Un “hobby” como profesión
Las marcas quieren contar con ellos y Córdoba ya tiene una escuela que enseña cómo desenvolverse en redes. Fenómeno imparable.
El crecimiento exponencial de las redes sociales impone constantemente nuevas narrativas. Primero fueron las fotos “fijas”, que perduraban indeterminadamente en los perfiles de los usuarios. Más tarde, las historias, que permitieron –y permiten- apreciar la cotidianidad de modo efímero. Luego, llegaron los videos a protagonizar la escena virtual.
En el ínterin de estos cambios, emergieron también figuras que aprovecharon cada uno de los momentos para posicionarse dentro de las plataformas y crear un diferente tipo de marca: la personal, aquella caracterizada por mostrar a un civil y ya no a un logo, por ejemplo.
Este modelo de capitalización de lo humano devino en la llamada “influencia”. Personas que se convierten en personajes por su labor digital, inciden en las decisiones, gustos y opiniones de los “simples mortales”, pasando a ser denominados
influencers.
Así, ser mediático ya no se reduce a la pertenencia en los medios tradicionales como la televisión. No obstante, en más de un caso, quien comenzó en redes, llega posterior e inevitablemente a la pantalla, los estudios de radio o la prensa gráfica.
La tarea consiste en generar contenido que se destaque por alguna razón. Puede ser entretenimiento, información, como también recomendaciones. En ese punto, convergió el trabajo de estos personajes con el mercado clásico y la publicidad asumió una novedosa cara.
Paulatinamente, las empresas comenzaron a seleccionar personalidades idóneas de este ámbito virtual para comercializar productos. Llegó así el famoso canje (un intercambio donde una compañía “regala” algún producto, con el fin de que el influencer lo promocione).
El resultado fue la consecuente obligación de producir ganancias, ya sea económica o simbólica (como el aumento de seguidores en la cuenta del negocio). De la misma manera, quienes consolidaban su propuesta en este ámbito, apostaban a generar un ingreso directo de la publicidad de artículos.
Hoy, en Argentina –a diferencia de otros países como Estados Unidos– continúa sin existir un marco legal que regule esta actividad, considerada una profesión, como cualquier otra. En 2020 la senadora nacional Cristina del Carmen López Valverde, del Frente de Todos, presentó un proyecto para legislar a los “influenciadores”.
Con el fin de formalizar el trabajo, recientemente se lanzó Flui College, la primera escuela de influencers de la provincia de Córdoba. Juan Cruz Praddaude, jefe ejecutivo y director de la institución, señala que nació por las “inconsistencias” a la hora de ejercer esta ocupación.
“Formamos la escuela con el objetivo de profesionalizar un rol que cada vez está tomando mayor trascendencia, aunque a muchos no les guste. Creemos que el primer paso es sentar un estándar de calidad de los influencers”, explica Praddaude.
Acerca de los lineamientos para concebir este papel, detalla: “Es cualquier persona que tenga cierta implicancia sobre las decisiones de compra de otra, un agente con el cual el consumidor se siente identificado”.
“No es una cuestión de seguidores o cierta cantidad de likes”, aclara.
Respecto a las características óptimas para iniciarse como tal, Praddaude indica que debe “ser humano, auténtico, lo cual va muy atado a la credibilidad”.
“Ellos pueden tercerizar la opinión, no es la marca quien te dice qué es mejor, sino una persona que habla de manera cercana”, explica.
Entre las claves para desempeñarse correctamente el director menciona que “es importante usar bien las herramientas de cada red, tener en claro el servicio que se ofrece y conocer a la comunidad seguidora”.
El despegue
En Córdoba, una de las mayores representantes del rubro es Agustina López, la mente detrás de Pasaje en mano. La periodista lanzó su cuenta de viajes en Instagram en 2018, pero asegura que pegó el salto más grande en pandemia. “Desde antes yo viajaba mucho y cuando fui al Mundial de Rusia dije ‘¿cómo puede ser que no esté contando esta experiencia?’”, rememora acerca de los orígenes.
“Se podría decir que fue sin querer, porque nunca imaginé tener una comunidad tan grande”, suma.
Así, nació un emprendimiento que logró congregar todas sus pasiones de López: su profesión (marcada por el amor a la escritura), el turismo y las redes sociales. A modo de “prueba y error”, la licenciada en Comunicación se aventuró en la apertura de la cuenta que hoy nuclea a 123 mil seguidores que la acompañan a cada destino.
“Me agarro la pandemia en Europa y cada experiencia la iba contando, y tiene mucho valor que te muestren cosas reales e inmediatas”, reflexiona sobre su fórmula para el éxito.
Al igual que Praddaude, remarca la importancia de la “autenticidad” y de “no perder la naturalidad”. “Cuando la persona está siendo totalmente honesta, traspasa la pantalla”, afirma.
Divertir, otro gancho
Agustina “Papry” Suásquita alcanzó la fama gracias al grupo Hecatombe, pero actualmente también es reconocida por su presencia en redes, donde fusiona humor, moda y vida personal. Dentro de este universo, la actriz considera que su “sello distintivo” es su forma de ser.
“La forma en que uno habla, la gestualidad e ideas que uno tiene, lo que piensa, nos hace diferentes y las redes no dejan de ser un reflejo de eso”, comenta.
Sin embargo, esa sinergia no es casualidad. “Siempre trato de transmitir algo que tengo de bandera en la vida, que tiene que ver con disfrutar, por más que a veces pasan cosas horribles, tengo una conciencia del disfrute, los amigos, la risa y la importancia del humor para las personas”, revela la comediante.
Además, ahonda en los desafíos del oficio. “Comunicar sanamente, dar valores que aporten y no atrasen creo que es lo más importante para todos los que hacemos esto, siendo conscientes de que la influencia es una especie de súper poder. Desde ese lugar pequeñito y humilde, uno puede sumar su granito de arena”, concluye.