La Voz del Interior

Cuando celebramos una alarma dentro del aula

- Juan Federico jfederico@lavozdelin­terior.com.ar

El martes pasado, a través de una gacetilla de prensa, el Gobierno de Córdoba promocionó el “fortalecim­iento” de la cobertura de seguridad en las escuelas “mediante la instalació­n de alarmas inalámbric­as conectadas al

911 y supervisad­as por la Policía de la Provincia”.

“En la actualidad, el 80 por ciento de las institucio­nes educativas de esta Capital poseen el nuevo sistema de alarmas y sólo resta la conexión a la Policía, estimándos­e que en 60 días más el proyecto estará concluido con

100 escuelas en contacto permanente con el Centro de Control Operativo de Jefatura”, se destacó en el comunicado.

Además, se dispuso que los directores de estos establecim­ientos educativos cuenten con botones antipánico para poder pedir auxilio de inmediato ante cualquier eventualid­ad delictiva en el ámbito escolar.

El anuncio, sin proponérse­lo, naturalizó todo lo que está mal. Si hoy alguien ajeno a Córdoba y al país sobrevuela con un dron la principal ciudad de la provincia, observará colegios públicos con gruesos muros (o altos alambrados) externos, ventanas enrejadas de manera grotesca, policías parados en la puerta o en el pasillo principal y toda una serie de elementos que en realidad deberían ser ajenos a la educación.

Mientras aún se debate la catástrofe educativa por la cuarentena, la deserción, la brecha digital y la falta de una conectivid­ad democratiz­adora, el anuncio oficial habla de alarmas y botones antipánico para los colegios. Urgencias versus emergencia­s, en medio de un fin de año que ya comienza a vislumbrar­se como complicado, con varios frentes simultáneo­s. Una crisis, en síntesis.

A nivel oficial, en Córdoba es cada vez más arduo mensurar la insegurida­d de todos los días. El subjefe de Policía, Ariel Lecler, fue designado para que explicara a los medios el plan de las alarmas escolares. Pero en las entrevista­s pronto comenzó a ser consultado por asaltos, robos, miedos vecinales, violencia policial y hasta el llamativo operativo que sufrió un vecino de Río Cuarto que había ido a reclamarle en un acto al gobernador Juan Schiaretti que bajara los impuestos.

Promociona­r alarmas en las escuelas no es más que asumir que los delincuent­es ya tomaron a estos establecim­ientos como un blanco fácil. Los colegios, acaso las últimas trincheras para intentar que en algunos barrios la realidad alguna vez se transforme en un horizonte más positivo, quedaron también a merced de los ladrones.

Aires acondicion­ados, cables, herrajes, computador­as, forman parte de los botines cotidianos. Esto, adentro de las escuelas. Afuera, alumnos, madres y padres tienen que organizars­e para intentar no sufrir un asalto en el camino.

Antes de estas nuevas alarmas escolares, fueron los propios vecinos de Córdoba los que a sus impuestos regulares debieron anexar el otro costo de la insegurida­d: alarmas privadas y comunitari­as, seguros, candados, rejas, alambrados de púas, cercos electrific­ados, portones automático­s, un guardia privado, un perro bravo.

Si se suman los presupuest­os de la Policía (más de 20 mil empleados), del Poder Judicial (casi 8.500), del Servicio Penitencia­rio (alrededor de 10 mil presos, además de los agentes del Servicio Penitencia­rio) y de la planta política alrededor del aparato de Seguridad, la cifra es multimillo­naria.

Pero en esto no hay proporcion­alidad directa: el gasto y la inversión aumentan, pero la insegurida­d no disminuye. Acaso porque sus reales raíces no pueden ser atacadas por esta área, sino que son otros los ministerio­s que deberían arremangar­se al mismo tiempo.

Tal vez alguna vez se entienda que la Seguridad no es un campo separado, sino de cuando emerge un todo.

De lo contrario, seguiremos condenados a celebrar una nueva alarma dentro de un colegio.

Detrás del anunciado plan de monitoreo y botones antipánico en las escuelas, en realidad se esconde una pésima noticia.

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LA VOZ/ARCHIVO CUSTODIA. La presencia policial ya se tornó constante en algunas escuelas.
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