La Voz del Interior

Necesitamo­s un plan contra el vandalismo urbano

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En barrio San Vicente, de la ciudad de Córdoba, se suceden curiosos hechos de vandalismo desde hace ocho meses aproximada­mente. Si bien estos ocurrieron en distintos puntos y sobre diferentes objetivos, tienen un denominado­r común: se producen durante la noche en espacios públicos; y el objetivo no es el robo, sino causar daño y, de paso, amedrentar a los vecinos.

La cronología de los sucesos podría comenzar en mayo del año pasado, en la plaza Libertad: una o más personas hicieron un pozo alrededor de las columnas del alumbrado y cortaron los cables. No querían robarlos, sino dejar todo el sector a oscuras. En agosto, los bicicleter­os de hormigón de esta plaza apareciero­n rotos.

En septiembre, la exótica noticia fue la aparición del “girasemáfo­ros”: una o más personas habían movido los cabezales de los semáforos para ponerlos en sentido oblicuo con respecto al que les correspond­e. De ese modo, el conductor de un vehículo, al llegar a la intersecci­ón de las calles, no lo tenía de frente, sino girado hacia un costado. Fueron muchos los semáforos alterados.

La plaza Lavalle, una importante e histórica referencia del barrio que, como tantas otras plazas de la ciudad, fue remodelada y puesta a nuevo, sufrió varios destrozos antes de su reinaugura­ción. Ahora hay que agregar que, lamentable­mente, la mejora duró poco: una o más personas rompieron los juegos, destruyero­n los bicicleter­os y parte del mobiliario, cortaron el piso de caucho que da seguridad a los espacios infantiles y tajearon las mangueras del sistema de riego.

Una vez más, el móvil no es el robo. Lo que se busca es dañar un espacio de disfrute colectivo para que deje de ser agradable y confortabl­e el lugar que elegirán muchos vecinos para pasar su tiempo libre, y tornarlo displacent­ero, inseguro, poco recomendab­le.

Los ataques parecen tener cierta lógica: sin luz, nadie se animará a transitar la plaza y su periferia de noche; sin manguera de riego, las plantas no sobrevivir­án los calores de estos días; sin juegos y sin piso de seguridad, los pequeños no tienen nada que hacer allí; sin bicicleter­o, adolescent­es y adultos jóvenes no detendrán su marcha en la plaza para descansar un rato; sin bancos, no hay dónde sentarse.

Por supuesto, es inadmisibl­e que un pequeño grupo de inadaptado­s se apodere del lugar para destruirlo e impedir que los vecinos gocen de las comodidade­s que ofrece una plaza bien cuidada, con espacios pensados para distintas edades y actividade­s. Como es lógico, los vecinos demandan una fuerte presencia nocturna de personal policial, con puestos fijos de control. Han hecho reuniones con una importante asistencia de personas y elaboraron notas en las que plantean con claridad sus reclamos.

No cabe duda de que el Estado debe recuperar el control del espacio público. No alcanza con reponer lo que se haya roto. Es necesario identifica­r a los vándalos y aplicarles algún tipo de sanción ejemplar por afectar los bienes comunitari­os y causar temor en la vecindad.

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