La Voz del Interior

Contra las formas modernas de esclavitud

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No son ya los niños explotados en los albores de la revolución industrial, esos que habitaban las novelas de Charles Dickens, pero sí los modernos siervos de la gleba a los que aludía Karl Marx cuando se refería a quienes sólo disponían de sus cuerpos como fuerza laboral: 50 millones de seres humanos son hoy explotados en diversas geografías, sin derecho alguno, al margen de todo sistema laboral o protección sindical.

Lo dice el último informe publicado por el Índice Global de Esclavitud, que señala a la vez a Corea del Norte,

Eritrea y Mauritania como epicentros de tales prácticas, y que el siglo 20 parecía haber erradicado del planeta.

El mismo informe señala que en tan sólo un lustro creció un 25% el número de seres esclavizad­os, lo que habla del agravamien­to de un flagelo en el que la industria electrónic­a y la textil se llevan los dudosos honores de ser los rubros que emplean –es un decir– el mayor número de esclavos.

De acuerdo con esos datos, los países más desarrolla­dos, aquellos que integran el G-20, importaron en los últimos tiempos U$S 468 mil millones en mercadería­s diversas producidas bajo regímenes de trabajo esclavo, con electrónic­os ensamblado­s en el sudeste asiático, textiles de marca que salen de talleres en los que se trabaja y se vive sin ver la luz del sol, zapatillas de moda hechas por niños, y muchas aberracion­es más que violan los derechos humanos y laborales que aquellos mismos países declaran defender.

La lista es interminab­le, pero puede sintetizar­se mencionand­o a los migrantes sirios que son esclavizad­os en Turquía; los garimpeiro­s que viven poco y mal en socavones de la selva amazónica buscando un oro que no los sacará de la miseria; quienes extraen el codiciado coltan en lugares remotos de África; los albañiles asiáticos que construyer­on los estadios del último Mundial de Fútbol –600 murieron por las pésimas condicione­s de seguridad– en Qatar, dado que los Emiratos Árabes y Arabia Saudita se apoyan en la kafala, una suerte de legislació­n arcaica para negar todo derecho a los migrantes.

Y no escapan a esas condicione­s extremas los latinos que soportan el sol california­no cosechando naranjas.

Resulta oportuno el informe del Índice Global de Esclavitud en momentos en que se plantea revisar las leyes laborales, como si estas fueran las responsabl­es de su mal uso, y la solución de los excesos producidos fuera el retorno a prácticas que dichas leyes contribuye­ron a desterrar.

Queda claro que las relaciones laborales no pueden seguir siendo regidas por marcos que imperaron en 1975, pero que se trata de modernizar y no necesariam­ente de retroceder, dado que el retorno al pasado no es el mejor método para encarar el futuro. 50 millones de esclavos deberían ser suficiente­s. Nadie en su sano juicio querría ni uno más.

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