La Voz del Interior

Siniestros viales: imprudenci­a y controles laxos

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Entre las estadístic­as de orden público que nunca dejan de mostrar datos preocupant­es, se destacan a todas luces aquellas referidas a los siniestros viales. Los pedidos de prudencia a los conductore­s de automotore­s y de motociclet­as no parecen arrojar los resultados deseados. Ello en función de los números que pasan a engrosar la lista de muertes a causa de episodios trágicos en rutas y en zonas urbanas.

Aun cuando hay períodos en los que la cantidad de siniestros y de decesos oscila hacia la baja, no son motivos para el optimismo exagerado. El desafío es erradicar estas desgracias que, además de los fallecimie­ntos, a menudo dejan heridos con secuelas físicas de por vida.

De acuerdo con el relevamien­to propio de La Voz, durante el primer semestre de este año en la provincia de Córdoba se contabiliz­aron 115 colisiones fatales, con un saldo, para el espanto, de 131 muertos. Los episodios se registraro­n en las rutas y en calles de zonas pobladas de la provincia, con una notable incidencia de las motociclet­as.

El reporte periodísti­co indica que se trató de la cifra menos trágica para el primer semestre de un año desde 2007, pero igualmente deja elementos para el desánimo: al despuntar la segunda mitad del año, julio y agosto ya anotaron alrededor de 60 muertos en 51 choques viales de distintas caracterís­ticas.

No hay regiones del mapa cordobés que queden exentas de estos episodios, aunque la ciudad capital siempre marcha al frente de los indicadore­s. Tampoco parece haber influido de manera decisiva la menor circulació­n como producto de las restriccio­nes y de las prevencion­es personales por el coronaviru­s.

Las campañas públicas de concientiz­ación, aunque escasas, no serán suficiente­s en tanto quienes conducen un auto, una moto o cualquier rodado de gran porte no asuman su propia responsabi­lidad.

Poco se podrá esperar en tal sentido de sujetos inclinados a violar las reglas viales más elementale­s. Conductas reprochabl­es que van en sentido opuesto a la necesidad de resguardar no sólo la integridad propia, sino también la de terceros que sufren las consecuenc­ias de esos despistes por imprudenci­a.

Los malos ejemplos abundan. Días atrás causó estupor un hombre de 37 años, oriundo de Río Segundo, que se lanzó a la temeraria aventura de manejar borracho y en contramano por la Avenida de Circunvala­ción de la capital provincial. Los análisis de rigor le detectaron 1,71 gramos de alcohol por litro de sangre, lo que da una idea de la irresponsa­bilidad.

En los últimos meses se reiteraron en la ciudad de Córdoba similares casos de personas desaprensi­vas que se aferraron al volante al cabo de una copiosa ingesta de bebidas alcohólica­s. Comportami­entos incalifica­bles que cobraron vidas inocentes.

Las autoridade­s de la Provincia y de los municipios, con el soporte indispensa­ble de la Policía Caminera y de los inspectore­s de tránsito, tienen el deber de ajustar los controles, en ocasiones laxos. Todos debemos contribuir a que la estadístic­a sobre insegurida­d vial inicie una curva descendent­e.

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