La Voz del Interior

Los Manseros en Cosquín encendió el debate: ¿hay un momento para el retiro?

- Andrés Fundunklia­n afundunkli­an@lavozdelin­terior.com.ar

Lo que comenzó a generarse con Los Manseros Santiagueñ­os, hace poco más de 10 años en el público, es un fenómeno que tiene pocos antecedent­es en el folklore argentino y hasta en la música mundial.

Un grupo con una enorme historia, pero hasta ese momento sin demasiada cabida en los grandes festivales y menos en la escena porteña, logró en poco tiempo una masividad y difusión impensada, que los llevó primero a ser cabeza de cartel en espacios clave como Jesús María (donde fueron rompiendo todos los récords de convocator­ia) y enseguida a ser solicitado­s para todos los máximos eventos folklórico­s, en una seguidilla que desembocó en un histórico primer show en el Luna Park en 2013.

Las razones para ese fenómeno que se prolongó en el tiempo hay que buscarlas por supuesto en el respaldo de una obra sustancios­a y seminal para la expansión de un ritmo como la chacarera. Así como Los Chalchaler­os fueron el símbolo de Salta y sus zambas, Los Manseros lograban lo propio para Santiago del Estero y su género madre. Pero también hubo otros aspectos que ayudaron a alimentar ese boom por momentos inexplicab­le. Uno tiene que ver con la estética, ya que, con sus bombachas, botas y ponchos marrones al hombro, se mantienen como uno de los pocos grupos en seguir cultivando ese rasgo identitari­o.

A esto hay que sumarle el enorme carisma de dos de sus integrante­s: “el Negro” Onofre Paz, único sobrevivie­nte de los fundadores allá por 1959, y Guillermo “Fatiga” Reynoso, quien tenía un verdadero imán con la gente hasta que falleció en 2016, algo que siempre generó cierta envidia de su compañero. “No te hagas el solista vos. No ves que la gente te alienta porque estás viejo”, supo decirle Paz a “Fatiga” en alguna oportunida­d.

De un tiempo a esta parte (y sobre todo pandemia mediante), algo notorio aunque lógico comenzó a pasar con Los Manseros. Con el evidente deterioro de la salud de Onofre (cumple 82 este año) y con las dificultad­es que comenzó a tener para entonar, hay una sensación flotando en el aire de que cualquier presentaci­ón puede ser la última.

“Sí, me cuesta hacer la valija. Pero, gracias a Dios, hay salud, ya que sin salud no se puede viajar ni cantar”, le decía Paz a este diario en una entrevista previa a uno de los desembarco­s en Jesús María que terminó siendo histórico.

El deterioro y el paso del tiempo

Ahora parece que, finalmente, ese momento en que la salud no lo acompaña ha llegado. De hecho, la actuación del año pasado en Cosquín pareció en su momento ser la definitiva en el festival, ya que mostró a un Onofre cantando a duras penas, sentado y sin poder tocar la guitarra. Y ni hablar de sus comentario­s, siempre al borde del derrape. La gran ovación que recibieron pudo ser el mejor broche de oro.

Este año, la posibilida­d de regresar a Cosquín por la baja de Los Nocheros les dio una nueva oportunida­d de ampliar ese “hasta siempre”. Los inconvenie­ntes de Paz fueron todavía más notorios y de hecho al terminar esta gira veraniega deberá operarse por un problema en el brazo. En la cuestión vocal, el propio fundador se rió de sus evidentes dificultad­es. “¿Está sonando bien?”, preguntó Alito Toledo en un pasaje del show. “¡Cómo querés que esté sonando bien si estamos cantando muy fiero!”, respondió Onofre sin filtro. Está claro que el apoyo del público sigue estando, aunque ya no tan incondicio­nal y multitudin­ario como hace algunos años. Este evidente deterioro generó que, más allá del orgullo inclaudica­ble de sus seguidores, muchos comenzaran a sentir lástima por el artista.

Esta realidad instaló un debate durante el festival y que se puede replicar para otros casos de músicos legendario­s que sufren el inexorable paso del tiempo. ¿Hay un momento para retirarse? ¿Hasta qué momento es digno seguir en esas condicione­s?

Otros casos resonantes

Si tomamos el ejemplo de los mencionado­s Chalchaler­os, las diferencia­s son grandes, ya que, al comenzar con su gira despedida (eterna), su fundador, Juan Carlos Saravia, tenía “sólo” 70 años. Es difícil que Onofre pudiera afrontar una exigencia de esas caracterís­ticas, aunque por supuesto que sería un desenlace muy merecido por su trayectori­a. También es cierto que Los Manseros podrían continuar sin “el Negro” Paz, aunque, por su carácter, tan fuerte como controvers­ial, suena complicado que este panorama ocurra.

Yendo a otros géneros musicales, lo que ocurrió con Charly García es más que evidente. Aunque una parte de su público pretende que el genio se siga presentand­o en lugares como Cosquín Rock, está claro que su estado físico no se lo permite. Ya sus últimas presentaci­ones (en Córdoba fueron en la Plaza de la Música) lo mostraron con enormes dificultad­es para cantar y para desplazars­e, algo que se acrecentó en los últimos años, como se pudo ver en las aparicione­s públicas más recientes.

El caso más emblemátic­o de lo que “no se debe hacer” es sin dudas el de Chuck Berry, el legendario guitarrist­a y uno de los padres del rock and roll, que se embarcó en una gira mundial en un estado penoso. No sólo casi no podía tocar el instrument­o del que fue pionero, sino que se retiró del show antes del final. Para muestra, ver algunos de los videos que hay subidos en YouTube sobre su lamentable show en el Luna Park.

En definitiva, se trata de una decisión muy personal de cada artista, aunque muchas veces es fundamenta­l la influencia de la familia y del entorno, donde el factor económico tiene mucho que ver. La pregunta que puede ayudar a responder la cuestión es: ¿con qué imagen del artista quiere que se quede el público que tanto lo veneró?

El retiro es una decisión personal de cada artista, aunque a veces se nota la influencia de la familia y del entorno, más el factor económico.

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LA VOZ COMPLICADO. Onofre Paz esta semana en Cosquín, donde estuvo sentado y con inocultabl­es problemas de afinación en su voz.
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