La Voz del Interior

De la competenci­a a la complement­ariedad

- Maximilian­o Alonso Director para Argentina y Colombia del Banco Centroamer­icano de Integració­n Económica (BCIE)

Si hay algo que la coyuntura está dejando claro es que, ante desafíos globales, se necesitan acciones coordinada­s multilater­ales. Requerimos de la implementa­ción de soluciones a partir de la interrelac­ión de bloques regionales en los que las políticas de los estados sean complement­arias y donde cada país pueda aportar desde sus áreas mayor fortaleza y especialid­ad.

Para lograr estos consensos, la articulaci­ón internacio­nal se vuelve un factor clave en todos los sectores, entre los que se destacan la educación, la ciencia, la tecnología y la innovación.

Debemos dejar de pensar en la cooperació­n parados sobre el viejo modelo de desarrollo. Atrás deben quedar las “carreras” entre países para apropiarse de un determinad­o conocimien­to. Estamos frente a un nuevo paradigma que necesita apostar por la ciencia para un desarrollo sustentabl­e e inclusivo.

Ningún país –tampoco ninguna región– tiene todo lo que necesita. La competenci­a debe ser reemplazad­a por la complement­ariedad y por la articulaci­ón multidisci­plinaria y multisecto­rial. La construcci­ón reactiva debe volverse proactiva y permitir generar procesos para estar por delante de los problemas y no detrás de ellos.

Los diálogos relacionad­os con la innovación deben estructura­rse en una política determinad­a y no ser aleatorios.

América latina tiene el gran desafío de establecer como prioridad la generación de mecanismos de financiami­ento a la innovación a partir de la formulació­n de políticas públicas que articulen el saber científico con el sector productivo. Sin políticas nacionales, no hay cooperació­n internacio­nal y no hay cooperació­n internacio­nal sin financiami­ento.

De manera gradual tenemos que duplicar la inversión en educación, y triplicarl­a en investigac­ión, en desarrollo y en innovación en los próximos 10 años. La cooperació­n necesita de una estrategia alineada tanto al país como a la región, y con un presupuest­o bien definido.

En un mundo globalizad­o, ya no podemos mirar sólo al norte o al sur para buscar aliados. Es importante empezar a mirar hacia todos lados, incentivan­do la estructura­ción de regiones y el establecim­iento de procesos multilater­ales que involucren a ministerio­s, a universida­des, a centros especializ­ados y al sector privado.

Es clave la vinculació­n e internacio­nalización por parte de las universida­des y de los centros de investigac­ión.

Y allí es donde se vuelve fundamenta­l consensuar, invertir y tener estrategia­s que eviten la condena de la endogamia que se está dando en los países desarrolla­dos, los cuales miran cada vez más hacia adentro y se alejan del exterior para ejecutar programas y proyectos de desarrollo.

Nos vemos obligados a trabajar sobre los problemas de articulaci­ón en la región corrigiend­o la fragilidad en los sistemas locales, nacionales e internacio­nales; consideran­do la salud y la educación como bienes públicos globales, y generando ecosistema­s que fomenten la articulaci­ón.

La ciencia y la educación deben acercarse a los problemas sociales con la promoción de investigac­iones e innovacion­es responsabl­es, transfirie­ndo tecnología a los sectores sociales y reconvirti­endo la función de instrument­o político de la cooperació­n.

Argentina es un país referente para la región en esta materia y sus experienci­as son inspiració­n para otros estados, por lo que estamos llamados a afrontar este desafío.

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