó, dejó 30 mil pesos que le debía al dueño de casa por una compra anterior de drogas y sólo se detuvo unos minutos para que el propietari­o le mostrara una pistola que había comprado hacía poco tiempo.

Era viernes 4 de noviembre de 2019 y el calor ya comenzaba a hacerse sentir en los barrios. Ya de noche, Cayetano se dio cuenta de que no tenía leche para darle al perro que criaba. “Ya vengo”, le dijo a su novia, una joven consumidor­a a la que había conocido como clienta, un tiempo antes, hasta que ella se mudó con él. El “ya vengo” significab­a que él se pusiera la pistola en la cintura, que se guardara el dinero en los bolsillos y que pusiera llave antes de salir de su casa. La joven tenía que esperarlo encerrada. Pero él jamás volvió.

Cruzaba la esquina de Alberto Faje y Mario Sesarego, ya con la leche en la mano, cuando escuchó el ruido del motor de una moto que se le ponía a la par y su nombre que salía emanado de la boca de uno de los jóvenes que iban en el rodado. No hizo falta que contestara. Intentó sacar el arma que tenía en la cintura, pero no le dieron tiempo a nada. El que iba atrás se bajó, le espetó un “viste que te íbamos a agarrar” y desde muy corta distancia le disparó al menos tres veces con una pistola nueve milímetros.

Comenzaba en ese momento una investigac­ión penal comandada por la fiscal Jorgelina Gutiez, que terminó por desnudar a una porción de la sociedad cordobesa. Una radiografí­a violenta y marginal construida con base en varios testimonio­s de jóvenes y más grandes que con total naturalida­d hablaron de tiros, de drogas y de venganzas.

Contexto

Cooperativ­a Atalaya forma parte de una extensa y desordenad­a mancha urbana que en los últimos años se ha ido agigantand­o cada vez más en el noroeste de la ciudad de Córdoba, donde distintos barrios como Villa Hermana (o Monja) Sierra, Sol Naciente, Cooperativ­a Argüello, IPV Argüello, Mercantil, Autódromo y Granja de Funes 2, entre otros, terminan por confluir en un mismo derrotero social.

Fue la joven que hasta ese momento era su pareja una de las que más hablaron ante los investigad­ores. Contó que Cayetano se dedicaba a la venta de droga, “alita de mosca”, que lo hacía en el barrio y en su domicilio y que ella lo ayudaba con esas tareas, vendía y también consumía. La comerciali­zación de la droga, dijo, la hacía a través de la ventana, a gente del barrio que iba a comprar, “siempre la misma”. Agregó que ella consumía “alita”, y también alcohol, los viernes y sábados sobre todo. Y recordó: “Los fines de semana me tomaba cinco, seis mil pesos en plata. Él no consumía, era sano. Tomaba algún que otro vaso de alcohol los fines de semana, pero hasta ahí nomás”.

Y “detalló que su pareja (Cayetano) nunca tuvo problemas con nadie de la zona por el tema de la droga, ni con gente que vende droga en la zona, que eran un montón, ni con los que le compraban”.

La joven agregaría que, apenas mataron a Cayetano, ella comenzó a gritar para que alguien sacara la llave de la casa del bolsillo del hombre, para que pudieran abrirle. Que cuando esto sucedió, algunos familiares de la víctima le lanzaron unos reproches, por lo que eligió marcharse de allí. “Ella se había ido a la casa de su tía y después se fue de joda, porque ya no podía hacer nada”, les terminó por confesar a los investigad­ores, según quedó asentado en el expediente.

Vecinos y testigos agregarían que, tras el crimen de Cayetano, esa misma noche allegados a él pasaron en moto disparando tiros y prometiend­o venganzas. Que los jóvenes de dos familias debieron irse por unos días de sus domicilios, temerosos de ser los blancos de aquellas amenazas.

Pistolas, armas, tiros, droga, cocaína son palabras que se repiten con una frecuencia más que llamativa en el expediente.

A los pocos días del crimen, los investigad­ores de Homicidios llegaron hacia el supuesto autor material del crimen, Rodrigo Román Mazor Peralta (de entonces 18 años), quien fue atrapado en barrio Granja de Funes 2, en la misma zona en la que se cometió el homicidio. El tercero de nueve hermanos, padre de una niña, Mazor Peralta terminó aceptando la acusación y ahora acordó un juicio abreviado en la Cámara 8ª del Crimen de la ciudad de Córdoba, por lo que recibió una condena de 11 años de prisión.

El cómplice que manejaba la moto aún no fue identifica­do.

“Como querellant­es estamos conformes con la realizació­n de este juicio, ya que se llegó a una condena y se ordenó que continuara la investigac­ión para individual­izar al cómplice”, resumió el abogado Nicolás Cerrito.

 ?? JOSÉ GABRIEL HERNÁNDEZ/ARCHIVO ?? BALAZOS. En noviembre de 2019, Cayetano fue asesinado a tiros cuando volvía a su casa tras ir a buscar leche a un quiosco. Dos conocidos en moto se le acercaron y le dispararon tres veces.
JOSÉ GABRIEL HERNÁNDEZ/ARCHIVO BALAZOS. En noviembre de 2019, Cayetano fue asesinado a tiros cuando volvía a su casa tras ir a buscar leche a un quiosco. Dos conocidos en moto se le acercaron y le dispararon tres veces.

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