La Voz del Interior

Cisnes negros y otros presagios

- Daniel V. González Analista político

En la Argentina siempre tendremos argumentos para explicar que los próximos comicios, sean cuales fueren –incluso elecciones internas–, serán decisivos. Que nuestro destino depende de ellos y que ahora, como nunca, el dictamen de las urnas marcará un rumbo definitivo para el país.

En cada elección se juega el futuro de la patria; cada vez que votamos, dirimimos el todo; cada vez que elegimos, nos jugamos nuestro porvenir completo.

Se trata de una exageració­n, pero algo de cierto hay en esta visión dramática. Por ejemplo, en 2009 decíamos que había que poner coto a los Kirchner, que habían demostrado sus intencione­s durante la crisis del campo y podían llevar al país hacia una situación crítica. La batalla fue feroz, a tal punto que el gobierno decidió poner como candidatos a toda su primera línea de conducción, Néstor Kirchner incluido. Y un líder de segunda línea los derrotó claramente en el escenario principal: la provincia de Buenos Aires.

Algo similar sucedió en 2013, cuando Sergio Massa apareció como la última valla a los proyectos reeleccion­istas de Cristina, que incluían una reforma constituci­onal. Nuevamente el oficialism­o fue derrotado.

Lo que se juega hoy

Y ahora… ¿qué está en juego? Un triunfo del oficialism­o será leído como que el esquema actual, que consiste en un presidente dependient­e de los humores y los designios de la vicepresid­enta, resulta para los argentinos un modo aceptable de organizar el poder. Esto alentará al oficialism­o a impulsar algunos proyectos pendientes, como la elección del procurador General por mayoría simple y otros avances sobre la Justicia, con el fin de liberar de culpa y cargo a Cristina Kirchner.

Un triunfo oficialist­a también podrá ser interpreta­do como un apoyo a la política económica vigente, de elevados impuestos, cepo y retrasos en precios y en tarifas, además de emisión sin límites. En economía, de todos modos, el arte de sofocar los precios de un modo artificial no tiene larga vida: más tarde o más temprano, el mercado impone su lógica y sus propias leyes terminan por hacerse valer con rigor ineluctabl­e.

En ese sentido, todo indica que esta vez no le será fácil al peronismo pasar la posta al próximo gobierno con variables a punto de estallar. En 2015 existía un retraso cambiario del

50 por ciento, y los precios de los combustibl­es y tarifas habían sido aplacados con fines electorale­s.

Las facturas eléctricas apenas cubrían el 15 por ciento del costo de generación. Los imprescind­ibles ajustes que tuvo que realizar el gobierno anterior a partir de 2017 le pasaron una dura factura electoral.

Ahora será difícil que la política de sofocación de precios pueda sostenerse dos años más. Todo hace pensar que esta vez el ajuste será pagado por quienes construyer­on las distorsion­es de la economía y se empeñan en continuar por esa línea como si las políticas de elevados subsidios pudieran continuars­e a lo largo del tiempo sin consecuenc­ias.

Un resultado adverso al Gobierno de cierta magnitud en las Paso podría tener sobre la economía un impacto similar al que tuvieron las internas de agosto de 2019.

El color del cisne

Las encuestas electorale­s son variadas, como siempre. Las hay para todos los gustos, con resultados diversos. Su credibilid­ad ha caído y, salvo muy pocas, están sospechada­s de ser meras operacione­s electorale­s que sólo buscan inducir el voto en una u otra dirección.

Algunos analistas, muy atrevidos, se han animado a pronostica­r un “cisne negro”, esto es un acontecimi­ento inesperado que contradice los dictados de la lógica y los presagios más generaliza­dos. En otras palabras: anuncian un triunfo oficial, pese a la mala gestión de la pandemia, de la educación y de la economía, y a los bochornoso­s episodios del vacunatori­o VIP y de las fiestas en Olivos. ¿Será así?

En este marco, el voto de Corrientes (77 por ciento a 23 por ciento) es tan abrumador que puede ser leído como la expresión de un fuerte enojo con el Gobierno nacional, aun teniendo en cuenta que se trata de comicios en los que los parámetros que deciden el voto normalment­e se circunscri­ben a los límites de la provincia.

Como fuere, ya apareciero­n voces que, ante la posibilida­d real de una derrota electoral del oficialism­o, reclaman una actitud sensata al electorado, que consistirí­a en no llevar al país a la situación de ingobernab­ilidad que resultaría de una derrota del peronismo.

Si ese momento llegara, dicen, se hará imprescind­ible un acuerdo nacional para evitar una situación de caos económico y social de imprevisib­les consecuenc­ias.

Sin embargo, llegado ese hipotético caso, lo mejor que podría hacer la oposición sería ceder todo el escenario al Gobierno para permitirle desplegar con plena libertad su política económica, para que de ese modo el pueblo argentino pueda hacerse, de una vez por todas, una idea clara acerca de los resultados de una política económica y social signada por la permanente expansión del gasto público y una emisión sin límites.

Todo hace pensar que esta vez el ajuste será pagado por quienes construyer­on la distorsión de la economía.

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TÉLAM CRISTINA KIRCHNER. La líder y mentora del oficialism­o nacional.
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