La Voz del Interior

Deuda o inflación, las opciones de 2023

- Jorge Vasconcelo­s Economista

Como todo gobierno en su último año de gestión, el norte de la administra­ción está en las antípodas de la corrección de los desequilib­rios de la macro. Sólo se trata de conseguir financiami­ento para convivir con esos desajustes, lo cual implica seguir escalando la deuda en pesos del Tesoro y del Banco Central, y recurrir también al crédito de comercio exterior del Banco do Brasil, fomentando importacio­nes argentinas de ese origen, para ser pagadas en 2024.

Todos los instrument­os apuntan en la misma dirección, pero ratios ya elevados de deuda e incertidum­bre política se pueden conjugar para que el financiami­ento de esos desequilib­rios termine siendo incompleto, obligando al Gobierno a utilizar más “impuesto inflaciona­rio” que el recomendab­le por los manuales de la política.

Si la jerga financiera estuviera más populariza­da, el título apropiado para este artículo sería “todo depende del

rollover”. Son tribulacio­nes por las que no atraviesa Uruguay, el “hermano menor”, con un PIB que este año se situará seis puntos por encima del nivel pre-Covid y con una tasa de pobreza del 10%.

En el arranque de 2023, las preocupaci­ones del Gobierno apuntaron a frenar la ampliación de la brecha cambiaria, que había vuelto a traspasar el 100%, y a remover obstruccio­nes al abastecimi­ento de productos importados, por los efectos colaterale­s que esto tiene sobre la inflación y sobre el nivel de actividad.

Para compensar parcialmen­te el desabastec­imiento de insumos importados, se está negociando una ampliación de los plazos de las líneas de comercio exterior del Banco do Brasil, una opción bastante más humilde que la declamada “moneda común”.

En lo que hace a la brecha cambiaria, sucedió algo parecido, ya que se sobreactuó un proceso de “administra­ción de pasivos” y se terminó con una simple operatoria que busca justificar intervenci­ones vendedoras en el mercado cambiario por parte del Gobierno, de modo de acotar la suba del dólar libre.

Y, como este mecanismo no parece dar resultados, se perfilan nuevas subas de tasas de interés y endurecimi­ento de las condicione­s monetarias. Se arrancó haciendo más atractivos los rendimient­os para los fondos Comunes de Inversión y todo indica que habrá más medidas en esa dirección.

Por supuesto que combatir la brecha con subas adicionale­s de tasas tiende a acentuar las tendencias recesivas y a escalar el costo financiero de las deudas del Tesoro y del Banco Central.

El segundo semestre de 2022 terminó con un cuadro de situación bien diferente al primero.

Hacia julio del año pasado, con una brecha cambiaria superando el 150%, el Gobierno parecía haber perdido el control de la macro.

Cinco meses después, el panorama lucía menos convulsion­ado. Entre los factores que explicaron ese giro, se cuentan la conducción unificada de la economía, la normalizac­ión de las exportacio­nes de soja, la licuación parcial del gasto público y el sostenido incremento de los plazos fijos bancarios, derivado de la suba de la tasa de interés.

Que los números cierren

La dinámica de 2023, de todos modos, no puede ser extrapolad­a a partir de lo ocurrido en las últimas semanas de 2022. No se trata sólo de la incertidum­bre política que introduce cada elección presidenci­al. Cuenta también el hecho de que los desequilib­rios macro que dieron lugar a las turbulenci­as de mediados de 2022 no sólo no se han corregido, sino que en varios casos se han agravado.

En parte, se recuperó cierto control de la macro porque se decidió activar la aspiradora de liquidez que significan las Leliq, una operación de ningún modo gratuita.

Los pasivos remunerado­s del BCRA han pasado de un equivalent­e a 10,7 puntos del PIB en 2020 a 12,5 puntos en 2022, con un costo financiero que escaló de 3,2 a 4,5% del PIB. Para 2023, dependiend­o de la tasa de interés, esta cuenta puede superar los 5,5 puntos del PIB.

Junto con ese mecanismo, se hicieron más atractivas para los inversores las cláusulas de emisión de los bonos del Tesoro. No se trata sólo de refinancia­r los vencimient­os de deuda, sino también de obtener “dinero fresco” en el mercado, de modo de cubrir el rojo de las cuentas fiscales.

La necesidad de financiami­ento de 2023 a obtener en el mercado doméstico llega al equivalent­e a 11,7 puntos del PIB, cuando fue de 7,3 puntos del PIB en 2020.

Conseguir o no el financiami­ento para el déficit y para los vencimient­os de deuda, esa es la cuestión. De esto depende la dinámica de la macro.

Para que este año los números “cierren”, se requiere que el Tesoro coloque en el mercado 128 pesos por cada 100 que están venciendo de deuda preexisten­te. “Todo depende del rollover”.

En escenarios en los que no se logra esa tasa de refinancia­ción de 128%, la contrapart­ida será mayor emisión monetaria.

Sin buenas noticias en las licitacion­es de deuda, habrá presión alcista adicional sobre el tipo de cambio y las expectativ­as de inflación.

En la negociació­n con el FMI, el Gobierno acordó limitar los “adelantos transitori­os” del Banco Central al Tesoro, buscando anclar las expectativ­as de inflación.

Se advirtió en su momento que esto no sería suficiente y los guarismos de 2022 lo confirmaro­n: sólo cuatro pesos de cada 100 de emisión bruta del BCRA se explicaron por las transferen­cias directas al Tesoro. El resto es lo importante.

¿Qué pasó en 2022 con la emisión?

El pago de intereses de las Leliq (y el resto de pasivos) sumó el equivalent­e a 4,2% del PIB; las intervenci­ones del Central para comprar bonos del Tesoro que el sector privado no demanda insumieron 2% del PIB, y 0,7 puntos el plus de emisión por el régimen del “dólar soja”. Por esos tres conceptos, la emisión bruta fue de 6,9 puntos del PIB, multiplica­ndo por 1,4 la base monetaria.

En 2023, la emisión bruta por intereses de Leliq e intervenci­ones del Central en el mercado secundario de bonos muy probableme­nte supere los ocho puntos del PIB, multiplica­ndo por 1,7 la base monetaria.

El andamiaje es frágil y sólo se sostiene por la demanda sostenida de plazos fijos y bonos de deuda del Tesoro.

Respecto del nivel de actividad, los datos oficiales confirman que el pico se situó en agosto, y el tobogán amenaza continuar en los primeros meses de este año.

Un número negativo para la variación del PIB en 2023 es cada vez más probable.

Uno de los factores que explica el freno del PIB es la falta de insumos importados, y es en este plano en el que el Gobierno percibió como una “tabla de salvación” las negociacio­nes encaradas con Brasil.

Por supuesto que el “hermano menor” es la Argentina: mientras las reservas netas (cinco mil millones de dólares) alcanzan para pagar un mes de importacio­nes, los activos externos del Banco Central de Brasil (325 mil millones) equivalen a 15 meses de sus compras al exterior.

No se trata de crear comercio, sino de desviar flujos, sustituyen­do proveedore­s de la Argentina que están menos dispuestos a aumentar su crédito al país.

Tampoco habrá seguro de cambio para los importador­es, que deberán prever cuántos pesos habrán de necesitar para pagar en un año las compras de hoy. En caso de que esta nueva línea funcione, el déficit bilateral de la Argentina con Brasil habrá de escalar desde los 3,3 mil millones de dólares de 2022.

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