La Voz del Interior

La soja del futuro es, hasta ahora, 100% masculina

- Florencia Ripoll fripoll@lavozdelin­terior.com.ar

Antes de la pandemia, mis hijos empezaron uno de esos talleres de robótica que integran a una experienci­a lúdica aprendizaj­es asociados a las habilidade­s Stem (ciencia, tecnología, ingeniería y matemática­s, por su sigla en inglés). El imán para ellos fue que usaban kits y metodologí­a de Lego, la empresa danesa de juguetes de encastre de la que se convirtier­on en fans y consumidor­es.

El primer día de clases me sorprendió la composició­n de los cursos: el del mayor, de 9 años, no habría enrolado ninguna nena. El del más chico, de 6, tenía dos sobre 12 asistentes.

¿Raro? No tanto si se piensa, por ejemplo, que son minoría las pequeñas que se topan con una caja de Lego –o Rasti, un gran equivalent­e nacional– al abrir regalos a lo largo de su infancia. Minoría, al menos, respecto de las que hallan cocinitas, bebotes o kits de belleza.

El caso, personal y antojadizo, sólo busca ilustrar algo que estudiosos de las brechas de género confirman: los estereotip­os se van configuran­do desde la infancia, y a medida que se refuerzan también ayudan, junto a múltiples variables económicas y de organizaci­ón social, a levantar paredes de cristal para las mujeres en el mundo laboral.

“La segmentaci­ón del desarrollo educativo y ocupaciona­l de las mujeres hacia los sectores menos dinámicos y peor remunerado­s de la economía surge de prácticas sociales que comienzan en la infancia”, subraya el Centro de Implementa­ción de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimient­o (Cippec). Agrega que en esa etapa se inicia el divorcio entre las chicas y la matemática: entre los 6 y los 8 años, nueve de cada 10 niñas ya vinculan la ingeniería con habilidade­s masculinas.

Saltemos a la formación universita­ria, donde el sexo femenino es mayoría. Las últimas estadístic­as de la Universida­d Nacional de Córdoba siguen mostrando a las mujeres masivament­e inclinadas por carreras fuera del ámbito Stem, un territorio masculino. Un ejemplo de muchos: en la licenciatu­ra y en la ingeniería en computació­n que dictan la facultad de Matemática, Astronomía y Física (Famaf) y la de Ciencias Exactas, hay 43 alumnas ingresadas en 2019 contra 281 hombres, en la primera, y 97 contra 358, en la segunda.

Carreras de ese perfil –en muchos casos con posgrados y MBA en el exterior– son mayoría absoluta en la formación de los 28 argentinos, todos varones, que en equipo, dupla o soledad fundaron las empresas del momento: los 11 ”unicornios”. El rótulo identifica a las tecnológic­as que logran un valor de mercado superior a los mil millones de dólares, una marca que ya superaron esas 11 firmas. Mercado Libre hizo punta en ese grupo.

Pierpaolo Barbieri, fundador de Ualá, otra flamante tecno mitológica, ilustra en una frase ese enorme potencial y el horizonte que abre a la economía argentina: “Los unicornios somos la soja del futuro”.

Barbieri es una especie de joven brillante que encarna el estereotip­o del emprendedo­r/unicornio: altamente formado, seguro de sí mismo, ambicioso, con visión global y... de sexo masculino.

¿Será quizá que las mujeres emprenden poco o no emprenden? Error. Un estudio del Observator­io Emprendedo­r de la UNC relevó en 2019 que las mujeres eran mayoría en el colectivo de sectores medios y altos lanzados a emprender (63 por ciento). Otros registros confirman la tendencia.

El problema pasa más bien por el cómo emprenden: apuntan en mayoría a sectores con menor potencial de crecimient­o, asumen menor visión global y adjudican menor centralida­d a la tecnología. Ese sesgo confluye, claro está, con numerosos obstáculos externos con los que la mujer, sólo por el hecho de serlo, debe lidiar.

La buena noticia es que las cosas van cambiando; la mala es que lo hacen aún muy lento.

La mayor conciencia sobre la brecha de género en los últimos años influyó en la sociedad y empujó leyes, políticas públicas y cambios sanos a todo nivel. El camino está abierto.

¿Y los unicornios femeninos? Mujeres en Tecnología, la organizaci­ón cordobesa que trabaja –entre otras– para estimular liderazgos femeninos en el mundo de la tecnología apunta uno de los pocos datos locales relevados al respecto: sólo el cuatro por ciento de las startups –pichones potenciale­s de unicornios– en las que se invirtió desde la Agencia Innovar y Emprender están fundadas por mujeres. La equidad en este terreno está aún a distancia mitológica.

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