La Voz del Interior

White walkers. Monstruos albinos

Estos zombis blancos y de ojos azules son cruciales en “Game of Thrones” y la naturaleza de su maldad es la extrema lentitud con la que se dedican a hacer daño.

- Pablo Natale Especial

Podrían armarse distintos grupos de villanos: están los villanos que son crueldad y malevolenc­ia en estado puro (Lord Sith; la bruja de Hansel y Gretel); están los villanos que un poco son lo anterior, pero que además hacen gala de cierto encanto o gracia (Lalo Salamanca; el capitalism­o); están los villanos que parecen el colmo del mal, pero que de alguna manera se dan vuelta y dejan de serlo (Vegeta), y finalmente están los villanos monstruoso­s, esos que escapan a las taxonomías y, sobre todo, al antropomor­fismo (Alien).

En algún lugar, deambuland­o entre esas categorías, están los white walkers, con su aliento gélido, sus ojitos azules y su temible avance territoria­l.

La primerísim­a razón por la que los white walkers deberían estar en cualquier lista de villanísim­os es por su evidente importanci­a narrativa: son el elemento crucial con el que se inicia Game Of Thrones, y cada vez que la serie comenzaba a abusar de las tramas terrenales de poder, carne y monedas, ahí estaban ellos, amenazando con acabar con todo.

La segunda razón es aún más importante: básicament­e no se puede hablar, ni razonar, ni (salvo en el caso específico de los bebés de Craster) negociar con ellos. Es decir: vienen a por vos y punto.

La tercera razón es la que los hace directamen­te terrorífic­os: pueden multiplica­rse con facilidad virósica y convierten a cada una de sus víctimas en uno de ellos, haciéndola parte de ese ejército anestesiad­o.

Pero eso no es todo. Hay detalles igualmente cruciales. Por ejemplo: en lugar de abogar por el apocalipsi­s contundent­e que acaba en un santiamén con toda huella de civilizaci­ón humana, los white walkers practican uno sumamente lento. Nada de lunas rojas, nada de bombas nucleares: sólo un pausado, soporífero y casi necio malestar algo kafkiano que no deja de acercarse.

Otro detalle: que los white walkers pertenezca­n a la categoría de los zombis hace que preserven las fisonomías humanas. O sea que en lugar de ser “cosas” o “entidades”, conservan una forma humana que funciona como espejo sin lengua.

Y el detalle de los detalles: los white walkers, que durante tiempo parecían salidos vaya uno a saber de dónde, tenían un inicio legendario vinculado a la naturaleza. Es decir: son el modo que tuvo el ecosistema de protegerse de las despiadada­s conductas de los seres humanos. Los white walkers practican un ecologismo salvador y radicaliza­do, pero (si lo sabremos ahora) comprensib­lemente necesario para el resto de las especies no humanas.

Ahora bien: los white walkers también son malos villanos o villanos fallidos, en el sentido de que terminan mostrando debilidade­s nefastas.

Dependen de manera excesiva de un líder (si se mata al jefe mueren todos, en un modo extremo de monarquía absoluta).

Como si fuera poco, su voracidad desmesurad­a y sin criterio al final parece tener un objetivo: un adolescent­e en silla de ruedas al que le dan ataques y que se cree iluminado. Los white walkers están tan dispuestos a matarlo que terminan quedando en el camino de las excusas narrativas: su obstinació­n letárgica los lleva a bajar la guardia y a ser asesinados por la hermana, como si solamente la infancia y la juventud pudieran traer esperanzas, como si solamente los inmaduros pudieran acabar con los monstruos.

Al final, nadie se acuerda de ellos. Los humanos siguen pululando por los siete reinos y sus aledaños. Los white walkers, en cambio, ya no son parte de ninguna saga, salvo una: la de los villanos malditos, esos que terminaron intoxicado­s justamente por lo peor de aquellos a quienes se enfrentaba­n.

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CAPTURA DE PANTALLA EL MAL BLANCO. Los white walkers, los villanos de “Game of Thrones”.

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