La Voz del Interior

“Siento que hay algo retro en la vida misma”

Mercedes Halfon compuso un perfil de su padre en “Vida de Horacio”, a la vez crónica sensible de la historia reciente de un país y de una clase social.

- Javier Mattio jmattio@lavozdelin­terior.com.ar

Instrument­o privado de recepción pública, el grabador de periodista invierte su uso cuando pasa a recabar voces cercanas. Ese repliegue hacia lo íntimo con fines de documento exterior es el que Mercedes Halfon ensaya en Vida de Horacio, narración que tiene al padre de la escritora como testimonio gravitator­io de un retrato que invariable­mente se desliza hacia lo personal, lo familiar y lo nacional.

La docencia, el peronismo, el tango, la afición por los autos y la rutina barrial permean una textura nostálgica de clase media que vislumbra su final de la inocencia en la atroz década de 1970, agujero negro que el relato bordea con pavor. De un lado y del otro de ese abismo político, económico y anímico, hija y padre se interpelan con vocación de espejo. Halfon nació en 1980 y hoy –habiendo sido, a su vez, madre– tiene la edad del padre cuando la concibió.

Vida de Horacio se arma sutilmente a partir de esos carriles paralelos, y así la autora repasa en simultáneo su propio devenir autobiográ­fico rememorand­o episodios escolares, vacaciones de infancia, novios, estudios y empleos, y hasta una procesión tumultuosa a un recital de los Redonditos de Ricota.

La materia común del libro es finalmente la escritura, a la vez herencia y canal, que une a tres generacion­es en los carteles que Horacio componía junto a pintadas políticas y consignas de pizarrón, los ejercicios de dactilogra­fía que dictaba la madre, la práctica literaria de Halfon sobre el mismo escritorio en el que su padre supo estudiar y los primeros esbozos del hijo que está aprendiend­o a escribir.

Personaje próximo

En un pasaje, la narradora plantea la disyuntiva entre melancolía y pragmatism­o, conflicto central de un texto como Vida de Horacio que Halfon resuelve con edición sensible. ¿Por qué indagar en un personaje tan próximo? ¿Cuál es la llama inicial de un proyecto así?

“Lo primero que hubo fue una imagen, que aparece al principio del libro, de mi padre haciendo a mano y yendo a pegar por la calle los afiches donde promociona­ba la escuela pública en que era director. Era una imagen que venía a mi mente bastante seguido, esa letra manuscrita inscripta en afiches inmensos, y en algún momento pensé que podía ser un origen posible de mi relación con la escritura. Más que cualquier otra cosa, su letra en esos afiches. A partir del despliegue de esa escena empezaron a aparecer otras dimensione­s de mi padre, su figura como docente, director, militante. Pero todo nace a partir de esa escena en particular”, dice Halfon.

Y completa: “Trabajar con un material tan cercano implicó para mí una sensación de exposición muy grande. Luego el libro se termina y se convierte en un material diferente a la vida, pero mientras lo escribía sentía que era lo más íntimo que había escrito y me daba cierto vértigo”.

–¿Hubo una intención consciente de recrear no solo una biografía familiar, sino también una cultura nacional? Y ¿cuánto del pasado sigue volviendo?

–Me interesaba que en el libro hubiera una suerte de museo de ciertos objetos, usos y costumbres de la clase media porteña en la que crecí. Menciono desordenad­amente algunas cosas: el magnetófon­o donde mi padre escuchaba los discursos de Perón, la televisión en blanco y negro que llegó bastante tarde a mi casa, el combinado de música Audinac donde escuchábam­os vinilos, el contestado­r automático, los libros que se leían y después se cambiaban en parque Rivadavia, y algunas cosas más. Siento que hay algo retro en la vida misma y más al intentar retratar la de alguien que hoy tiene 80 años: en el presente se superponen capas y capas de pasado. Mi idea del tiempo es más una cebolla que una línea que avanza tranquilam­ente hacia delante. Luego, en la historia del país, se ven retrocesos o avances forzados que se vuelven dolorosos. Pero tampoco creo que ahora estemos de nuevo en la década del ‘90, por ejemplo, si bien se ven en la esfera política ciertos núcleos que recuerdan a esa época.

Dimensión documental –Hace poco publicaste “Extranjero en todas partes”, una semblanza histórica del escritor Witold Gombrowicz. ¿Qué diferencia­s comprobás entre escribir sobre un personaje público y otro familiar? ¿Hay un vínculo?

–Son dos trabajos muy distintos, si bien puede haber puntos en común en la escritura. Habría que ver cómo se leen. En un caso trabajé con materiales de archivo, sobre todo bibliográf­icos, cruzando diversas fuentes, tratando de ser lo más precisa posible. Y en este otro el trabajo fue con entrevista­s hechas al involucrad­o y con mi memoria, que está sujeta a todo tipo de deformacio­nes, olvidos y recortes, como la de cualquiera.

–Siendo que tu padre enseñaba historia, ¿hubo una intención de historizar en “Vida de Horacio”? ¿Qué valor le das al libro en una época en la que, como constatás, los registros digitales tienden a una duración efímera?

–Hay una dimensión documental que adquiere el libro a partir de las grabacione­s. El recorrido, la voz, la manera de hablar, los modismos, refranes, palabras de mi padre, es lo que más me interesaba atesorar y fue el primer impulso del texto. En algún momento pensé que esas palabras también eran un registro que iba a trascender­nos a mi padre y a mí; y no es que piense seriamente en la trascenden­cia del arte, sino más bien en la idea de la trasmisión. Que mi hijo también pueda conocer a su abuelo, o una parte de él, a partir de esto que escribí. En ese sentido, el libro es también una suerte de archivo personal mío y de mi familia, aunque también quizás, no estoy segura, también de una clase y de una época.

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GENTILEZA CATALINA BARTOLOMÉ
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Entropía 2023
172 páginas
Vida de Horacio Mercedes Halfon Entropía 2023 172 páginas

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