Por qué el progresismo no progresa
Las recientes debacles electorales en Chile y en España han dejado claro que la versión “progresista” de la socialdemocracia no tiene un futuro demasiado prometedor. Estos comicios han puesto de manifiesto la necesidad de que la izquierda se transforme y vuelva a sus fundamentos básicos de techo, tierra y trabajo.
La política identitaria, que ha sido predominante en el progresismo, ha fracasado en alcanzar sus objetivos. El exceso de política identitaria en la corriente progresista, o, más precisamente, en la socialdemocracia europea primero y latinoamericana después, heredado del ala liberal del Partido Demócrata, ha tenido el efecto de fortalecer la identidad de la derecha y la radicalización y la consolidación de la extrema derecha.
En tiempos de crisis, no se puede esperar ganar elecciones con un discurso que no ofrezca certidumbre económica, orden social, pan y trabajo. Estos son los pilares fundamentales que la gente parece buscar en sus líderes y programas políticos, y que hoy la izquierda no está ofreciendo, salvo excepciones.
Tras la caída del Muro de Berlín se produjeron transformaciones importantes en las corrientes de izquierda, la principal de ellas fue el surgimiento de la llamada “tercera vía”, con orígenes muy anteriores pero consolidada en su versión moderna durante la década de los ’90 con figuras como Tony Blair en Gran Bretaña o José Luis Rodríguez Zapatero en España.
No obstante, el último giro de la izquierda fue su versión “progresista”, quizás, más dañina en lo electoral y en el largo plazo. Una versión que descuida los elementos fundamentales de cualquier política inclusiva como la necesidad de buscar techo, tierra, pan y trabajo, cubriendo las necesidades básicas de los pueblos, como la vivienda, la igualdad social y el empleo. Si en
los ’90, Margaret Thatcher dijo que su principal triunfo fue Blair porque logró que los laboristas adoptaran su programa económico, hoy el
establishment estadounidense puede afirmar que su victoria más importante es que las izquierdas tomaron el suyo sin grandes cuestionamientos. Lo que sucede en España tiene puntos en común con el resto de Europa, pero también con América latina en general y con Argentina en particular. La distancia hasta Javier Milei
Por otro lado, es importante aclarar que comparar a Vox o sus homólogos de extrema derecha europeos con la versión argentina de los libertarios y Javier Milei carece de sentido. Vox es un partido ultranacionalista y católico, que se considera heredero de la dictadura de Francisco Franco y de la Falange española de José Antonio Primo de Rivera. Milei es una figura extravagante de la alt-right más bizarra, sin un verdadero arraigo en la tradición política argentina o latinoamericana. Lo mismo sucede con el chileno José Antonio Kast, con vínculos con el pinochetismo. Aunque todos ellos puedan buscar representar ideas similares en ciertos aspectos, sus diferencias son notorias y evidentes. Sí puede haber similitudes concretas en el caso de Victoria Villarruel, la compañera de fórmula del libertario, que fue abogada de militares condenados por crímenes de lesa humanidad y sostiene un discurso de defensa de “la familia y los valores tradicionales”.
Que la derecha en su vertiente radical encabece el proceso constituyente chileno en medio de un gobierno pretendidamente de izquierda o pase a gobernar España tras la fallida experiencia del Psoe y Podemos demuestra que algunas posturas políticas no sólo no han sido eficaces, sino que han logrado espantar y alienar a gran parte de las mismas bases sociales que históricamente representaron. Similar a lo que sucedió durante los ’90 con el New Labour de Blair, el giro hacia posturas más liberales resultó en debacles electorales, pero, sobre todo, programáticas.
¿Qué tiene para ofrecer hoy la izquierda a un trabajador que vio mermar o perder su fuente de ingresos? ¿Cómo incluye a sectores que no se sienten parte de un mundo que los dejó afuera? Deberá responder esas preguntas si quiere volver a constituirse en una verdadera opción de cambio y progreso.
En tiempos de crisis no se puede esperar ganar elecciones con un discurso que no ofrezca certidumbre económica.
Carece de sentido comparar la figura extravagante de Javier Milei con Vox o con sus homólogos de extrema derecha europeos.