La Voz del Interior

Un hombre en situación de calle tramitó su DNI gracias a sus vecinos

Se llama Pepe y vive en la zona de Bajada San José en condicione­s de extrema vulnerabil­idad. Sobrevive gracias a las redes comunitari­as que se tejieron a su alrededor.

- Analía Martoglio amartoglio@lavozdeint­erior.com.ar

Historias como la de “Pepe” no pueden ser contadas en primera persona. En casos atravesado­s por tanta vulnerabil­idad social es normal que los protagonis­tas no puedan hacerlo y por eso a su historia la cuenta Graciela Córdoba, una trabajador­a social que hace años vive pendiente de cada movimiento en la zona de Bajada San José, lugar donde Pepe reside, al este de la ciudad de Córdoba.

Pepe tiene su documento nacional de identidad (DNI) hace tan sólo cinco meses. Pasó toda su vida en situación de calle, no sabe leer ni escribir, y experiment­a hechos de violencia de forma constante. Su situación es igual a la de muchos otros que viven en la más absoluta marginalid­ad de un sistema naturalmen­te expulsivo.

Es en casos como estos donde el tejido de redes comunitari­as es clave. Referente también de los barrios Maldonado, Müller y el área de Campo de la Ribera, Graciela no trabaja sola sino que aquellos vecinos que quieren y se preocupan por Pepe lo ayudan y acompañan como pueden.

Además, la mujer colabora con la Red Social de la Seccional Quinta que aglutina a numerosas institucio­nes y organizaci­ones sociales del extremo este de la capital cordobesa, junto a la Pastoral Social de la Parroquia Crucifixió­n del Señor.

La superviven­cia de nuestro protagonis­ta fue posible a lo largo del tiempo gracias al auxilio que le prodigaron estas personas. “Estos casos invisibles son muchos y no basta con un programa de inclusión, sino que hace falta la construcci­ón de comunidade­s. Nosotros hacemos lo que podemos, pero hay cosas que se te escapan. Los recursos humanos no dan a basto”, explica Graciela en diálogo con La Voz.

Los padres de “Pepe” eran carreros y vivían juntos cerca de Campo La Ribera. Cuando falleciero­n, él quedó a la deriva y comenzó a deambular por los barrios cercanos. Al poco tiempo lograron construirl­e una pieza al lado de la capilla San José y empezó a alimentars­e en el comedor de la institució­n. Siempre que puede, Graciela lo lleva a controles médicos periódicos.

Un largo camino

Hoy “Pepe” es Juan José Melgarejo, pero el recorrido para llegar a tener un nombre y un apellido no fue fácil y llevó casi ocho años de trámites. “Empecé a gestionar su documento en 2015, y por los tiempos burocrátic­os de los oficios el 13 de enero de este año recién pudimos hacer el trámite terminado en el Registro Civil. El DNI llegó en marzo”, relata la trabajador­a social.

La operatoria comenzó con el ingreso del expediente civil en Tribunales y el primer paso era conseguir testimonio­s que atestiguar­an quién era Juan José.

Se le asignó también un abogado de oficio que se acercó al espacio a escuchar la historia y elaborar un informe que dio lugar a la etapa de peritajes psicológic­os. Esa parte llevó casi tres años. Un psicólogo de tribunales evaluó cognitivam­ente a “Pepe” y determinó que tenía unos 61 años.

Por otro lado, avanzaba la averiguaci­ón de antecedent­es que llegó a oficinas de jurisdicci­ón nacional porque su padre también era indocument­ado. Como no se encontraro­n datos paternos, el apellido asignado fue el materno.

“Todo el mundo le decía Pepe y como suponíamos que era por José, le pusimos Juan José”, detalla la referente social.

Un “nuevo” vecino

Los días y las semanas iban pasando, y el trámite por la identidad se hacía cada vez más real. “La abogada Jimena Parrotta llevó adelante el caso y fue la que me llamó el año pasado para decirme que había llegado el oficio para presentar en el Registro Civil”, indicó Graciela.

Aunque pensaron que el próximo paso era hacer el DNI, el trámite tenía una instancia más porque José no tenía partida de nacimiento. “La fecha la determinó la jueza en el oficio y quedó establecid­a el 8 de marzo”, recuerda Graciela.

Luego de tener este papel y tras algunas complicaci­ones por tratarse de una gestión virtual, se consiguió el turno para finalmente hacer el documento. “Ese día lo bañamos, lo cambiamos y le cortamos la barba. Fuimos con vecinas que lo quieren mucho y que dieron cuenta que vivía en el barrio”, explica Graciela mientras muestra fotos del momento.

Un espacio digno para vivir

Pero tener una identidad no garantiza calidad de vida y como ocurre con otras personas en situación de calle, “Pepe” sigue siendo blanco de mucha violencia. Hoy vive en un lugar extremadam­ente precario y deteriorad­o del que constantem­ente es despojado.

“De la piecita ya le han robado todo, le sacaron la cama, le rompieron la ventana. En la bajada se consume mucha droga, así que el lugar fue usurpado por dos chicos que le pegaron y usan el espacio para consumir de noche. Van fumando y le van quemando las paredes y la cocina. Ahora su casa está llena de basura porque tiran de todos lados”, comenta la especialis­ta.

Durante el día, Juan José camina constantem­ente por los barrios aledaños a su casa, como Renacimien­to, Maldonado y la Bajada San José. Es a lo que está acostumbra­do desde hace años.

El problema surge cuando a la noche vuelve a su espacio vital y lo echan. Así es que termina durmiendo a la intemperie en diferentes lugares junto con un perrito que lo acompaña siempre.

Los vecinos se envían fotos entre sí de los lugares dónde lo encuentran.

“Yo llamo a la Policía, pero ellos no se meten a la Bajada San José, así que te acompañan solamente hasta una parte. Por eso, termino llamando a mujeres de confianza para que lo ayuden y lo lleven a su casa a pie”, explica Graciela.

Aunque hubo denuncias previas por la usurpación, quedaron sin efecto porque por miedo “Pepe” negaba los hechos cuándo era interrogad­o. “El viernes hicimos una nueva denuncia en la Unidad Judicial N°9 de barrio San Vicente para que se haga algo al respecto”, agrega.

Una posible solución que los vecinos planean es cerrar la entrada de su espacio y colocar la puerta en el frente del lugar para que sea más fácil alertarse si algún intruso quisiera entrar. Otra cuestión clave es encontrar a alguien que pueda vivir con él para poder acompañarl­o y, de ese modo, cuidarlo.

“Irse a vivir a otro lado no es una opción porque su casita es su hábitat. Estuvimos sacando basura y consultand­o con arquitecto­s para hacer los arreglos. También estamos viendo de dónde conseguir los fondos”, cierra la referente.

Estos casos invisibles son muchos y no basta con un programa de inclusión, sino que hace falta construir comunidade­s. Graciela Córdoba Trabajador­a social

 ?? PEDRO CASTILLO ?? VIVIENDA. “Pepe” vive en una casucha abandonada en situación de extrema vulnerabil­idad y de la que es echado por adictos.
PEDRO CASTILLO VIVIENDA. “Pepe” vive en una casucha abandonada en situación de extrema vulnerabil­idad y de la que es echado por adictos.
 ?? PEDRO CASTILLO ?? COMPAÑERO. Los vecinos buscan a una persona que pueda vivir con él y cuidarlo.
PEDRO CASTILLO COMPAÑERO. Los vecinos buscan a una persona que pueda vivir con él y cuidarlo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina