La Voz del Interior

Hugo Alconada Mon “Este libro fue puro disfrute”

El periodista se zambulle por primera vez en una novela histórica que dialoga con problemas del presente. Estará hoy en la Feria del Libro para presentar “La ciudad de las ranas”.

- Sergio Carreras scarreras@lavozdelin­terior.com.ar

No es una novedad que Hugo Alconada Mon es un periodista de investigac­ión obsesivo. Mientras habla desde su casa, en la ciudad de La Plata, confiesa que tiene colgado un mapa cuadrado de 1,50 metros donde fue marcando cada puente, cada prostíbulo, cada laguna que existía en la ciudad a fines del siglo XIX. Simultánea­mente construyó una línea del tiempo para ir ordenando el recorrido de los personajes que protagoniz­an La ciudad de las ranas, su primera novela histórica, que acaba de publicar Planeta, en la que se zambulle, por primera vez, en las aguas de la ficción.

Luego de siete exitosos libros de investigac­ión periodísti­ca, en los que se dedicó a desnudar la corrupción del kirchneris­mo, hace cinco años tomó la decisión de repetir el salto que han dado muchos periodista­s hacia la literatura. Tan bien le ha resultado este cambio de aires que admite ya estar trabajando en su segunda novela histórica, al mismo tiempo que tiene en marcha otro libro periodísti­co: imposible descuidar la actualidad argentina.

Un pantano lleno de ranas

El germen de esta novela, que recrea la fundación de la ciudad de La Plata en el marco de las batallas políticas de la época, nació –cuenta Alconada Mon– cuando trabajó como cronista de la sección Informació­n General para el diario platense El Día, desde 1999 hasta 2001.

“Fueron los días en los que más conocí sobre la ciudad”, dice, mientras se reconoce como un platense nacido y criado, hincha de Estudiante­s, fiel seguidor de las filosofías futboleras bilardista y zubeldiana, y con una raigambre familiar local que se estira hasta sus bisabuelos.

El nombre de la novela alude a la expresión despectiva que tuvo el presidente Julio Argentino Roca hacia el proyecto de fundación de La Plata al que se había lanzado el gobernador bonaerense Dardo Rocha, con la intención de sucederlo al frente de la Casa Rosada. En 1880, el Congreso de la Nación había aprobado la federaliza­ción de la ciudad de Buenos Aires, y Rocha tenía la intención de construir otra capital, La Plata, para convertirl­a en la capital nacional cuando fuera presidente y así devolverle­s Buenos Aires a los porteños.

La novela hunde su mirada en la rivalidad entre esos dos grandes políticos, al mismo tiempo que desarrolla la historia de los inmigrante­s, principalp­uro mente italianos, que fueron la mano de obra que levantó la actual capital bonaerense. Como toda novela, la historia da vida a muchos personajes de ficción, y como toda novela histórica incluye también a caracteres reales como Julio V. Mansilla, Eduardo Wilde, José Ingenieros, el Perito Moreno, es decir, la Generación del ’80 en su momento de esplendor, cuando pensaba que estaban dando nacimiento a un país nuevo y moderno.

“La novela –dice Alconada Mon– tiene dos o tres niveles. Primero está el de la política, la vida pública y sus altas esferas. Toda esa parte es cien por ciento real, documentad­o. Consulté más de 200 libros y papers académicos, entrevisté a historiado­res, antropólog­os, arquitecto­s. Los diálogos que reflejo entre Roca y Rocha los tomé de la correspond­encia que se escribiero­n entre ellos o que escribiero­n a terceros, pero aludiéndos­e. La batalla, la masacre, la quema de templos masónicos, la muerte de obreros, todo lo que cuento realmente pasó”.

“En otro nivel –continúa el autor– hay personajes que sí fueron reales, pero a los cuales les invento una historia. Por ejemplo, el escritor Edmundo De Amicis estuvo en La Plata, pero recreo los personajes con los que interactuó. En un tercer nivel están los personajes que son completame­nte fictiRocha, cios. Salvando las enormes distancias, intenté hacer algo parecido a lo que hicieron Félix Luna en Soy Roca y Tomás Eloy Martínez en Santa Evita: generar un relato en el cual el lector no tiene claro hasta dónde llega la realidad y hasta dónde alcanza la ficción”.

“Tengo el ojo entrenado para eso”

–¿Hasta qué punto tu trabajo como periodista de investigac­ión se refleja en la historia de la novela?

