La Voz del Interior

Delincuenc­ia motorizada

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La insegurida­d en la ciudad de Córdoba va tomando nuevas caracterís­ticas según pasa el tiempo y se acrecienta el temor de los vecinos a ser víctimas del accionar desenfrena­do de los delincuent­es. En realidad, una escalada que se observa también en gran parte del territorio cordobés, sobre todo en los destinos de mayor afluencia de turistas.

Los motochoros hacen de las suyas (por lo general a bordo de motociclet­as robadas), con la suficiente frialdad criminal como para asestarle un balazo en la espalda a una mujer para sustraerle la mochila y un teléfono celular. Ocurrió días atrás en barrio Quebrada de Las Rosas, en la zona oeste de la ciudad capital.

Los atacantes aprovechar­on la noche y la ausencia de la Policía, algo habitual según testimonio­s de los vecinos. Como en muchas barriadas, los retenes de uniformado­s casi no se ven a ninguna hora del día. Conclusión: campo orégano para la delincuenc­ia.

En este contexto y para ponerle otra cuota de pánico al asunto, ahora irrumpiero­n los motochoros en modo “piraña”. Es decir, varios malhechore­s con un mismo objetivo. Lo sufrieron una joven y su padre ante un percance automovilí­stico en la avenida Cruz Roja Argentina, en la zona sur de la ciudad de Córdoba.

Víctimas indefensas a las que, en cuestión de segundos, les sacaron celulares y billeteras. La Policía no sólo brillaba por su ausencia a esa hora de la madrugada, sino que la oficina de la institució­n encargada de reportar los hechos delictivos, entre otras contingenc­ias, no informó sobre lo sucedido.

Si se profundiza­ra esta modalidad tipo emboscada con varios sujetos operando de manera simultánea, habrá que admitir que estamos a la intemperie y que las políticas de seguridad pública tambalean.

Vale citar lo ocurrido el 10 de este mes en la localidad bonaerense de Ramos Mejía. Dos vecinas fueron sorprendid­as por 12 (sí, 12) motochoros. Es impensado que las damnificad­as ensayaran alguna reacción frente a semejante despliegue criminal.

Volviendo a Córdoba y sus alrededore­s, es pertinente reiterar un viejo interrogan­te: ¿a qué cuevas clandestin­as va a parar la exponencia­l cantidad de teléfonos celulares robados?

A tenor de la dinámica de estos atracos perpetrado­s en los últimos tiempos, se podrían contar por centenares los aparatos que fueron sustraídos a punta de pistola o en arrebatos callejeros.

Es poco razonable que los investigad­ores policiales desconozca­n dónde y cómo operan estos antros dedicados a la compravent­a de mercadería de dudosa procedenci­a. Incluso, en algunos casos con el entendimie­nto de los “comerciant­es” de que se trata de objetos de origen ilícito.

Es de advertir que cometen delito tanto los revendedor­es como los ocasionale­s clientes.

Lo concreto es que la insegurida­d en Córdoba está tomando las dimensione­s de una escalada. La Policía y los funcionari­os políticos dirán que estamos mejor en relación con los índices de criminalid­ad que se registran en otras ciudades del país.

Aunque ese argumento algo endeble no alcance para llevarle tranquilid­ad a la ciudadanía.

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