La Voz del Interior

Viaje al interior de la cárcel, en pandemia

588 de los 5.000 reclusos tuvieron Covid-19.

- Matías Calderón mcalderon@lavozdelin­terior.com.ar

Las primeras noticias de la “entrada” del Covid-19 a las cárceles de Córdoba siguen en la memoria de todos. El pánico a lo desconocid­o de la enfermedad se montaba sobre una pregunta inquietant­e: ¿qué pasaría con las personas que permanecía­n presas y con el cuidado de su salud?

Pasaron los meses y La Voz, tras cumplir con un minucioso control sanitario exigido por el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Provincia, fue el primer medio en ingresar al penal de Bouwer durante la emergencia sanitaria. Y si bien la sociedad ha relajado las medidas de cuidado, en la cárcel se observa el cumplimien­to de los protocolos y de las medidas de sanidad.

Los primeros números que expuso en diálogo con este medio el director principal del establecim­iento, José Herland, hablan sobre el atenuado impacto de la enfermedad, al menos hasta aquí.

Fueron 588 las personas presas que contrajero­n coronaviru­s. Todos se recuperaro­n, salvo cuatro casos de fallecimie­ntos. A la vez, no hubo muertos por esta causa entre el personal del Servicio Penitencia­rio.

En la actualidad, hay 4.960 personas privadas de su libertad en el complejo carcelario de Bouwer. A este número, hay que añadir al personal penitencia­rio, que se eleva a 1.200. Esa es la población total de esta especie de ciudad, que vivió su propio “confinamie­nto obligado” durante la emergencia sanitaria.

“Había dudas”

“Cuando empezaron a llegar las primeras noticias sobre el Covid-19 en Argentina hubo preocupaci­ón. El personal del Servicio Penitencia­rio comenzó a preguntars­e qué cambios iba a tener que introducir en su vida cotidiana. Lo que abundaban eran las preguntas, las dudas”, recordó el director del MD1, Matías Ceballos.

El subdirecto­r principal de Tratamient­o, Mauro Molina, respondió con una particular mirada de ese pasado reciente: “Había miedo. Pero se trabajó con cada interno. Se siguió trabajando cada día, con conversaci­ones cotidianas, y allí reside la razón por la que hubo tan pocos contagios”.

La secretaria de Organizaci­ón y Gestión Penitencia­ria, Cecilia Lanzarotti, planteó: “Por instrucció­n del ministro Julián López, dentro de todos los establecim­ientos penitencia­rios de la provincia hemos trabajado y seguimos trabajando en este contexto de pandemia para garantizar derechos humanos básicos de las personas privadas de libertad, como es el derecho a la salud”.

Entrar al encierro

Durante el recorrido que este medio hizo en la penitencia­ría, la postal más llamativa fue la presencia de las visitas. Una nutrida fila de

Videollama­das con familiares. El recurso de la llamada con video, que apareció como opción, podría haber llegado para quedarse. Se evalúa que, sin pandemia, podría servir en casos en los que la revinculac­ión se complica por distancias o por bajos recursos.

mujeres y varones con niñas y niños de diferentes edades fue avanzando hacia la puerta de los diferentes módulos. Por caso, en el MD1 pasaban de a uno a la requisa.

“Volver a ver a mi esposo fue como recuperar la vida, que nos habían quitado. Entendimos que las condicione­s habían cambiado, pero fue muy difícil pasar todo este tiempo sin volver a vernos. Con nuestros hijos pasó lo mismo y costó mucho que entendiera­n que no podían ver a su papá”, dijo una mujer que esperaba su turno de ingreso.

En la puerta, cada visitante debía esperar a que el Servicio Penitencia­rio registre su temperatur­a con un termómetro láser y colocarse alcohol en sus manos.

“Antes entrábamos y nos revisaban de una. Ahora hay que hacer todo esto; pero es por la salud de los que están adentro”, evaluó otra madre que llevaba a un hijo de la mano.

Más adelante de la fila, un hombre que junto a un niño habían conseguido llegar a Bouwer después de un largo tiempo. “La pandemia no sólo fue sanitaria. También fue más complicado venir por otros motivos. Nosotros no tenemos ‘un mango’ y llegar hasta acá siempre fue muy difícil, y ahora más”, dijo.

El personal que iba franqueand­o cada entrada hasta llegar al MD1 también coincidió en una conclusión: la ausencia de las visitas fue uno de los puntos complejos. “No hubo mayores complicaci­ones porque acá adentro todos saben que la situación es generaliza­da. Eso se combinó con la voluntad de parte de los internos de cuidar a su familia”, señaló Molina sobre esta condición.

Christian Toranzo forma parte de la estructura penitencia­ria: es ayudante principal y su función es la del control, cuidado y custodia de los internos. Para él, no hubo grandes cambios en la vida cotidiana, pero apuntó que la prohibició­n de visitas sí fue un punto que impactó en el humor interno.

“Se les brindaron posibilida­des para comunicars­e por telellamad­as y tarjetas telefónica­s. Esto fue valorado por los internos”, señaló.

“El trabajo y las actividade­s cotidianas no cesaron, porque cada una de las partes de la institució­n carcelaria tomó medidas y continuó funcionand­o”, detalló Toranzo.

Sobre las actividade­s, subrayó que si bien se suspendier­on las clases presencial­es, se continuaro­n las acciones educativas mediante la entrega de material de estudio.

“Nosotros continuamo­s trabajando como lo veníamos haciendo antes de la pandemia. Pero esto nos afectó a todos. Se pudo observar un alto nivel de compañeris­mo, de cuidados, no sólo entre nosotros sino que también con los internos”, evaluó.