–Hay mucho de eso. Mucho de lo que he ido absorbiend­o de la política argentina, la forma de moverse por detrás de los telones, los operadores judiciales, las trampas de campaña. Cuando abordo la fundación de La Plata y veo que los amigos del gobernador mientras él construye la ciudad, le reforman su casa simplona y le arman un castillo rococó, obviamente pienso que son los amigos de la patria contratist­a que le devuelven la gentileza con la construcci­ón de una casa. Ver que el hermano de Roca, mientras él está en la Campaña del Desierto, es proveedor del Ejército…. y bueno, tengo el ojo entrenado para eso. Veía quiénes habían sacado los créditos en el banco oficial y me reía a carcajadas. Lo mismo cuando leía sobre la compra de periodista­s, me cagaba de risa. No aprendemos más. Este libro abreva mucho en lo que he ido aprendiend­o en estos años.

–¿Cómo fueron las primeras reacciones que recibiste al dar el salto hacia la ficción?

–Sí, hubo cierta sorpresa. Mucha gente no lo esperaba. Yo la jugué de callado. Hay gente que no me imaginaba escribiend­o ficción y me chicaneaba, me decía; “Al fin blanqueast­e que siempre escribías ficción”, ja. Cada uno tiene que hacer su propio recorrido. Este lo estoy disfrutand­o más que los siete libros anteriores. Aun cuando fueron best sellers y que hubo dos que fueron número uno en ventas en el país, debieron ser analizados por abogados, pasar un examen, porque no podés patinar con un dato ni correr riesgo de que te metan una demanda y te llamen a tribunales… Este libro fue disfrute. Las devolucion­es de los lectores y las lectoras son increíbles, me quedo sorprendid­o.

–No vamos a spoilear el final de la novela, pero la historia termina en un lugar muy caro a algunos casos de la actualidad política nacional.

–Es nuestra cultura. El libro está lleno de datos reales. Pasé años leyendo cómo vivían los inmigrante­s italianos en aquella época, analicé censos, balances contables, registros bancarios. Busqué y leí cartas de inmigrante­s, leí sobre la historia de la moda argentina para saber cómo se vestía, tuve que aprender qué es un paletó, un miriñaque, qué tipo de carruajes había, qué se comía. Investigué a qué distancia llegaban los proyectile­s de las armas que había, qué diferencia­ba a un Mauser de otro. Fue un proceso de exploració­n y aprendizaj­e que para mí fue hermoso porque, en definitiva, habla de nuestros abuelos, de nuestros padres, de muchas de nuestras costumbres familiares, sobre la forma de educarnos. Todo eso viene de aquella época. La historia de la novela es sobre la fundación de La Plata, pero también habla de una cultura del trabajo, del esfuerzo, del sacrificio que hicieron miles de inmigrante­s que nunca más volvieron a ver sus casas ni a sus familias. Esa cultura generó nuestra cultura.

–En alguna medida, tu novela es un homenaje a la ciudad. ¿Cuál ha sido el rol de La Plata en la historia argentina? Vista desde Córdoba, al menos, aparece como una urbe desdibujad­a, sin identidad clara.

–La Plata es la ciudad que no fue, un proyecto trunco. Es el sueño de la Generación del ’80 que no se completó, que está pendiente. Es la ciudad que iba a ser el trampolín de Dardo Rocha a la presidenci­a, para mostrarse como el gran hacedor de la Argentina moderna. Roca detecta esa intención y se la impide, porque si no, era volver a reforzar la dicotomía entre Buenos Aires y las provincias, era haber sangrado en guerras para nada. La Plata es la hermana ninguneada de la Gran Metrópoli. Quedó como un satélite más del Área Metropolit­ana de Buenos Aires y su identidad quedó desdibujad­a por su cercanía con Buenos Aires. Rocha llegó a la conclusión de que, si hubiera tenido que fundar de nuevo la ciudad capital, la habría llevado a un lugar más alejado, donde pudiera desarrolla­r una identidad propia. La Plata ha perdido parte de su razón de ser, su identidad, su entidad. Por eso algunos la denominan “ciudad dormitorio”. La impronta mayor que tiene es ser una ciudad universita­ria. Cuando la política le quitó su apoyo, la educación le dio su razón de ser.

 ?? LA VOZ ?? HUGO ALCONADA MON. Periodista de investigac­ión y ahora novelista histórico que revisa el pasado de la ciudad de La Plata.
LA VOZ HUGO ALCONADA MON. Periodista de investigac­ión y ahora novelista histórico que revisa el pasado de la ciudad de La Plata.

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