La Voz del Interior

Juicio por Blas: el cruce del Argo con la moto, la génesis de todo

- Francisco Panero fpanero@lavozdelin­terior.com.ar

Los testimonio­s se miden por su “peso” y se ponderan según ese criterio. Los dos motociclis­tas que tuvieron un altercado con los ocupantes del Fiat Argo donde viajaba Valentino Blas Correas (17) tuvieron algunas diferencia­s en sus dichos. Sin embargo, quedó más coherente lo declarado por el conductor de la moto, que aseguró que nunca dijo a los policías que los cinco jóvenes del auto estuvieran armados o que quisieran robarle.

Ese joven declaró ayer en la Cámara 8ª del Crimen de Córdoba.

Jorge Bazán iba al comando de la moto que casi choca con el Argo en la rotonda de barrio Las Flores y el conductor del vehículo se equivocó de rumbo. Al corregir el rumbo, el auto casi choca con la moto. Más adelante, el Argo pasó a los motociclis­tas por la derecha, muy cerca, y voló un espejo retrovisor del auto.

Bazán minimizó ese episodio indicando que no se explicó por qué el auto frenó de golpe y que el retrovisor voló porque se golpeó con el manubrio de la moto. También negó que le hayan tirado el auto encima.

Sin embargo, quien iba atrás de la moto, Leandro Maldonado, dio a entender que el espejo voló por un golpe de su amigo.

Más adelante, el auto dobló en “U” frente al supermerca­do y los motociclis­tas siguieron hasta Canal 8, donde había un control de policías.

Allí hablaron con los policías (acusados) Ezequiel Vélez y Leandro Quevedo. Bazán les refirió que habían tenido un problema con el auto blanco que se alejaba hacia el norte de Vélez Sársfield.

Sobre ese diálogo, Bazán insistió en que jamás dijo a los policías que los del auto estuvieran armados o que hayan querido asaltarlos.

Al turno de Maldonado, este pareció “contradeci­r” algunos de esos términos. Pero ni los acusadores ni las defensas pusieron énfasis en esas diferencia­s de fondo.

Quedaría claro que luego de este encuentro entre motociclis­tas y policías, estos irradiaron “falsamente” que los del Argo eran seis “saros” (delincuent­es) que estaban armados.

Ese fue el hecho originario de un operativo que se montó a través de diversas unidades móviles, apostadas para una hipótesis mucho más grave que la real: cinco adolescent­es que salían a disfrutar una noche después del encierro de la pandemia.

Domiciliar­ia en un bar

Al arrancar la audiencia, el bogado Alejandro Pérez Moreno refirió que la acusada Wanda Esquivel había roto la prisión domiciliar­ia porque la vieron minutos antes sentada en un bar frente al palacio de Tribunales 2.

Mientras tomaba café con su abogado, la mujer rompió con la obligación de trasladars­e desde su domicilio –donde está a cargo de una hija– hasta el tribunal del juicio.

El abogado Esteban Yangüez Papagenadi­o pidió la palabra para explicar que él la había citado en ese lugar para que le firmara un poder para que la asista como defensor por esta audiencia. Los defensores habituales –Leandro Ortiz Morán y Miguel Ortiz Pellegrini– estaban en Villa Dolores en una sentencia.

El tribunal técnico –integrado por Marcelo Jaime, Mario Centeno y Juan Manuel Ugarte– le formuló una advertenci­a a la acusada y mantuvo la domiciliar­ia.

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