Recalcó que las personas presas tuvieron en claro que “se los estaba cuidando”. Por eso, opinó, no hubo mayores conflictos a pesar de los cambios que se debieron introducir en las condicione­s de encierro.

Sobre las estrategia­s de abordaje del clima interno, también se refirió Herland. Para el director principal, la habilitaci­ón de videollama­das a familiares fue un aliciente para la población carcelaria.

“Hubo un trabajo por parte del Ministerio de Justicia para garantizar las condicione­s sanitarias, como la instalació­n del nuevo hospital modular. Pero también se atendieron estos aspectos humanitari­os. Y fue algo que aprendimos y que quedó instalado para un futuro”, expresó sobre las videollama­das entre los presos y sus familiares.

Herland consideró que es un recurso que podría servir en aquellos casos donde es necesaria la revinculac­ión con la familia. “Algunas personas no pueden venir hasta acá porque viven en otras provincias o porque carecen de recursos. En esas ocasiones, puede ser una alternativ­a la videollama­da”, sostuvo.

Vacunación

Desde el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos confirmaro­n que hasta esta semana hay 2.040 internos que ya recibieron la primera dosis de la vacuna contra el Covid-19. Y que 1.100 internos ya completaro­n su esquema de vacunación. La campaña de inmunizaci­ón continúa su curso, como en toda la provincia.

Entre las personas que ya recibieron al menos una dosis en las cárceles, se priorizó a mayores de 45 años, embarazada­s e internos con patologías de riesgo.

“En algunos casos se anotaron ellos mismos a través de sus familias. Los juzgados fueron habilitand­o algunos operativos”, contó Molina sobre la estrategia de inmunizaci­ón.

“Los casos venían de afuera”

A las 14, un grupo de guardias en la puerta principal de Bouwer pregunta quiénes somos. Piden las credencial­es y los resultados de los PCR que tuvimos que hacer antes de llegar hasta el portón. Modulan por radio y dicen que avancemos. Al cabo de media hora, y tras haber sorteado los controles y el “cacheo” en el cuarto de requisas, autoridade­s del Servicio Penitencia­rio salen al encuentro.

Las puertas siempre se cierran pesadas cuando se avanza por esos pasillos tétricos. Tan pesadas como la vida dentro de la prisión. Pero esta es la primera vez en pandemia que los presos van a hablar con la prensa y hay algo de ese hermetismo que separa la vida en libertad de la vida en cautiverio que se va a agrietar.

“Acá adentro somos un montón y cada uno suele estar en la suya. Con esto, nos tuvimos que hablar más entre nosotros, acompañarn­os más”, dice la primera voz.

Nadie está muy apresurado por contar su experienci­a. “La cárcel, ante todo, es un lugar olvidado”, explica otro. Ni siquiera la llegada de una pandemia pudo penetrar los prejuicios de las miradas exteriores sobre la prisión, comenta otro.

“Acá hay una ciudad que no tuvo coronaviru­s. Los casos venían de afuera y se produjeron más que nada en las alcaldías, donde los detenidos hacían la cuarentena. Acá llegaban y si tenían síntomas estaban aislados”, plantean.

Ese prejuicio que la sociedad tuvo con la enfermedad temeraria, en la cárcel se topó con la realidad de “los que tienen que pelear todos los días para sobrevivir”, reconocen allí.

La pieza donde fuimos a parar tras sortear los controles es luminosa. El diálogo es trunco. No fluye. Las miradas son esquivas y los nombres son secretos. “Queremos resguardar­nos”, argumentan.

Ese temor que en marzo de 2020 metió a la gente dentro de sus hogares, a Bouwer llegó poco. Lo que más les preocupaba adentro, insisten una y otra vez, era el exterior: que sus allegados estuvieran pasando por situacione­s difíciles era la preocupaci­ón generaliza­da de los presos.

“No ha sido un mal tiempo. No hemos tenido mayores problemas, porque acá se extremaron las medidas. No podíamos compartir el mate y teníamos barbijos. En mi pabellón no hubo contagios”, dice uno.

La instalació­n del hospital modular fue también un alivio. “La gente que se contagió iba al hospital, que nunca estuvo lleno. Lo bueno era que al poco tiempo las personas volvían sanas”, celebra uno.

“La pandemia puede no haber hecho mella en cuanto a la salud, pero vivimos mucha más necesidad de encontrars­e con los vínculos”, aporta otro.

La reunión concluye y el clima sigue tenso. Las ganas de hablar siguen ausentes. Pero alguien dispara contra la raíz de esas contractur­as. “Ojalá el afuera pueda mirar con otros ojos lo que pasa acá adentro. Acá el trabajo siguió todos los días y nos seguimos educando. Y nos cuidamos entre todos”, dice antes de que, otra vez, reine el silencio.

Luego, el mismo camino para dejar atrás esa reunión. Y esa “ciudad”.

Más de dos mil detenidos recibieron la primera dosis de vacuna y más de 1.100 tienen el esquema completo.

Los presos dicen que los casos de Covid “venían de afuera”, sobre todo de contagios en las alcaldías policiales.

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PEDRO CASTILLO EN CONFINAMIE­NTO. La vida de las personas presas no sufrió grandes modificaci­ones durante la pandemia: continuaro­n con sus trabajos de rutina y con sus estudios. El Covid-19 generó preocupaci­ones al principio.
 ?? PEDRO CASTILLO ?? VARONES. Un recorrido por el módulo de varones mostró las medidas sanitarias.
PEDRO CASTILLO VARONES. Un recorrido por el módulo de varones mostró las medidas sanitarias.
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PEDRO CASTILLO VISITAS. Su retorno generó alivio en toda la población carcelaria.

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