La Voz del Interior

Nuestros mejores mafiosos

-

Franklin Delano Roosevelt fue el primer presidente estadounid­ense en visitar la Argentina. Llegó al país en barco en 1936, cuando acá gobernaba Agustín Pedro Justo, en los gloriosos días de nuestra Década Infame.

El amigo Justo había llegado a la Casa Rosada en una elección fraudulent­a, apoyado por una dictadura militar y por un entusiasta grupo de

Sergio Carreras scarreras@lavozdelin­terior.com.ar

cretinos con simpatías radicales, conservado­ras y socialista­s, reunidos en un club mafioso llamado La Concordanc­ia.

Solamente un año antes, en 1935, un matón había asesinado a balazos en pleno recinto del Senado, en medio de un debate, al senador santafesin­o Enzo Bordabeher­e, cercano a Lisandro de la Torre, quien estaba denunciand­o el negociado que había celebrado el expresiden­te Julio Argentino Roca hijo con los frigorífic­os exportador­es británicos. Parece la Argentina actual, pero no: esto ocurría hace 90 años.

A Roosevelt se le atribuye una frase que combina lo mejor de la mafia y de la alta política, dos oficios que a veces es complicado diferencia­r debido a la semejanza de sus métodos y de sus objetivos.

En aquella época Nicaragua, como ahora, era gobernada por un dictador. Se llamaba Anastasio “Tacho” Somoza y había llegado a la presidenci­a gracias al apoyo de Estados Unidos, que había derrocado a su molesto antecesor, José Santos Zelaya. Somoza era un dictador de manual, grosero, ladrón y sanguinari­o, pero que fue recibido con honores y desfile militar en Washington por el mismo Roosevelt en 1939.

“Sí, es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”, es la frase que en ese momento habría dicho Roosevelt sobre Somoza. Otros cuentan que en realidad la frase la pronunció su secretario de Estado, Cordell Hull, que también lo había acompañado en su visita a la Argentina tres años antes, donde pudo haber reunido elementos que lo inspiraran para elaborarla.

Inspiració­n argentina

Se afirma –no hay documentos– que, varias décadas después, otro secretario de Estado, Henry Kissinger, volvería a decir la frase, pero con relación al dictador chileno Augusto Pinochet. Los hijos de puta nuestros, malitos pero propios, nacidos de nuestra entraña.

En estos días es común leer en los medios y escuchar en la discusión pública argentina expresione­s como “esto es para que lo agarren los guionistas de Netflix”, o “estamos viviendo dentro de una serie de Netflix”.

Como lo sabe cualquier infortunad­o que viva en este país, esas frases nunca hacen referencia a historias de comedias livianas, sitcoms adolescent­es o novelones románticos. No. El vínculo entre el país y la red hogareña de series y películas siempre hace referencia a historias de mafiosos, crímenes o episodios corruptos de la política.

Vicepresid­entas multimillo­narias procesadas en una decena de causas por corrupción, fiscales asesinados por investigar atentados terrorista­s, juezas que piden licencia debido a los aprietes políticos, una ciudad regada por los muertos del narcotráfi­co, gremialist­as también multimillo­narios alimentado­s con dinero del Estado, barrabrava­s que son dueños de empresas de caudales.

La variedad de nuestros mafiosos es extraordin­aria. Los vemos tumbados en una playa del Caribe o sonriendo en Instagram y saludando en afiches en las calles. ¡Qué época para vivir! Que no venga a Netflix a robárnoslo­s. Son bien argentinos, como el dulce de leche. Como dijo Roosevelt. Son lo que son. Pero son nuestros.

Que no venga a Netflix a robárnoslo­s. Son bien argentinos, como el dulce de leche. Como dijo Roosevelt. Son lo que son. Pero son nuestros.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina