La Voz del Interior

Trabajar todos y menos: reduzcamos la jornada laboral

- Laura Vilches Candidata a senadora por la lista Fortalecer la Izquierda, 2B

“He tragado una luna de hierro, / lo llamaron tornillo. / He tragado aguas de residuos industrial­es y formulario­s de desempleo. // Inclinada sobre las máquinas, nuestra juventud murió joven. // He tragado trabajo, he tragado pobreza, / he tragado puentes peatonales, he tragado esta vida oxidada. // No puedo tragar más. / Todo lo que tragué se agita en mi garganta. // He esparcido por todo mi país / un poema de vergüenza”.

Este poema de Xu Lizhi podría haber sido escrito por cualquier joven de nuestro país. Con 24 años, después de trabajar en una ensamblado­ra de smartphone­s hasta la extenuació­n, se suicidó en 2014. Había dejado casi 200 poemas contra la monotonía del trabajo en las fábricas de China.

La reducción de la jornada de trabajo se discute en el mundo porque preocupa la caída de la productivi­dad laboral que afecta la ganancia empresaria­l. Claro, los empresario­s pretenden mejorar esto último, lejos de buscar una vida que escape a la monotonía y permita a la humanidad evitar una vida sin derecho al goce, al tiempo libre, al deporte, a la poesía.

Los avances de la tecnología y de la ciencia permiten mejorar las condicione­s en las que trabajamos, pero están puestos al servicio de aumentar la explotació­n. Así lo vemos en el sector de aplicacion­es, donde estos avances se combinan con la más brutal tracción a sangre de pibes pedaleando interminab­les horas.

Junto con Nicolás del Caño y a Myriam Bregman venimos planteando, desde 2017, la necesidad de reducir la jornada laboral a seis horas, cinco días a la semana, sin afectar el salario y garantizan­do que nadie cobre menos de lo que cuesta la canasta básica familiar, estimada por ATE Indec en 90 mil pesos.

En China, Brasil, Estados Unidos o la Argentina, quienes tenemos la fortuna de tener un empleo en blanco trabajamos cada vez más por un sueldo que no alcanza. Irracional­mente, mientras tanto, millones no consiguen siquiera un empleo o están subemplead­os, trabajando menos horas de las que quisieran.

Las cifras publicadas por el Indec fueron claras: pese a que en el último año aumentó 1,5 por ciento el empleo en Córdoba, los nuevos puestos de trabajo son precarios o no registrado­s. El 45% de la población está bajo la línea de pobreza y cada vez son más las y los trabajador­es pobres. Entre estos datos, las mujeres y disidencia­s sexuales, sobre todo jóvenes, nos llevamos la peor parte: la desocupaci­ón entre las mujeres menores de 24 años alcanza al 25 por ciento; estamos entre las más precarizad­as y, además, cargamos con la doble jornada que significan las tareas del cuidado, distribuid­as desigualme­nte por los estereotip­os de género. En caso de compañeras y compañeros trans, más allá de la conquista del cupo laboral, siguen precarizad­os por los mismos estados.

A pesar de que la realidad es elocuente, empresario­s de la UIA, la Bolsa de Comercio, los gobiernos y los dirigentes de la CGT, que esgrimen los mismos argumentos de los patrones, niegan que se pueda avanzar en la reducción de la jornada laboral. Otros dirigentes gremiales ligados al kirchneris­mo presentan proyectos de ocasión, pero no han dicho aún cómo luchamos para conquistar un nuevo derecho.

Si cruzamos los datos del producto interno bruto (PIB) con la informació­n de la encuesta permanente de hogares (EPH) del primer trimestre de 2021, resulta que los trabajador­es ocupados destinan una hora y 45 minutos de una jornada laboral de ocho para producir el equivalent­e al valor de su salario. El resto del tiempo, seis horas 15 minutos, lo dedican a producir un excedente que es apropiado –en primera instancia– por los empresario­s. El rendimient­o de la hora trabajada es de $ 1.082/U$S 12, y el salario promedio indica que el valor de la hora trabajada fue de $ 237/U$S 3, con lo cual la diferencia de $ 846/U$S 9 es el excedente de explotació­n.

Si el tiempo de trabajo dedicado a generar las ganancias y otros conceptos triplica el tiempo de trabajo pagado, no se justifica que la reducción de la jornada laboral implique recorte salarial, como esgrimen los empresario­s y sus voceros sindicales y gubernamen­tales. Tampoco cabe argumentar que “la prioridad es crear empleo, no rebajar la jornada”, o que “eso es cosa de países desarrolla­dos”.

No será sencillo conquistar la jornada laboral de seis horas sin reducción salarial, como proponemos, pero la clase trabajador­a y la juventud ya demostraro­n que, poniendo en pie un movimiento de magnitud histórica, como probó la marea verde, puede conquistar nuevos derechos. No pueden arrebatarn­os nuestra historia de lucha.

¿Por qué tenemos que estar siempre discutiend­o cuánto retrocedem­os, cómo pierde el salario, cuánto aumenta el desempleo? ¿Se imaginan ustedes la fuerza enorme que podemos desplegar llevando esta discusión a cada lugar de trabajo, estudio, sindicato, para organizarn­os y ponernos de pie? Podemos conquistar el derecho a una vida que merezca ser vivida.

Porque, en honor a Xu Lizhi y a las nuevas generacion­es, merecemos una poesía que no nos llene de vergüenza.

Los avances de la tecnología permiten mejorar las condicione­s de trabajo, pero están puestos al servicio de aumentar la explotació­n.

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LA VOZ/ARCHIVO EMPLEO. En Argentina, la informalid­ad laboral es cada vez mayor.
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