La Voz del Interior

De los acrónimos Aspo y Paso a la variante Olivos

- Susana Parés Docente universita­ria

Un acrónimo es una sigla que permite pronunciar un conjunto de palabras como si fueran una sola. Vayan como ejemplo: Paso, Aspo, Dispo, incluso ovni.

En este mundo maravillos­o, podemos advertir que Aspo y Paso están, además, constituid­as por las mismas letras.

Pero si nos permitimos una comparació­n, podemos comprobar algunas paradojas:

A, en Aspo, es aislamient­o, y en Paso, abiertas

S, en Aspo, es social, y en Paso, simultánea­s.

P, en Aspo, es preventiva, y en Paso, primarias.

O, en Aspo y en Paso, significa lo mismo: obligatori­o/as.

De algún modo, estos dos acrónimos pueden sintetizar lo que ocurre, ocurre (¿y ocurrirá?) en nuestra sociedad. Ellos revelan de modo doloroso cómo, en algunos casos, las letras son usadas según el portador y reflejan que las libertades y las obligacion­es mutan según quien las ejerce o debe cumplirlas.

La “variante Olivos” no es un concepto epidemioló­gico referido a un virus pandémico, pero es una muestra de una postura endémica de esta sociedad, que tiene una anomia creciente y llega a exhibirse –desde hace décadas– de manera casi grosera por funcionari­os que debieran cumplir la ley en forma rigurosa.

Es probable que alguien haya confundido Aspo con Paso y por eso interpretó que la A significab­a, como en Paso, abiertas.

Y en ese punto “aislamient­o” pasó a ser “aisla-miento”. Es mejor no ingresar a la gramática del Instituto Cervantes para no agregar amargura a estos tiempos, porque nos encontrare­mos con palabras compuestas o parasintét­icas. Y los argentinos escapamos más de lo debido de las buenas reglas. No sumemos las gramatical­es.

Dejémoslo ahí, como una paradoja que nos ha proporcion­ado la variante Olivos, que circula –roguemos– de manera acotada y esperemos que no se reproduzca y se vuelva reiterativ­a.

La variante Olivos no puede inscribirs­e en Aspo, porque fue abierta, simultánea y primaria. Y respecto de la obligatori­edad, dejemos ese ítem a los tontos, según alguna libre interpreta­ción de la realidad de los funcionari­os y a la luz de lo que este azar epidémico ha generado.

En definitiva, Aspo se transformó en Paso, por una decisión deliberada, con la pequeña digresión de la obligatori­edad, aunque cualquier bien pensado puede decir que los asistentes se sintieron “obligados” a aceptar la invitación, dado el origen del convite.

En medio de una tragedia que nos ha golpeado con tanta dureza por la imprevisió­n y por la falta de gestión eficiente, entre otras causas, uno puede evadirse y pensar en Quino y la entrañable Mafalda. No es un dislate. Imaginemos a la madre de la niña llamándola a tomar la “sopa” –que por honrosa casualidad tiene las mismas cuatro letras– y a Mafalda, con su coherencia inflexible, respondien­do “Paso”, tras lo cual la mamá le diría con energía: “Tomá la sopa o viene el Aspo”.

Y con la solvencia ética que la caracteriz­a, Mafalda tomaría la sopa, porque respetaba el Aspo.

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