Emprendedores de licores y fernet con hierbas serranas
Anabel y Marcos comenzaron produciendo mermeladas en Córdoba. En 2014 se mudaron a Agua de Oro y crearon Agualaboca. Han sumado productos, todos en la línea orgánica.
El camino a El Carmelo, en Agua de Oro, atraviesa campos y se inserta en el monte serrano, mientras el bosque tupido muestra sus flores y sus semillas a los costados del camino en esa zona de la región cordobesa de Sierras Chicas.
Para llegar a las viviendas hay que adentrarse por esa vía serpenteante y pedregosa. Allí, en medio de la naturaleza, varios emprendedores eligieron ese paisaje para trabajar y pasar sus días conectados a la tierra.
Uno de ellos es el emprendimiento familiar Agualaboca, de Anabel Rodríguez (62) y Marcos Alcacer (62). Allí producen licores, fernet, caña con ruda, vinagres, chutney y mermeladas, entre otros productos, elaborados con los ingredientes que les ofrece la naturaleza.
El emprendimiento nació en 1999, en plena crisis económica del país, con la idea de buscar un recurso para el hogar integrado por Anabel, Marcos y sus dos hijas. Entonces, vivían en barrio Villa Rivera, en la ciudad de Córdoba.
En esos años, ella daba clases de inglés y él vendía condimentos. Los primeros productos propios fueron las mermeladas de moras recolectadas del árbol del hogar.
“Tomé las recetas de mi abuela y empecé por ahí. Comencé a venderlas a conocidos, y se nos ocurrió ponerle como nombre ‘Agualaboca’ (derivado del dicho popular ‘se me hace agua la boca’) porque sentimos que le queda muy bien al producto”, cuenta Anabel a La Voz.
Cambio de vida
En 2014, la familia compró tres hectáreas y se mudó a Agua de Oro cumpliendo el sueño de vivir rodeados de naturaleza. Allí, también trasladaron el emprendimiento familiar, con un entorno que les serviría como materia prima: árboles, flores silvestres, hierbas autóctonas y frutos son parte de esa conexión diaria que tienen con la tierra y con el trabajo.
Mientras se instalaban debieron aprender a integrarse a “lo nuevo” y entender cómo es vivir a tres kilómetros del pueblito más cercano. Recuerdan hoy momentos críticos, como la inundación de febrero de 2015, cuando les tocó quedar aislados por la crecida del arroyo cercano a la casa y para salir no les quedó otra que armar, junto con los vecinos, una improvisada tirolesa colgada entre los árboles.
“Caminábamos seis kilómetros para ir y volver con los alimentos. Esta experiencia nos sirvió para darnos cuenta de que estábamos en un entorno donde la naturaleza te marca la vida”, aporta Marcos.
Es ese mismo lugar el que los nutre de peperina, de las flores de palo amarillo, de mburucuyá (fruto de la pasionaria), de la espina colorada, del suico, del piquillín, de la tuna, entre otros frutos, hierbas y flores que forman parte de sus variadas producciones sin conservantes. Agualaboca apuesta sólo a lo orgánico.
Los primeros licores
Los licores comenzaron siendo una marca registrada de Agualaboca y este reconocimiento los llevó a ferias y a locales comerciales, tanto en Capital como en Sierras Chicas.
El primero surgió, alrededor de 2001, de manzana. Y a medida que fue pasando el tiempo, las recetas se fueron incrementando con los cremosos, frutales y herbales, entre otros.
Anabel es la creadora de las múltiples recetas que se van imponiendo a medida que los paladares de sus clientes van degustando.
“Anoto todo en un cuaderno, luego la replico o la modifico. Soy muy ordenada con eso”, asume Anabel.
El emprendimiento se abastece con energía solar y agua de vertiente, y tiene una cocina separada del resto del hogar, donde conjugan aromas, maceraciones y destilaciones.
En ese contexto, surgió la receta de un producto “estrella”: el fernet, que ya crece en la demanda de sus clientes. Fue creado con las hierbas que elige afanosamente Marcos, entre ellas, la carqueja, el poleo, la doradilla, la menta y el romero, más la jarilla traída de San Juan. Otro producto boom es el lemoncello (clásico y serrano, apuntan).
“Cada producto tiene su secreto y su tiempo. Y todo es prueba y error”, aclara Marcos.
“Vivimos de esto”
La época de la pandemia fue muy difícil para estos emprendedores, al igual que para otros. Sin poder salir de su casa, tuvieron que reinventarse y así se les abrió una nueva posibilidad: la venta online.
Con la ayuda de la hija de ambos, Sofía (30), quien se sumó de lleno al emprendimiento, lograron un nuevo canal a través de las redes sociales, que se sumó a las ventas en ferias y en locales comerciales como vinotecas, dietéticas y hoteles con los que ya venían trabajando.
“Las personas que trabajamos de forma independiente todo el tiempo tenemos que acomodarnos; somos guerreros de la vida. Vivimos de esto. Si no trabajamos y crecemos, no tenemos dinero. Hay que transformar la adversidad para salir adelante”, plantea Anabel.
Para ellos, este emprendimiento significa alegría y conexión con la naturaleza. “Trabajamos de lo que nos hace felices. Y es maravilloso ver lo que hicimos con lo que tenemos aquí. Nos gusta y es un cambio de paradigma: saber de dónde viene el producto, quién lo hace, quién hizo la receta”, reflexiona Anabel.
Se sienten orgullosos de lo logrado y acaban de dar otro paso clave para su evolución como emprendimiento: ya tienen el registro nacional del establecimiento (RNPA), lo que les permitirá llegar a más clientes y zonas.
Cada producto tiene su secreto y su tiempo. Y todo es prueba y error. El fernet, por ejemplo, lleva una larga suma de hierbas. Marcos Alcacer
Apostamos a un cambio de paradigma: saber de dónde viene el producto, quién lo hace, quién hizo la receta.
Anabel Rodríguez