La Voz del Interior

La crisis no es la respuesta, es la pregunta

- Edgardo Moreno

Para describir los tiempos y los efectos políticos del año de la pandemia, el historiado­r inglés Adam Tooze encontró en un ensayo reciente algo parecido a la perfección del círculo: el 20 de enero de 2020, el líder chino Xi Jinping reconoció en público el brote original de coronaviru­s; el 20 de enero de 2021 asumió Joseph Biden como nuevo presidente de los Estados Unidos.

El sistema político argentino decidió de común acuerdo alejar lo más posible las elecciones de ese ciclo fatídico que marcó para siempre la memoria social. El Gobierno intentó estirar al máximo las facilidade­s políticas que utilizó durante el estado de excepción

Ese proceso concluye hoy. Se abrirán las primeras urnas después de una ruptura histórica. El principal interrogan­te sistémico que empezará a dilucidars­e es la reserva de legitimida­d que conserva la política para enfrentar la crisis.

Las primarias son para elegir candidatos; el voto, para sincerar posiciones. Pero habrá una ecuación resultante cuando se observen los números combinados de participac­ión, fuerzas y candidatos más votados y cantidad de adhesiones a propuestas extrasisté­micas.

De esa combinació­n, podrá inferirse qué grado de lucidez sobre el rumbo y qué potencia restante para el esfuerzo le quedan al país para enfrentar la crisis más profunda de su historia reciente.

Crisis ha sido una palabra apenas empleada en profundida­d por los candidatos de los bloques políticos en competenci­a. Pero no por eludida, la crisis es menos real. Todos los indicadore­s de la economía están al rojo vivo, y los que reflejan sus efectos sociales son más afligentes aún.

Cristina Kirchner merodeó el problema en su ultima aparición. Planteó la amplitud del desafío abierto al país en su conjunto. En verdad anticipó, de a fragmentos, su discurso de hoy.

Pudo hacerlo porque en su bloque político la única interna que podía asomar en el primer tramo del actual mandato ya está resuelta: ella manda, el Presidente obedece. Y le convino hacerlo antes porque el frente interno puede empezar a complicars­e con otros actores, desde hoy, según vengan los resultados.

La visión de la jefa política del Gobierno es que en el día después de toda la política nacional, frente a la crisis, debería lograrse un consenso para amortiguar los efectos impopulare­s de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal (o el impacto de la cesación de pagos, si ese intento fracasa).

Al acuerdo político se lo piden desde el FMI para renegociar la deuda cuyos vencimient­os serán asfixiante­s desde el año que viene. Plantea desafíos al discurso duro de la vicepresid­enta, que empezó pidiendo cárcel para los funcionari­os del FMI que otorgaron el financiami­ento; y también a la oposición, cuya responsabi­lidad en la toma de esa deuda es ineludible.

Cristina Kirchner propone por ahora menos que un acuerdo político; un contrato de adhesión. No estaría dispuesta a ceder una coma de su agenda judicial en ninguna negociació­n con sus adversario­s. Y sus adversario­s no podrían obviar esa agenda sin riesgos de una profunda deslegitim­ación política.

Pero, en realidad, el problema para nada menor que comparten ambos bloques políticos es que el tiempo de esos acuerdos o divergenci­as sólo se abrirá después de noviembre, cuando decanten en la puerta del Congreso algunos que hoy festejarán como candidatos. Y se lamentarán entonces por quedarse sin banca.

Otra vez, las primarias de los partidos políticos con voto obligatori­o vuelven a plantear un dilema conocido: generan un hecho político inmediato, pero a distancia de su concreción institucio­nal. Los defensores del método siguen sosteniend­o que esa distorsión sistémica se justifica, mientras sea útil para que los vecinos del barrio despiojen sus broncas, compitiend­o por la concejalía de la esquina.

La transición tortuosa entre el efecto político del voto y su traducción institucio­nal fue la experienci­a sistémica más relevante y negativa del último recambio de gobierno en la Argentina.

¿Tendrán las primarias abiertas y obligatori­as de hoy –con su certeza inmediata sobre el voto emitido y su incertidum­bre mediata sobre el corrimient­o del voto– un efecto parecido al que provocaron en 2019? Los especialis­tas en sondeos de opinión pública sostienen que no habría que esperar un escenario parecido, porque las elecciones de este año no ponen en juego un relevo de orden ejecutivo.

La variable que en esta ocasión hay que incorporar a esa incógnita es el agravamien­to de la crisis. Ninguno de los indicadore­s económicos y sociales está mejor que entonces. Por el contrario, la pandemia y la deficiente gestión sanitaria, económica y política de esa emergencia agravaron todo.

La gravedad de la coyuntura salta a la vista por donde se encare el análisis. Hablan por sí mismos los indicadore­s de inflación, endeudamie­nto interno y externo, deterioro del salario, distorsión del mercado de cambios y licuación de reservas; explosión de la emisión monetaria sin respaldo; absorción del crédito para financiar gasto público y un esquema subsidiari­o insostenib­le; caída vertical de la inversión; crecimient­o del desempleo; proyección estructura­l de niveles de pobreza alarmantes; implosión por deserción del sistema educativo, y consolidac­ión del delito organizado, con alto impacto en la seguridad ciudadana.

La campaña comprobó que el debate político también se ha pauperizad­o al extremo. Se limita a ofrecer a la crisis como respuesta. Cuando la crisis es la pregunta.

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TÉLAM PASO. Cristina Fernández de Kirchner, en el cierre de campaña, en Tecnópolis.
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