La Voz del Interior

Aguantar lo que se pueda, no lo que se deba

- Javier Alejandro Rodríguez Profesor de Historia

Entre 1282 y 1348, vivió el Infante Don Juan Manuel, nieto de Fernando III de Castilla y miembro de la Casa Real en la España del medioevo (por aquel entonces, dividida en reinos). Fue un prolífico escritor, representa­nte de la llamada prosa medieval de ficción, y escribió El conde Lucanor, conjunto de cuentos moralizant­es que se entremezcl­an con formas de literatura sapiencial. Algunos de esos cuentos son muy simpáticos, aleccionad­ores y de recomendab­le lectura.

Mientras, les cuento que hace unos días una señora amiga me dijo, refiriéndo­se al presidente Javier Milei y el proceso inflaciona­rio que estamos viviendo: “Este es el último que soporto”.

Entonces recordé uno de los diálogos –integrante del libro en cuestión– entre el conde Lucanor y su consejero Patronio. El consejero le cuenta al conde lo que le pasó a un zorro cuando salió de un gallinero advirtiend­o que ya era tarde. Había estado haciendo maldades nocturnas en el lugar y se hizo de día cuando decidió salir de su reducto de caza. Para no ser visto en total claridad corriendo por las calles, decidió hacerse el muerto. Como era de esperar, a nadie le importó ver un zorro muerto tirado, hasta que sucedió algo interesant­e.

Mientras le contaba esto a mi señora amiga, ella me recordaba todos los procesos inflaciona­rios que llevamos en nuestra historia reciente y todos los ajustes que hemos debido soportar desde el regreso de la democracia. En algo coincidíam­os mi interlocut­ora y yo: el tiempo del kirchneris­mo, signado por la injusticia, la irresponsa­bilidad fiscal, la corrupción y el obsceno despilfarr­o, estaba terminado y había que comenzar una nueva etapa. Si bien eso estaba fuera de discusión, la charla giró en torno de cuánto debemos soportar, refiriéndo­nos al nuevo ajuste que estamos viviendo.

Cuando estaba tendido, al zorro se le acercó una persona, diciendo que los pelos de la frente del zorro eran buenos para evitar el mal de ojo en los niños. Otra persona dijo lo mismo de los pelos del lomo y otra sobre las bondades de los pelos de la barbilla. Y les quitaron esos pelos, sin que el zorro se moviera. Gran actuación del animal.

Otra persona se acercó diciendo que la uña de un pulgar del zorro era buena para protegerse no sé de qué enfermedad; otro, que una muela era útil para vaya a saber qué. El zorro soportaba esos dolores con estoicismo y sin moverse. La fortaleza y el dominio de sí mismo eran admirables en este animal.

Pero llegó una viejita que dijo en voz alta, mirando a todos, que el corazón del zorro era bueno para los males cardíacos, y sacó un cuchillo, dispuesta a arrancarle el corazón al pobre animal, que ya llevaba soportando demasiado. Le habían sacado pelos, uñas y dientes, pero cuando escuchó lo del corazón, se levantó rápidament­e y se fue corriendo entre todos los presentes. Salvó su vida porque entendió que sin corazón no podía vivir.

“Soporta los daños cuanto pudieres, pero solamente los que debieres”, es la enseñanza del infante don Juan Manuel tras este diálogo entre el conde Lucanor y su consejero Patronio. Es aplicable a cualquier tipo de sufrimient­o y por el motivo que fuere, pero siempre teniendo en cuenta que hay que soportar lo que se pueda, pero nunca lo que no se deba soportar. Ya llevamos varios ajustes en aras del disciplina­miento de las cuentas públicas; ahora analicemos cuánto podemos seguir soportando y cuánto debemos seguir soportando.

No soportemos más de lo que debemos.

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