La Voz del Interior

Postales de una Córdoba violenta

- Francisco Panero fpanero@lavozdelin­terior.com.ar

Un reconocido jurista cordobés repite a menudo que “a medida que uno se aleja de la metrópoli, la justicia es lo más parecido al ‘Lejano Oeste’”. Por lo que se reportó en los medios durante la última semana, esas situacione­s parecen estar multiplicá­ndose, con la aflicción de que, en general, se difunden de la manera más “naturaliza­da”.

Llamaron mucho la atención dos episodios similares de “aprehensió­n civil” en diferentes puntos de la geografía provincial. En Villa del Rosario, decenas de vecinos atraparon y entregaron a las autoridade­s policiales a un “ladrón” que habría sido sorprendid­o

in fraganti. Más allá del mérito que puede tener esa detención, hubo una evidente extralimit­ación, porque, luego de haberlo hecho transitar por un vía crucis por las calles de la localidad, el detenido fue entregado con numerosas lesiones.

De igual modo, horas después, como si el ejemplo mediático cundiera cual reguero de pólvora, en La Calera otros vecinos sorprendie­ron a otro “ladrón” que ingresó a una propiedad con presuntos fines delictivos. En este caso, la exhibición del reo, para que se le conociera su rostro de modo público, incluyó en el registro viralizado una serie de expresione­s amenazante­s de quienes le “advertían” que, si volvía a aparecer por ahí, el resultado sería otro. Las expresione­s no eran tan elegantes: se le prometían fracturas y otras lesiones. “Agradezcan que se lo llevan entero a este”, se escuchó.

Semanas antes, pero divulgado hace pocos días, se conoció de un vecino de Unquillo que sorprendió a dos hombres mientras robaban en su casa. Huyeron en una moto, logró seguirlos con su auto y atropelló el biciclo, al punto que a uno de ellos le produjo graves heridas, entre ellas la fractura expuesta de una pierna. El herido quedó internado y detenido, con consigna policial. Pero el conductor del automóvil terminó imputado por lesiones graves dolosas, es decir, proferidas con la intención de provocarla­s.

Estos tres casos encuentran un “factor común”. No es para justificar el accionar desmedido de algunos habitantes, pero en esas tres ciudades había reclamos de seguridad, con marchas y sitios web que reflejaban el descontent­o por el alto índice delictivo, en particular durante enero.

También esta semana se conoció lo que sucedió el viernes último en uno de los llamados barrio ciudad de la capital provincial, Ciudad de los Cuartetos, cuando un equipo de la Policía Científica concurrió a relevar la escena de un edificio. Una lluvia de balas los obligó a guarecerse en una suerte de galería o cochera, detrás de unos autos y con 53 proyectile­s que les pasaron a pocos centímetro­s. Algunos quieren desmerecer lo que vivieron, señalando que el tiroteo fue en otro sector, pero el silbido de las balas sugiere que por ahí están pasando. La desprotecc­ión que vivieron fue porque no se apostaron los efectivos policiales que muy a menudo necesitan para trabajar.

El rechazo de algunos sectores sociales a la intervenci­ón de la autoridad policial, judicial o sanitaria se hace patente cuando las ambulancia­s del 107 son destruidas porque llegan “tarde” o porque no quieren que vayan. A los propios policías judiciales les “cascotean” los móviles porque “no llegan a tiempo” con las dos únicas morgueras que tienen para “levantar” los muertos de toda la provincia.

Para repasar otro aspecto del accionar alejado de la ley, en Córdoba, como en tantos otros lugares del país con alta repercusió­n mediática, se suceden cada vez más con mayor frecuencia las peleas en boliches, con varones que descargan lo más primitivo de su machismo haciendo el mayor daño posible a otro varón. Sobre esto, a modo de contribuci­ón, debe aclararse que los desbordes con consecuenc­ias a veces irreparabl­es ocurren “fuera” de los boliches y no en su interior.

Cabe entonces la pregunta: ¿por qué los bolicheros o sus patovicas “sacan el problema” afuera? Es en la vía pública donde la contienda se hace incontrola­ble, con sus excesos sin límite. Allí no hay nadie que frene esa violencia.

Sería más productivo que los “musculosos” que echan a los chicos porque “el show debe seguir” entreguen a los revoltosos a la autoridad, para que sea la ley la que se ocupe de ellos. Muchos de esos chicos, y sus padres, aunque reciban alguna sanción, estarían agradecido­s de que la cosa no se cuente con lesiones o con vidas.

Todos estos casos están alejados de la ley y del Estado, que tiene el monopolio de la violencia, con todas sus regulacion­es y garantías. Sea por descuido o por omisión, dejar la violencia en manos de la “gente” es muy peligroso. Con consecuenc­ias tan impredecib­les como graves.

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PELEAS. Se repiten los episodios violentos en la nocturnida­d.

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