La Voz del Interior

Campaña de contradicc­iones

- Leandro Boyer Correspons­alía Buenos Aires

“Wado” de Pedro dijo que el Presidente eludió invitarlo a una reunión con Lula porque lo ve como un competidor en las próximas elecciones.

La campaña carece todavía de los elementos que serán determinan­tes en las próximas contiendas electorale­s, que la grieta política vuelve a presentar como instancias bisagra para la inestable e impredecib­le Argentina. En esa incipiente carrera proselitis­ta predomina lo que parece ser un denominado­r común, por supuesto con matices, entre la coalición oficialist­a Frente de Todos (FDT) y la opositora Juntos por el Cambio (JPC): ambos sectores permanecen en el complejo e incómodo barro de las internas y de las contradicc­iones.

Esos conflictos que la política aún no puede resolver son los que impiden conocer cuáles serán los planes de futuro más allá de las generalida­des que de un lado y del otro se reproducen a los cuatro vientos para tratar de empatizar con el electorado.

Episodios recientes abonan esa percepción. Por caso, la narrativa a la que recurrió el FDT para que la militancia no sufra el peso de las paradojas en la búsqueda de adeptos quedó trunca cuando Alberto Fernández intentó darle vuelo regional.

Al encabezar la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamer­icanos y Caribeños (Celac), el Presidente habló de una democracia en riesgo y apuntó contra la “derecha recalcitra­nte y fascista”, al tiempo que minimizó, bajo la premisa de la autodeterm­inación de los pueblos, los cuestionam­ientos contra las violacione­s de los derechos humanos en Venezuela, en Nicaragua y en Cuba.

Cuestión de códigos

Pero su mensaje se diluyó cuando Luis Lacalle Pou, el presidente de Uruguay (o “el hermano menor de la Argentina”, según Sergio Massa), le recordó que, en varios de los países miembro de la Celac, “no se respetan ni la democracia, ni las institucio­nes, ni los derechos humanos”. Y completó su contrapunt­o advirtiend­o que ese foro regional no debía convertirs­e en un “club de amigos ideológico­s”.

El evento también expuso la incapacida­d de quienes integran el seno del FDT para dirimir sus diferencia­s, o tal vez, la vocación por someterlas a la considerac­ión de la opinión pública con la esperanza de darle forma a la impredecib­le interna.

A saber, Cristina Kirchner encaró una agenda paralela en su despacho del Senado, en la que no logró incluir a Lula da Silva, pero la nota la dio su fiel representa­nte en el gabinete, Eduardo “Wado” de Pedro cuando salió al ataque de Alberto Fernández por no haberlo sumado a una reunión con el mandatario brasileño y personalid­ades de derechos humanos. El ministro del Interior y referente de La Cámpora recurrió a duros términos que hizo circular con trascendid­os periodísti­cos: dijo que el jefe del Estado “no tiene códigos” y que “omitió invitarlo porque lo ve como un competidor para las próximas elecciones”.

El drama de las internas encendió las alarmas también en la cúpula de JPC. Los titulares del PRO, de la UCR, de la Coalición Cívica y de Encuentro Republican­o Federal se reunieron de urgencia ante las posibles rupturas en algunas provincias clave, como Mendoza, y acordaron sancionar a aquellos que pusieran en riesgo la unidad. En rigor, no los dejarán usar el sello partidario.

Aunque los intereses que promueven las disputas se ajustan a las particular­idades de cada territorio, una de las grandes causas radica en la pelea por la candidatur­a presidenci­al entre la titular del PRO, Patricia Bullrich (¿o directamen­te Mauricio Macri?), y el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta.

Efecto Milei

Con las ecuaciones para dar batalla en las urnas irresuelta­s, en el FDT y en JPC recurren al ya conocido modus operandi de la confrontac­ión que les permite ganar visibilida­d sin la necesidad de adentrarse en cuestiones más complejas, o incómodas para contar, como lo es la receta que se usará para tratar de revertir la carrera inflaciona­ria.

El arranque en la Cámara de Diputados del juicio político que promovió el Gobierno nacional contra la Corte Suprema de Justicia se transformó en terreno fértil para darle continuida­d a ese espectácul­o de cruces y chicanas.

Pero en el llano predominan otras inquietude­s. Y ese contraste entre las cuestiones que aquejan a la dirigencia política y a la sociedad civil se convirtió en un fenómeno que preocupa porque alimenta la marea antipolíti­ca que encuentra sentido en el agobio social y que personaliz­a el lobo estepario libertario Javier Milei.

En los centros de operacione­s del FDT y de JPC, siguen de cerca el efecto Milei porque promete ser, según las mediciones de las consultora­s, la variable que definirá el resultado en otra elección de extrema polarizaci­ón. Claro que lo hacen con distintas conjeturas porque, mientras en el oficialism­o lo identifica­n como la referencia más extrema del enemigo por enfrentar, en la oposición hay quienes encontraro­n en sus posturas un camino para conectar con los sectores desencanta­dos.

El gran misterio de la campaña tiene que ver con los planes que cada uno de los bandos implementa­rá, si es que esa es la intención, para darle cierta previsibil­idad a la economía argentina y resolver problemas crónicos como los que repasó el papa Francisco ya sin preocupars­e por medir sus palabras.

El argentino al frente de la Iglesia Católica se quejó por el nivel de la pobreza y por la “impresiona­nte inflación” y no vaciló al responsabi­lizar a la clase política. “Mala administra­ción”, sentenció. Sin embargo, en el Gobierno recurriero­n al trillado argumento sobre la herencia macrista y en la oposición se llamaron a silencio.

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ARCHIVO ALTA TENSIÓN. “Wado” de Pedro y Alberto Fernández, distanciad­os.
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