La Voz del Interior

¿Qué está en juego el próximo domingo?

- Nicolás Cabrera Doctor en Antropolog­ía AP

Para Lula y los suyos lo que está en juego este domingo es la propia democracia. Parecería exagerado, pero si uno repasa la gestión de Bolsonaro, sus discursos y su base electoral encuentra fácilmente un autoritari­smo que atenta contra los pilares más básicos del orden democrátic­o.

El actual presidente brasileño ya dejó muy claro que, en caso de un resultado adverso, denunciará fraude. Una profecía autocumpli­da por la que su base electoral más intensa promete luchar. A propósito, es bueno recordar que gran parte de este sector de la sociedad es de armas tomar. Sobre todo, las fuerzas de seguridad y el Ejército.

Para Bolsonaro y su gente lo que está en juego es una batalla del “bien contra el mal”. Con una estrategia comunicati­va que combina la retórica militar con los pasajes bíblicos, el actual presidente se autoprocla­ma defensor de la “familia, patria y valores cristianos” en oposición a la “ideología de género, el comunismo y la corrupción” que encarnan –según él– Lula y el Partido de los Trabajador­es.

Como se ve, la polarizaci­ón radical es una tendencia política regional –y tal vez global–. Un antagonism­o que, según casi todas las encuestas, no es simétrico ya que Lula tiene ventaja sobre Bolsonaro. Desde esos datos –siempre relativos– se abren dos interrogan­tes fundamenta­les: ¿Hay una diferencia suficiente para que Lula se consagre en primera vuelta o tendrá que esperar hasta la segunda? y ¿cómo van a reaccionar Bolsonaro y su base electoral ante una eventual derrota?

Algunos analistas políticos conjeturan que la alianza Lula-Alckmin puede leerse como un “giro a la derecha” del expresiden­te brasileño.

Por el contrario, creo que muestra una continuida­d en relación con sus propuestas electorale­s antiguas. Lula siempre fue un ajedrecist­a de partidas múltiples. Su modelo económico y su arte de gobernar tuvieron, como posibilida­d y limitación, la conciliaci­ón de intereses. No sólo porque la particular arquitectu­ra político-institucio­nal de Brasil exige un “presidenci­alismo de coalición” debido a la existencia de una absurda cantidad de partidos minúsculos (el llamado “centrão”); sino también porque el mismo Lula, como gobernante, procuró más moderar las contradicc­iones que superarlas.

Una estrategia exitosa en épocas de bonanza económica y legitimida­d política; y catastrófi­ca en tiempos de crisis.

Claro que, en política, no siempre la misma estrategia trae los mismos resultados. Este Brasil es otro muy diferente al que ya gobernó dos veces. De ahí que aun sabiendo las cartas que el nordestino tiene para jugar, los resultados posibles son una incógnita.

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La polarizaci­ón es una tendencia global, que en Brasil hoy tiene particular­idades.
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