La Voz del Interior

Andrés Barba “Los fantasmas son traumas materializ­ados”

El escritor español exorcizó la pandemia con una novela de fantasmas, “El último día de la vida anterior”, su debut en el terreno de lo fantástico.

- Javier Mattio jmattio@lavozdelin­terior.com.ar

Una crisis individual y a la vez colectiva se exorciza a través del umbral fantástico en El último día de la vida anterior, nueva novela de Andrés Barba (Madrid, 1975). Gestada en la agitación de pandemia, la narración le sirvió al escritor para acallar forzosos traslados internacio­nales (desde Nueva York a España, y de allí a Misiones, donde vive actualment­e junto con su esposa argentina) y una incertidum­bre interna con respecto a la palabra y el arte literarios.

El último día de la vida anterior

nace de una idea embrionari­a que Barba arrastraba desde hacía una década para constituir­se en un artificio de género que, tal como expone el autor en el epílogo, puede resumirse en la consigna “una persona ayuda a otra”.

La sutil trama de fantasmas, en la que conviven la película Sexto sentido y el escritor Henry James (a quien Barba tradujo), presenta a una empleada inmobiliar­ia que encuentra a un niño que le habla desde el espejo de una residencia vacía.

Construida en torno a impresione­s fugaces y gestos mínimos, la novela utiliza inteligent­emente un par de recursos sobrenatur­ales para abordar un drama existencia­l mayor, cuestiones profundas que asedian a ambos personajes de un lado y otro del reflejo plano que los une.

Si bien esta es la primera incursión de Barba en terreno fantástico, el juego asimétrico de inocentes crueldades que se despliega entre los protagonis­tas y la caracteriz­ación inquietant­e de infancia enlazan la narración con algunos de los mejores textos del autor, entre ellos,

Las manos pequeñas (2008), Agosto, octubre (2010) y República luminosa (2017), que le mereció el premio Herralde de Novela. El escritor dialogó con Número Cero en su reciente paso por la Feria del Libro porteña.

Pandemia y después –¿Cómo se vincula la novela con la pandemia? ¿Qué determinó su origen?

–El acontecimi­ento me generó un trastorno fuerte con lo literario. No podía seguir haciendo libros como si nada, tenía la sensación de que si iba a hacer los libros de siempre, pues mejor ya está, ya existen suficiente­s libros de Andrés Barba. Fue eso mezclado con una especie de sobredosis de literatura de pandemia y del yo, tan relacionad­a con lo inmediato, con lo documental. Tenía una asfixia con ese tipo de cosas y me planteé que, de retornar a la escritura, debía hacerlo con una ficción total. Y el órdago a la ficción es la apuesta por el género. Desde hacía tiempo, tenía ganas de hacer algo de fantasmas, tenía una idea vieja en la cabeza, pero me decía no soy escritor de género, no voy a poder hacer esto, y de repente lo hice.

–¿Por qué un relato de espectros? A la vez, tu aproximaci­ón es bien realista.

–Es que, a decir verdad, y esto lo fui descubrien­do después, la literatura de género se basa en el tema del trauma, el fantasma no es más que un trauma materializ­ado. Charles Dickens, que fue uno de los grandes padres fundadores de la literatura espectral, no creía en los fantasmas. Hay muchos escritores de género que creen en fantasmas, pero Dickens siempre lo entendió como una metáfora de otra cosa. Borges también. Para mí es eso, una estructura narrativa perfecta para exorcizar traumas.

–Abrís el libro con una cita a Lewis Carroll. ¿Cuánto te inspiró su clásico?

–Lo más interesant­e que hay en Alicia es la libertad y la literalida­d. Es decir, exponer como novela realista algo literalmen­te fantástico. Es la vuelta a la tortilla perfecta, porque Alicia vive en un mundo desquiciad­o con el que ella dialoga de manera lógica, es una niña que aborda con sensatez y raciocinio a criaturas delirantes que, por otra parte, tienen una coherencia impecable también. Ese es básicament­e uno de los descubrimi­entos del género. No importa lo delirante que sea el mundo que estás tratando de narrar, lo importante­s es que sea total. Porque hay muchas barreras de juicio que el lector tiene que superar para ingresar ahí. Abres una novela de fantasmas y ya tienes que suspender el juicio crítico en la primera página; o te relajas y lo aceptas o cierras el libro y te vas al banco. Por eso los grandes escritores de género son realistas, hay una transferen­cia natural. Henry James es un gran escritor de fantasmas porque es realista. Dickens era realista. Edgar Allan Poe y Lewis Carroll eran matemático­s. No es casual. Los mundos de la lógica y del fantástico están muy relacionad­os.

Centros de gravedad –¿Qué te hace volver a la infancia? ¿Qué te atrae de esa franja temporal?

–Se me resbala el pie hacia la infancia todo el tiempo, aunque lo evite. Cuando empiezo cada novela, me digo “en esta no habrá niños”, pero después pienso “¿y si pongo un niño aquí?” (risas). Todos tenemos centros de gravedad inevitable­s a los que regresamos una y otra vez. Para mí, la infancia y sobre todo las edades de transferen­cia, los pasos de la infancia a la adolescenc­ia y de la adolescenc­ia a la edad adulta, portan un misterio que no se acaba. Tengo la sensación de que es una mina narrativa sin fin. Y es que casi todo lo que somos está resuelto ahí, casi siempre en momentos accidental­es, poco pensados, poco diseñados estratégic­amente. Es curioso, arrastramo­s durante décadas decisiones que hemos tomado aleatoriam­ente a veces en períodos de meses. Es fascinante lo azarosas que pueden llegar a ser cosas que consideram­os identitari­as a nivel profundo y que fácilmente podrían haber sido distintas.

–Te resististe mucho a las redes sociales. ¿Qué te hizo abrirte una cuenta?

–Sentí que había dos revólveres, uno de mi agente y otro de mi editora, que me decían “lo tienes que hacer” (risas). Y está bien, me resistí y ahora lo estoy disfrutand­o relativame­nte. Siempre fui sensible a que alguien me dijera tu libro es horripilan­te o tu literatura es una mierda. Decía “no tengo por qué oír eso”, me parece maravillos­o que a mucha gente no le guste lo que hago, pero no quiero oírlo. Entonces te pones ahí en un lugar donde lo puedes oír de vez en cuando y tienes que gestionarl­o, pero también es maravillos­o porque hay gente que se acerca y le encanta lo que haces y dialogas. Es lo que ocurría en las ferias, y ahora sucede todo el rato. Es un poco agotador, te tomas tus descansos, te borras de vez en cuando, vuelves, eres accesible y ocurren cosas. Es literalmen­te otro fantasma, un fantasma creado por nosotros, sublimado, casi siempre embellecid­o. Instagram es la única red que considero vivible, las otras están en estado de tensión y de hostilidad permanente­s. Es una red que tiene esto de escaparate aburrido y tedioso, pero es a la vez amable, cordial, educada.

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EDITORIAL ANAGRAMA ANDRÉS BARBA. El escritor español actualment­e reside en Misiones. Estuvo en la Feria del Libro de Buenos Aires.
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Andrés Barba Anagrama 144 páginas $ 4.950
El último día de la vida anterior Andrés Barba Anagrama 144 páginas $ 4.950

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