La Voz del Interior

Preocupa la morosidad de las familias

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Las restriccio­nes financiera­s y el impacto del freno de la actividad y del poder adquisitiv­o en la salud financiera de familias y empresas se evidencia en el nivel de morosidad de los deudores del sistema financiero.

El último Boletín Estadístic­o del Banco Central, con informació­n trimestral desagregad­a por provincia y actividad económica, divide los préstamos en situación normal (calificaci­ón 1) y los que tienen atrasos superiores a 31 días.

El peso de estos últimos subió con la crisis financiera que se inició en el segundo trimestre de 2018 y en el último año y medio de pandemia tuvo un comportami­ento dispar. En un primer momento, las medidas del Gobierno (que flexibiliz­aron el crédito, implementa­ron tasas subsidiada­s y permitiero­n refinancia­r saldos adeudados sin penalidad) hicieron caer en forma importante los niveles de morosidad en Córdoba, hasta finales del año pasado.

Sin embargo, en 2021, sin nuevas ayudas estatales de este tipo y pese a que el nivel de endeudamie­nto de personas y empresas se contrajo en forma sustancial, los atrasos volvieron a subir y, si bien no están en los máximos, sí superan a los del inicio de la crisis financiera de 2018.

“Se ve un deterioro constante desde fines de 2018, una recuperaci­ón a partir del tercer trimestre de 2020 y un desmejoram­iento de las condicione­s desde mediados de 2021”, explica Mary Acosta, del CPCE Córdoba.

En el caso de las familias, un seis por ciento son préstamos a personas con atrasos superiores a un mes. En el sector productivo, la producción primaria muestra los mejores indicadore­s con una morosidad del 2,7 por ciento de la cartera, seguidos por la industria (cinco por ciento) y los servicios (5,6). En cambio, la construcci­ón y el comercio superan el 10 por ciento de mora.

“Se advierte cierta correlació­n entre la evolución de la morosidad y el de la actividad económica de los sectores. Se puede ver que bajó en producción primaria, industria y comercio, pero subió en construcci­ón, servicios, personas físicas y electricid­ad, gas y agua, en el último año”, considera Lucas Navarro, de la Bolsa de Comercio de Córdoba.

Para Vanessa Toselli, del Ieral, “el aumento de los índices de morosidad es otra cara de la misma moneda (de la caída del financiami­ento): en las actividade­s más vulnerable­s, el deterioro de la capacidad de pago crediticia aumentó sustancial­mente (1,2 puntos porcentual­es en el caso de trabajador­es en relación de dependenci­a y 1,6 puntos en el sector servicios)”, aunque todas las actividade­s se deteriorar­on en los últimos tres años.

“El aumento de la tasa de morosidad puede explicarse por múltiples factores como la reducción de la actividad económica, la incertidum­bre vinculada con la situación sanitaria, la reducción en las inversione­s privadas y la pérdida de los ingresos reales tanto de las familias como de las empresas”, remarca Toselli.

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JAVIER FERREYRA/ARCHIVO ALERTA. Tras una mejora en 2020, en el arranque de 2021 la situación se complicó.

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