La Voz del Interior

El viaje a China esconde una razón: el FMI no afloja

- Laura González lgonzalez@lavozdelin­terior.com.ar

El dato más relevante del viaje de Sergio Massa, Máximo Kirchner y una nutrida comitiva de funcionari­os no es el estreno del avión ARG-01 de U$S 22 millones, ni la intención tardía de Cristina Kirchner de mimar al ministro de Economía en momentos en que debe definirse el candidato “de síntesis” para las presidenci­ales.

Tampoco es que los espere una agenda energética relevante, ni que tengan chances de reactivar las obras por U$S 1.500 millones del Amba 1, un proyecto de construcci­ón de tendido eléctrico que iba a ejecutar la empresa china State Grid, una de las más grandes del mundo, y que quedó en la nada. Ni siquiera la ampliación del swap chino, la explicació­n oficial de semejante movida.

El motivo de por qué razón, en lugar de enfilar hacia Washington, el avión fue a Beijing y a Shangái es que el acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) no avanza. El equipo económico trabaja en un plan B. ¿Cómo entender entonces tamaña afrenta de alguien que se jacta de gozar de la simpatía profunda de la Embajada de Estados Unidos si es que ya está masticando el no del FMI?

La situación es en extremo delicada. Así no se llega sin cimbronazo­s a agosto. Es posible que los dichos de Cristina el 25 de mayo pasado haya que leerlos en el marco de esa encrucijad­a: como la negociació­n con el FMI no avanza, hay que hacer otra cosa.

Cristina fue por pedir otro acuerdo, propio de su relato habitual de estar utilizando de épica la negativa del Fondo diciendo cosas como: “Si no logramos que el programa que el FMI sea dejado de lado y nos permita elaborar un programa propio de crecimient­o, industrial­ización e innovación tecnológic­a, va a ser imposible pagarlo”. La argumentac­ión es falsa, porque con el FMI no se logró un programa de crecimient­o ni industrial­ización, sino metas fiscales, de emisión monetaria y de acumulació­n de reservas.

El plan para crecer ha sido propio. Tampoco es bueno: en el trimestre, la actividad económica creció apenas 1,5% y todo indica que en el año difícilmen­te supere el 2%, dado el apagón enorme que afecta las importacio­nes.

El acuerdo con el FMI, renegociad­o ya dos veces, tiene tres metas: déficit fiscal del 1,9%; acumulació­n de reservas por U$S 8.000 millones (y no U$S 9.800 millones) y una emisión de hasta 0,6 puntos del PIB. Las tres van mal y pueden terminar peor.

Massa pretendía que los dólares del segundo semestre (U$S 10.600 millones) se adelantara­n ahora, de modo de fortalecer ya las reservas. Es más, hasta llegó a entusiasma­rse con la posibilida­d de algún adelanto adicional y de libre disponibil­idad, de modo de intervenir más sólidament­e en los dólares alternativ­os.

Envalenton­ado, declaró que está acordado con el FMI el uso de reservas para intervenir en los dólares financiero­s, pero ese arbitraje no tiene el aval del organismo. Al menos sobre los dólares que no llegaron, esos que quiere Massa.

Igualmente, toda negociació­n sería posible si se cumplieran las metas acordadas, o al menos se arrimara el bochín. Pero la cosa está lejos: en materia de acumulació­n de reservas, el organismo comprende el golpe que ocasiona la sequía –U$S 20 mil millones menos, la mitad de los previstos–, pero no convalida que lo poco que hay se venda a precio de remate : el dólar está 22% debajo de su precio promedio del período 2019-2020 y acumula en los últimos 12 meses 88% de suba, casi 30 puntos menos que la inflación general. Aprobó la revisión trimestral del acuerdo, pero el número de U$S 8.000 millones extras en todo el año luce difícil, especialme­nte si sigue atrasado el tipo de cambio.

El “plan soja 3” termina flojo por dos razones muy sencillas: hay poca soja y, para la poca que hay, $ 300 es poco. Es probable que el Fondo no sancione la escasa acumulació­n de reservas. El problema es que, sin dólares, la turbulenci­a se agravará.

En la meta fiscal, ese 1,9% anual luce hoy inalcanzab­le. Consultora­s como Econviews proyectan 3,3% de rojo primario para este año, 5,3% final con intereses. El problema es que el gasto se redujo 9,7% interanual en el primer cuatrimest­re, por licuación de jubilacion­es y gasto social, pero los ingresos cayeron 9,1%. La cuenta da casi cero y se aproxima lo peor: enfriamien­to abrupto de la economía y mayor gasto público en vista de las elecciones.

Entre mercado local y organismos internacio­nales, el fisco lograría financiaci­ón para 1,5% del rojo. Pero ese 3,8% del PIB restante le queda al Banco Central, lo que supondrá una emisión de $ 6,58 billones. La provincia de Córdoba, la segunda del país, prevé para este año gastar $ 1,5 billones. O sea que el Central va a inventar pesos que equivalen a cuatro veces el gasto anual de toda una provincia como Córdoba. La meta estaba en no superar el 0,6%.

En síntesis: no es la sequía, ni la pandemia, ni la guerra, ni Macri. Es un Estado que gasta compulsiva­mente, por encima de sus posibilida­des, prometiend­o lo que no tiene y multiplica­ndo pobreza. Nada de eso de fondo cambió y, naturalmen­te, todos los números se agravaron. Hambriento de poder y con ganas de torcerle el brazo a Joe Biden, es probable que Xi Jinping esté dispuesto a apostar a ciegas. O no: veremos cuando esté de vuelta el avión.

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LA VOZ/ARCHIVO CRISTINA. Criticó al FMI y pidió rediscutir el acuerdo en términos políticos.
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