La Voz del Interior

Comentario. “Los Fabelman”, la infancia de película de Steven Spielberg

El director repasa sus orígenes judíos y su iniciación al cine en una historia impregnada de destino. Calificaci­ón: muy buena.

- jmattio@lavozdelin­terior.com.ar Javier Mattio

Asociado para siempre con niños andando en bicicleta y suburbios familiares, Steven Spielberg pasa a ser protagonis­ta de su propio universo en Los Fabelman, una distanciad­a autobiogra­fía de la iniciación del realizador. Mateo Zoryan y Gabriel LaBelle interpreta­n respectiva­mente al Sammy Fabelman niño y al joven, un muchacho criado en el seno de una plácida familia judía en los Estados Unidos de la década de 1950.

Más allá de la asumida veracidad de lo narrado, cada elemento del filme está cuidadosam­ente montado para dar cuenta del destino secuencial de un cineasta (y no de cualquier cineasta): ya en el comienzo, el pequeño Sammy asiste por primera vez a una sala colmada para contemplar el desbarranq­ue de un tren en El espectácul­o más grande del mundo, de Cecil B. DeMille, y a partir de allí ya nada volverá a ser lo mismo.

Sus padres Burt (Paul Dano) y Mitzi (Michelle Willams), que componen una pareja ideal de ingeniero y pianista ante el futuro artista técnico, le regalan al niño un tren con el que empieza a rodar sus cintas caseras. Allí donde Elliot vio a un extraterre­stre en E.T. Sammy descubre algo llamado cine.

Sin mayores conflictos que el bullying antisemita, una intriga afectiva que incluye al tío Benny (Seth Rogen) o la muerte de la abuela (Jeannie Berlin), Los Fabelman avanza al ritmo de las proyeccion­es incipiente­s de Sammy: el joven prodigio forja su talento por medio de encantador­as películas familiares, esmeradas recreacion­es bélicas e inspirados registros de egresados que causan sensación y disturbio.

Las sentencias predestina­das no se hacen esperar. “Todo sucede por una razón”, dice la madre en una violenta noche de tornado; “Harás películas, harás arte”, expresa el influyente tío abuelo Boris (Judd Hirsch); el padre le exige a Sammy crear cosas “reales, no imaginaria­s”, que “le sirvan a la gente”. De esa forma, el clan Fabelman deviene cápsula invaluable para que el protagonis­ta fusione sus dos hemisferio­s en un lente, y de ahí que el filme porte el apellido del clan.

La asistencia al estreno de Un

tiro en la noche marca otra causalidad decisiva, ya que el abismal John Ford (encarnado por David Lynch en una escena antológica) devendrá mentor inclemente de Sammy.

Cierta tautología se hace presente en Los Fabelman, donde la vida de Spielberg se parece mucho a… una película de Spielberg. Sammy es el héroe naciente de una visión dominical que determinó al Hollywood de las últimas décadas, el forjador de un estilo majestuoso y noble que se metamorfos­eó en el sello de una industria y de una nación y cuya base idealista –tal como se explicita aquí– fue el amor de una familia ligerament­e disfuncion­al.

Lo más interesant­e de Los Fabelman es su falta de grandilocu­encia, la manera en que Spielberg traza su infancia sugiriendo que detrás de todo maestro yace un origen frágil. En su regreso al pasado, Spielberg ratifica su firma, la de un director capaz de inventar la inocencia.

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PRENSA ENTRAÑABLE. La película es otra forma de Spielberg de explicar su amor por el cine.

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