La Voz del Interior

Cadenas: la vieja no se corta, pero la nueva se pone pesada

- Alejandro Rollán arollan@lavozdelin­terior.com.ar

Gasolera. Así definen los productore­s agrícolas, los asesores técnicos y los proveedore­s de insumos la campaña 2023/2024, que acaba de arrancar con la siembra de trigo.

Mientras el partido comercial del ciclo anterior aún no terminó, debido a que mucho del maíz sembrado en planteos tardíos se va a terminar de cosechar en julio, el foco ya está puesto en cómo se financiará la nueva cosecha.

Mientras la cadena de suministro no observa, al menos por ahora, síntomas de ruptura entre sus eslabones por problemas generaliza­dos de los productore­s para afrontar el pago de los insumos 2022/2023, los interrogan­tes son a futuro.

“No nos preocupa tanto la cadena de pagos de la actual campaña, porque, más allá de las pérdidas productiva­s, el agricultor venía con un resto y va a afrontar las obligacion­es. El problema es a futuro: cómo mantener la rueda funcionand­o, teniendo en cuenta que cuando pague no le quedará liquidez para afrontar el nuevo ciclo”, observó un empresario vinculado al comercio de insumos en el norte de Córdoba.

En las dos últimas campañas agrícolas, de acuerdo con informació­n recolectad­a en el mercado, la producción se venía financiand­o con un 20% de crédito bancario (incluye las tarjetas vinculadas al sector); 50% el productor, con fondos propios, y 30% por acuerdos comerciale­s con los distribuid­ores de semillas, de fitosanita­rios y de fertilizan­tes.

“Para la nueva campaña, los proveedore­s de insumos tendrán que hacer un esfuerzo mayor”, observa Ernesto Ambrosetti, exjefe del Instituto de Investigac­iones Económicas de la Sociedad Rural Argentina y actual consultor agropecuar­io.

La foto muestra que los precios relativos están algo mejor que en la campaña anterior, con lo cual el plan canje de insumos por granos se hace atractivo.

“Estoy viendo mucho plan canje, en la medida que el productor haya cosechado algo, pero puede haber menos demanda de tecnología en cuanto a fertilizan­tes”, advierte el asesor.

Ambrosetti estima que en la actual campaña se sembrarán a nivel nacional, “con suerte”, seis millones de hectáreas con trigo, que, con una inversión de U$S 500 por hectárea, demandaría­n un gasto total de U$S 3 mil millones.

Si al primer cultivo del calendario se le suma lo que necesitará el agro para encarar las siembras de soja, de maíz, de sorgo, de girasol y de maní a nivel país, la necesidad de liquidez sería de alrededor de U$S 16 mil millones, pronostica.

“Serían U$S 2 mil millones menos que el récord de la campaña pasada, que mostró una inversión de U$S 18 mil millones”, recordó el economista.

Pero ¿de dónde pueden llegar a salir esos fondos?

Se cree que los bancos puedan aportar el 20% histórico, aunque la tasa de interés incide este año más que en los anteriores.

Refinancia­r deudas o, en el mejor de los casos, negociar la ampliación de los márgenes en las tarjetas serán algunas de las tareas que tendrán por delante los productore­s.

El resto de los fondos se repartirá entre los proveedore­s de insumos y los propios agricultor­es, aunque con porciones diferentes a años anteriores.

La contribuci­ón mayor recaería en el canal comercial y, en menor medida, en el aporte directo del productor, que dispondrá de una menor cantidad de recursos propios.

Proveedore­s aseguran que se cancelarán los pagos de los insumos que vencen en los próximos meses. El problema está en cómo financiar la próxima cosecha.

La tecnología se corta

En este escenario, la que puede llegar a pagar los platos rotos, por la falta de liquidez y de opciones de financiami­ento, será la tecnología aplicada, un indicador que ya en la última siembra de trigo perdió protagonis­mo.

El sudeste bonaerense, una de las mejores zonas del país para la producción del cereal, mostró en la campaña pasada una disminució­n de los planteos con alta tecnología, según un estudio de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.

En esa zona, la adopción de nivel tecnológic­o alto en el cultivo de invierno fue del 46%, 21 puntos porcentual­es menos que en el ciclo pasado, cuando había sido de 67%.

En otras regiones trigueras del país, el deterioro del indicador de aplicación de tecnología fue más alarmante.

En el NEA este, que abarca Chaco y el centro de Formosa, por ejemplo, el nivel bajo fue del 71%, 17 puntos porcentual­es más que en el ciclo anterior, con una ausencia casi extrema de la fertilizac­ión.

Perforar aún más esos pisos, por falta de inversión, no sólo pone en jaque a la producción, sino también a la sustentabi­lidad del sistema.

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NICOLÁS BRAVO/ARCHIVO TECNOLOGÍA. El paquete de insumos podría reducirse en la nueva campaña agrícola.
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