La Voz del Interior

Corrupción: ¿ambiciosos o malignos?

- Miguel Erroz Gaudiano Arquitecto; miembro del Instituto Iberoameri­cano de Derecho Constituci­onal

Al contrario de lo que algunos postulan, la corrupción no es el ámbito exclusivo de individuos malvados. Pocos son así; en realidad, prácticame­nte toda persona está motivada por su amor propio y se guía por su interés personal. En casi todo caso, esto implica la búsqueda del máximo beneficio (placer) y el mínimo esfuerzo (dolor). En consecuenc­ia, la corrupción, aunque puede brotar del mal, en general surge de las condicione­s que la fomentan: es una práctica basada en el cálculo.

La corrupción, al igual que otros crímenes calculados, se sustenta en la oportunida­d, el motivo y el medio. Centrar la lucha únicamente en los protagonis­tas omite estos factores. Esto sitúa en primer plano una pregunta esencial: ¿cuáles son estas oportunida­des, motivos y medios, y cómo podemos intervenir en ellos?

La oportunida­d se manifiesta cuando las condicione­s hacen posible que una persona tome decisiones sobre el bienestar o la propiedad ajena.

Oportunida­des y discreción

En cualquier sistema gubernamen­tal existen oportunida­des para actuar de manera corrupta debido a la discreción con la que los funcionari­os manejan los recursos bajo su control, desde permisos hasta fallos judiciales. Sin embargo, en muchos gobiernos, la proliferac­ión de regulacion­es y trámites burocrátic­os y la falta de transparen­cia multiplica­n estas oportunida­des.

El motivo varía. En nuestros gobiernos, muchos funcionari­os se ven presionado­s a emplear sus cargos en beneficio de los dirigentes políticos y sus colaborado­res. Esto sucede cuando las oportunida­des de empleo y de progreso dentro del aparato estatal están controlada­s por los líderes políticos, lo que genera una fuerte dependenci­a de su voluntad.

Irónicamen­te, esta misma dependenci­a pone en peligro el puesto, la reputación y, en algunos casos, la libertad de aquellos funcionari­os que optan por no alinear su conducta con los intereses de los políticos.

En este contexto, la motivación de muchos particular­es surge de la escasez de alternativ­as. La presencia de una burocracia abrumadora y arbitraria, junto con autoridade­s parcializa­das, impulsa a buscar alternativ­as, a menudo ilegales, para sortear estos impediment­os. Para quienes tienen acceso al poder político, el motivo se halla en la necesaria “agilizació­n” lograda mediante el cambalache.

El medio hace referencia a las herramient­as utilizadas para ejecutar los actos de corrupción y proteger a sus autores. En nuestros países, el principal medio lo constituye­n las estructura­s gubernamen­tales mal diseñadas, que establecen una relación de dependenci­a de los funcionari­os hacia los políticos. Su control sobre los funcionari­os les permite a los políticos influir en todas las áreas de la administra­ción pública, otorgando favores y garantizan­do impunidad a sus aliados, y persiguien­do y sancionand­o a aquellos con quienes chocan.

Es crucial reconocer que todo gobernante, incluso el más autoritari­o, depende de una base de colaborado­res para ascender y mantenerse en el poder. En países en los que existen los medios para ello, dichos colaborado­res pueden ser reclutados mediante el clientelis­mo, intercambi­ando cargos y privilegio­s por apoyo político.

No es inusual que los ciudadanos, con la intención de mejorar su situación o salvaguard­ar sus bienes y negocios, se vean obligados a aliviar la carga de una burocracia excesiva, asfixiante y arbitraria. De hecho, esto se asegura mediante el intercambi­o de respaldo a dirigentes políticos por “favores” políticos.

Asimismo, salvo en circunstan­cias excepciona­les, un político que rechace ofrecer beneficios a cambio de apoyo verá cómo sus colaborado­res se inclinan hacia un rival más dispuesto a favorecer.

En síntesis, emerge un paradigma: quienes no se involucran con políticos o partidos están en desventaja, por causa de la burocracia y la injusticia, mientras que apoyar a políticos que brindan “favores” resulta ser el mejor negocio.

Tres plagas

Es crucial sancionar a quienes infringen la ley, pero, al igual que ocurre con las mejores campañas de salud pública, el enfoque principal debe ser la prevención. Esto supone, fundamenta­lmente, enfrentar las oportunida­des, los motivos y los medios que promueven la corrupción.

Un sistema gubernamen­tal cuya estructura genera dependenci­as pocas veces posibilita­rá que quienes están en mejor posición para combatir la corrupción (tanto políticos como funcionari­os) se manejen con rectitud y perduren. Por ende, más allá de centrarse en castigar a los infractore­s, es esencial abordar las oportunida­des, los motivos y los medios que propician la corrupción. Esto requiere revisar cómo la estructura del Gobierno (por ejemplo, quién nombra a quién) puede estar exacerband­o y alimentand­o estas tres plagas.

Es crucial sancionar a quienes infringen la ley, pero el enfoque principal debería ser la prevención.

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JUSTICIA. Es importante sancionar y también prevenir la corrupción.

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