Una celebración cultural que impulsa el turismo
La ciudad de Córdoba se apresta a vivir uno de los grandes momentos turísticos del año, porque llega el súper fin de semana de Carnaval y recibiremos una significativa cantidad de visitantes.
Existe una diversidad de razones para entender los motivos de un flujo tan importante de personas; se destaca la complementariedad entre quienes descansan durante febrero y aquellos que vuelven a salir, y quienes lo harán más adelante.
Esta convergencia explica la cantidad de visitantes. Pero las razones para que nos elijan son otras: los carnavales comprometen pasión y emoción. Y acá, en Córdoba, tenemos mucho de eso. Comparsas barriales, festejos masivos, humor y cuarteto conforman una danza de aspiraciones pecaminosas nutrida por unas ricas comidas y, por qué no, un fernet con coca, una bendición.
Córdoba tiene un caudal de historias que le aportan carácter carnavalesco a nuestra oferta como destino turístico. La genuina alegría de barrios y de murgas constituye un arte popular que, por primera vez en esta temporada, se verá acompañado por una política turística municipal. El intendente Martín Llaryora convocó un panel que seleccionó propuestas destacadas en materia de visitas guiadas, espectáculos y comidas, para complementar la temporada de verano y este tiempo de celebraciones.
El carnaval y sus normas
La sensualidad urbana, que va desde Venecia hasta Río, pasando por Oruro o Gualeguaychú, y todos sus bailarines son la traducción visceral de unos días de Carnaval marcados por la libertad cultural y la perspectiva turística. Ambas instancias han merecido un reconocimiento, que en otras épocas eran prohibiciones.
En la ciudad de Córdoba incorporamos el enfoque cultural con la ordenanza 12.500, de 2016, que consolidó el “Programa de fortalecimiento de los carnavales comunitarios” y aportó –además de alegría– un genuino caudal de propuestas para que vecinos –siempre los primeros turistas– y huéspedes tengamos celebraciones plurales.
Esta norma fortaleció la labor de las organizaciones de base para que los cordobeses hagamos latir más fuerte nuestra diversidad y nos embriagamos de visitantes.
Somos protagonistas y elegidos como destino por nuestra calidez y calidad en materia de alojamiento y gastronomía. Pero también por nuestra pasión carnavalera.
Acá, en la no siempre tan docta, el baile es un derecho. No olvidemos que con el intento de quitarnos la fiesta del Carnaval surgió el ánimo libertario de la “República de San Vicente”, que tanto orgullo nos da (aunque vivamos en Alberdi o en Empalme). Ricardo Belisie, intendente de facto en 1931, pasó a la historia por intentar prohibir las celebraciones sanvicentinas con apagones de luz y represión. Obtuvo como respuesta una pueblada que reclamaba la independencia para la República de San Vicente y, naturalmente, una celebración como Dios manda.
Muchos años después, la espuma loca y las lentejuelas, los indios y los demonios impulsan oportunidades de empleo en hoteles, en gastronomía o en espectáculos. Pero, díganme, ¿quién no va a querer visitar una ciudad que está dispuesta a la rebelión para defender sus ideales?