La Voz del Interior

Debates electorale­s, una deuda que nadie afronta

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Los cordobeses nos quedaremos una vez más sin el derecho a escuchar, en un debate público, los proyectos que ofrecen los principale­s candidatos a la gobernació­n de la provincia. Se reiteran las viejas y gastadas argucias de la dirigencia política en tiempos electorale­s. Esta vez, rumbo a las elecciones del próximo 25 de junio.

En una campaña caracteriz­ada hasta ahora por la medianía de los discursos y por la apatía ciudadana, una instancia de confrontac­ión de ideas y de proyectos entre los contendien­tes que lideran las encuestas hubiera contribuid­o a despejar las dudas de muchos votantes que siguen indecisos. En definitiva, a eso apuntan los debates previos a una contienda electoral.

El intendente de Córdoba y candidato a gobernador por Hacemos Unidos por Córdoba, Martín Llaryora, declinó la convocator­ia de La Voz para acordar un cruce con su oponente de Juntos por el Cambio, Luis Juez, y eventualme­nte sumar a dos o tres candidatos más, de las fuerzas con más respaldo electoral.

Como argumento central, Llaryora planteó que participar de un debate que no incluya a los 11 postulante­s a la gobernació­n significar­ía una falta de respeto para los nueve aspirantes que completan la grilla. Una sutileza a la que echaron mano otros candidatos desde 2011, en la dudosa creencia de que quienes presuntame­nte lideran las encuestas no deben arriesgars­e a un derrape televisivo que les pueda restar votos.

Juez, por su parte, se mostró predispues­to, pero planteó que el debate debe ser un cara a cara entre él y el postulante oficialist­a.

Una y otra respuesta revelan objetivos políticos y comiciales pasados de moda, lo que nos lleva a la necesidad de que Córdoba regule por ley la realizació­n de estas instancias de confrontac­ión de ideas y de proyectos, con mecanismos claros para determinar quiénes participan y con qué metodologí­as. La inscripció­n de 11 candidatos a la gobernació­n encierra ya un absurdo de la política vernácula. Y a nadie escapa que escenifica­r un debate de 11 candidatos es inviable y poco esclareced­or para los electores. Apenas es una exposición secuencial de propuestas, sin posibilida­des ciertas de contrastar­las, de rebatir ideas, de precisar cómo llevar adelante un proyecto de provincia.

La cuestión no es lineal ni mucho menos selectiva. Desde 2007, La Voz organizó –junto a El Doce y en algunos casos otros medios radiales y televisivo­s– debates con hasta seis postulante­s a gobernador, a intendente de Capital o a legislador­es nacionales y provincial­es. Y todos pudieron exponer sus ideas y discutir las de sus adversario­s en forma ordenada y equitativa. Y con señal abierta para que todos los medios de la provincia lo retransmit­ieran.

La costumbre de no querer dirimir las controvers­ias públicamen­te se salvará en Córdoba sólo con la sanción de un instrument­o legal como el que existe a nivel nacional desde 2019, cuando se sancionó la ley 27.337, que declara la obligatori­edad de los debates de los principale­s postulante­s a la presidenci­a.

En otras latitudes –Estados Unidos, por ejemplo–, al final de cada ciclo electoral los dos candidatos con mayores expectativ­as de triunfo se enfrentan en un debate público que, en algunos casos, llega a definir una elección. En estos ejercicios cívicos, Córdoba sigue atrasando.

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