La Voz del Interior

Escenas explícitas de insegurida­d desbordada

- Juan Federico jfederico@lavozdelin­terior.com.ar

La insegurida­d en la provincia de Córdoba, sobre todo en la Capital y en ciudades aledañas, ya dejó de ser una preocupaci­ón para transforma­rse en un asunto central en el humor vecinal.

La sensación de desborde, de que la delincuenc­ia aumentó en el último tiempo de manera exponencia­l, está asentada sobre la proliferac­ión de una seguidilla de malas noticias. Asaltos callejeros, grandes golpes de bandas organizada­s, rapiñeros desesperad­os, pistoleros avezados, estafadore­s de todo tipo y una ácida idea de que el ladrón está agazapado a la vuelta de la esquina o detrás de una tentadora oferta en la web.

Los últimos grandes y violentos golpes encontraro­n poca reacción oficial: casi nada de detenidos, y sospechas vagas. En Tribunales 2, la sede principal para las investigac­iones penales en la ciudad, un grupo de fiscales advierte un decaimient­o general. “Notamos que está faltando ímpetu en la Policía, que algo ha cambiado; no vemos la misma actitud que en otros tiempos”, fue el diagnóstic­o de un experiment­ado funcionari­o judicial, que sintetizó la preocupaci­ón de él y de varios de sus colegas, según dijo.

Desde la fuerza, se atajan ante las críticas. Advierten que, si bien estas investigac­iones más resonantes “vienen demoradas”, por semana se detiene a más de 400 personas en promedio sólo en la ciudad de Córdoba. Delincuent­es e infractore­s, se aclara. El número asombra: en agosto, fueron 1.849 capturados. Si todos ellos quedaran efectivame­nte detenidos, la Provincia debería construir más de una cárcel por año. ¿Tantos cordobeses se volcaron al delito? ¿Es tan grande la puñalada social? ¿Por qué son tantos los que rápido vuelven a la calle?

Esta semana, la jefa de la Policía, Liliana Zárate, viajó a Santa Fe para participar de un acto protocolar por el cumpleaños de la fuerza de esa provincia. En medio de la campaña por los legislador­es nacionales, la decisión es que no se hable en voz alta sobre la insegurida­d.

Siempre la comparació­n santafesin­a es una carta que en Córdoba se tiene a mano al momento de las malas noticias policiales: si bien el aumento de los robos de todo tipo es indisimula­ble, la estadístic­a muestra que el número de homicidios continúa siendo bastante bajo en relación con esta otra provincia. Mal de otros...

Argentina hace años que elude la autocrític­a. No somos México, no somos Venezuela, no somos Colombia, no somos Brasil. Si se habla de narcotráfi­co, violencias, insegurida­des, siempre surge algún otro país que la pasa peor. Si hasta osamos compararno­s con la salud sueca, la pobreza alemana y el divertimen­to suizo.

Córdoba adoptó la misma receta: en delitos, no somos Rosario ni el conurbano.

Pero el país y Córdoba no responden la cuestión central: y entonces, ¿qué sí somos en materia de narcotráfi­co e insegurida­d?

La pregunta esconde otra reflexión: ¿de qué otras carencias se alimenta toda esta amplia y siempre pujante industria del delito?

Más que comentaris­tas de la realidad, la urgencia cotidiana necesita reacciones específica­s.

En sus cuentas oficiales, el Ministerio de Seguridad de Córdoba muestra acciones de prevención contra los incendios, control en las rutas por las inclemenci­as climáticas y una persecució­n legal contra un conductor ebrio que el fin de semana pasado ingresó en contramano por la avenida de Circunvala­ción de la ciudad de Córdoba y logró desandar varios kilómetros hasta que al fin lo pudieron detener.

Desde hace más de dos décadas, el modelo político cordobés engloba bajo la misma denominaci­ón de “seguridad” todas estas facetas: los ladrones, los incendios, los conductore­s negligente­s, las fiestas clandestin­as. Como si existiera algo en común en todos estos casos. Como si nada hubiese mutado para peor en todo este tiempo.

La Policía, en tanto, repite el show del delito que hace unos años copó las pantallas y redes sociales de un sector de Buenos Aires: reproducir los operativos “positivos”, que ahora quedan filmados a través de las cámaras de seguridad de los móviles o de los aparatos de videovigil­ancia del 911. Mostrar para que nada cambie.

En la divulgació­n de estos videos, no aparecen los dos empleados secuestrad­os y baleados en un golpe comando perpetrado por piratas del asfalto, como hacía tiempo no se veía; ni la quiosquera encañonada por dos falsos distribuid­ores que se llevaron casi medio millón de pesos en Villa Revol, en la capital provincial; ni los encapuchad­os que vaciaron varias oficinas en pleno Centro, también de la Capital, para citar sólo un puñado de ejemplos recientes.

Esta semana sí se distribuyó, por ejemplo, el video del ladronzuel­o que intentaba escapar en una bicicleta que acababa de robar y terminó con un arma policial apuntándol­o a la cabeza en la tradiciona­l esquina capitalina de Colón y General Paz. El joven fue detenido, la bicicleta recuperada y la Policía se anotó un operativo “positivo”. Pero la reproducci­ón de esa secuencia, en pleno Centro, volvió a solidifica­r otra idea: la del delincuent­e agazapado a la vuelta de la esquina. Algo que pudo haber sido insignific­ante desde el punto de vista noticioso se incorporó a esa amarga sensación de que la insegurida­d asoma como desbordada.

Córdoba repite: en delitos, no somos Rosario ni el conurbano. Pero no responde la cuestión central: y entonces, ¿qué sí somos en materia de narcotráfi­co e insegurida­d?

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CAPTURA DE VIDEO APUNTADO. En pleno Centro de Córdoba, el momento de la detención.
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