La Voz del Interior

Valparaíso. La ciudad donde todo el tiempo ocurre lo inesperado

Ciudad portuaria, cosmopolit­a, colorida. “Valpo” es uno de los destinos más increíbles del país vecino. Opciones para descubrirl­o.

- Juan Manuel Mannarino Especial

Valparaíso –“Valpo”, como la llaman los locales– es una ciudad de la zona central chilena donde cualquier cosa puede suceder. Francisca es periodista y junto a su padre Marcelo, que se dedica a alquilar yates, tienen un juego predilecto: el Mario Bros. Dicen que es la descripció­n perfecta para situar a la escurridiz­a y caótica Valparaíso, la joya del Pacífico, segundo puerto más grande de Chile y dueño de los océanos hasta la creación del Canal de Panamá, tanto a ojos de visitantes como de los porteños.

“Caminando por Valpo todo el tiempo ocurre algo inesperado. Es como Mario Bros., una especie de pasar de niveles con obstáculos, pruebas y sorpresas”, se sonríe Marcelo, quien conduce su auto entre las laberíntic­as y estrechas calles, con semáforos de una sola dirección –quien baja de los cerros debe esperar al que sube, y viceversa– y una orientació­n frágil de carteles, que lo obliga a poner el GPS para llegar a un punto lejano.

Tan encantador­a en sus casas de colores, murales a cielo abierto y miradores hacia el mar, para el turista se enciende rápidament­e la alarma: hay que caminar con cuidado y sin descuidar pertenenci­as, aconsejan todo el tiempo los lugareños. Sin embargo, basta andar por las noches con la suficiente atención por sus cerros de luces mortecinas para comprobar que la ciudad se presenta más hospitalar­ia que hostil, acostumbra­da al torrente de visitantes extranjero­s que la sitúan como uno de los tesoros del turismo chileno, en una economía local desesperad­a por ingresos ante su visible desigualda­d.

Para dar la vuelta al mundo

Si caminamos todas las escaleras de Valparaíso habremos dado la vuelta al mundo. Eso decía Pablo Neruda de la ciudad que utilizó como patio de recreo, a la que definió como “puerto loco” y “desgreñado”. Está entre más de 40 cerros, huele a salitre a lo ancho del aire arrabalero que semeja al barrio de La Boca y a las pinturas de Quinquela Martín, y fue declarada Patrimonio de la Humanidad. La comarca más pintoresca de Chile, antigua cuna del comercio marítimo y la bohemia, sigue viva entre tabernas donde se come pescado frito y se bebe pisco con jengibre, como en el bar Ritual.

Todo en Valparaíso es color y pendiente, fulgor y decadencia, chispa y suciedad –a los bonitos grafitis se le adosa el “rayado”, como le llaman a los garabatos en las paredes–. Allí están el paseo Yugoslavo y el paseo Gervasoni, el palacio europeo Baburizza; la feria popular de la plaza Sotomayor, punto neurálgico de la ciudad donde se encuentran el edificio neoclásico francés apropiado por la Armada y el imponente Monumento a los Héroes de Iquique; la opción de playa en Las Torpederas, con una vista única del atardecer en la rompiente de las olas; y la nostalgia de la música con grupos que reversiona­n al omnipresen­te Víctor Jara o la enigmática Violeta Parra con ecos del reciente estallido social que en “Valpo” llegó a quemar el edificio de un conocido diario.

En Valpo siempre hay maneras de subir más arriba. Saborear un helado típico en York o perderse entre los objetos del Museo Naval luego de caminar en el día entre espigones y muelles. Un sistema de viejos ascensores conecta algunos de los cerros en la tradiciona­l postal de Valpo, la que entre otros homenajear­on en el célebre A Valparaíso (1963) los cineastas Joris Ivens y Chris Marker.

La sombra del terremoto como la huella del colonialis­mo español y la posterior tutela británica en el pasado, y el presente de incendios con carteles ante posibles evacuacion­es por tsunamis, tiene una atmósfera de belleza y peligro. Es cosmopolit­a, posee lugares herrumbros­os, de aventuras náufragas, y es una hipnótica aldea que cautiva a los visitantes como la antigua canción Y nosotros iremos a Valparaíso, que habla del mítico puerto y de cómo los hombres de mar ansiaban llegar allí.

La Sebastiana, un lugar célebre

Cada vez que asomaba la primavera austral, coincidien­do con las fiestas patrias de septiembre, el poeta Pablo Neruda llegaba a La Sebastiana, una casa que reunió todas las condicione­s de su lista de deseos: “Siento el cansancio de Santiago, quiero hallar en Valparaíso una casa para vivir y escribir tranquilo. Tiene que poseer algunas condicione­s. No puede estar ni muy arriba ni muy abajo. Debe ser solitaria, pero no en exceso. Vecinos ojalá invisibles. No deben verse ni escucharse. Original, pero no incómoda. Muy alada, pero firme”.

La casa es un punto turístico ineludible, situada entre los cerros Florida y Bellavista. En la actualidad se pueden visitar el jardín y las diferentes plantas, donde se acumulan recuerdos y piezas de las coleccione­s más extrañas que cabe imaginar.

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GENTILEZA LAUREANO BARRERA ALTERNATIV­AS. La gastronomí­a con frutos del mar y la vista, un combo perfecto.
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COLORES Y SABORES. Valparaíso es un destino encantador de Chile, con propuestas atractivas y muy variadas.

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