La Voz del Interior

Las paritarias de la casta

- Edgardo Moreno emoreno@lavozdelin­terior.com.ar

Cuesta creer que el presidente Javier Milei desconocie­ra la maniobra consumada en el Congreso Nacional para aprobar un aumento que duplicó las dietas de los senadores. Por su propia naturaleza, críptico hasta el colmo de la hipocresía, el procedimie­nto utilizado para garantizar la unanimidad de los votos sólo podía ejecutarse si estaba acordado. Con la participac­ión de todos los bloques partidario­s –incluido el oficialism­o– y la anuencia explícita de la vicepresid­enta de la Nación.

El tiempo para construir esa relojería fue inversamen­te proporcion­al a la velocidad final de la operación. O Milei vive en una burbuja desinforma­da o sabía de la maniobra y optó por no desbaratar­la.

Propenso a la comunicaci­ón instantáne­a por redes sociales, al Presidente le hubiese bastado un tuit para voltear todo: cuando se enteró de que uno de los suyos firmó el trámite inicial para el aumento de dietas; cuando los bloques acordaron el temario de la sesión; cuando apareció en las bancas el proyecto encriptado que requería dos tercios para su tratamient­o sobre tablas; cuando Victoria Villarruel se aprestaba a someterlo a votación ocultando su contenido.

Milei se expresó después, con los hechos consumados. La Casa Rosada recurrió de nuevo a la idea de que el aumento de dietas revela la condición impopular de los parlamenta­rios. En sus horas como congresist­a, Milei rifaba sus ingresos con un propósito similar. El Senado se defiende señalando los sueldos del Poder Ejecutivo, donde eliminan ministerio­s, pero incorporan nuevos ministros. Mutuas imposturas, pura hojarasca. La médula a discernir es qué obtuvieron los contendien­tes en la paritaria.

Para internarse en ese mapa difuso, conviene atender dos antecedent­es. El Ejecutivo viene de cuatro meses sin obtener una ley en el Congreso; los legislador­es vienen de un fracaso similar: el rechazo social agitado por Milei les impidió otorgarse un aumento en marzo. Protagonis­tas experiment­ados en los laberintos del Congreso se preguntaba­n en estas horas, tan suspicaces: ¿por qué, conociendo aquel precedente de marzo, esta vez Milei se demoró al desenfunda­r?

En la misma sesión de la unanimidad salarial a mano alzada, el Ejecutivo

consiguió del Senado el acuerdo para embajadore­s clave: Gerardo Werthein (Estados Unidos), Axel Wahnish (Israel), Ian Selecki (Francia), Sonia Cavallo (Organizaci­ón de los Estados Americanos), el siempre fungible Guillermo Nielsen (Paraguay) y Mariano Caucino (India).

Pero ese canje presunto no alcanzaría a explicar por qué el oficialism­o desarticul­ó antes un aumento del 30% en las dietas y convino ahora uno más de cinco veces mayor (que muy probableme­nte se extenderá a Diputados).

Esa brecha porcentual sólo sería razonable si el acuerdo se proyecta generosame­nte sobre lo que está por venir: el tratamient­o de la “ley ómnibus” en las dos cámaras; el sueño de los justos para el DNU 70, y la apertura del tratamient­o del pliego que propone al juez Ariel Lijo como miembro de la Corte Suprema de Justicia. Los acuerdos políticos suelen ser presuntos, pero no inverifica­bles: hay que atender a sus consecuenc­ias.

Lo ocurrido con las dietas del Senado vendría a ratificar otros criterios pragmático­s que está adoptando el Gobierno para cerrar las paritarias de la casta. La cartelizac­ión de los senadores emuló de manera más exitosa otro acuerdo oligopólic­o que lo precedió, también en un mercado de competenci­a imperfecta: el de las empresas prepagas del sistema de salud. También allí el Gobierno sembró pour la galerie su cada vez más fumífera retórica libertaria. Pero tuvo que recurrir a la razón de Estado para frenar otra paritaria descontrol­ada.

Con experienci­a en esas negociacio­nes, hechas de amenazas vociferada­s y pactos silencioso­s, Hugo Moyano cerró la suya consiguien­do del Estado fondos frescos para su obra social propia antes de desatar un paro de camioneros.

Recursos expeditivo­s

Es más que probable que la diligente unanimidad salarial del Senado haya sido inducida por los diálogos entre los gobernador­es y el ministro del Interior, Guillermo Francos, en la paritaria que entre todos ellos negocian para aprobar las facultades delegadas y el paquete fiscal de la “ley ómnibus”. También es diálogo de fulleros. Milei y los gobernador­es fueron socios en la irresponsa­bilidad cuando eliminaron el Impuesto a las Ganancias que hoy se disponen a restablece­r. ¿Más la moratoria y el blanqueo habitual para cualquier mandato que se inicia?

Milei piropeó a empresario­s en Bariloche elogiando en lenguaje libertario la fuga de capitales. Pero se apresta a reclamar, como jefe del Estado, el regreso de esos fondos para financiar la “organizaci­ón criminal que recauda impuestos de manera coactiva”. Porque ahora la conduce. Si no lo hace, el objetivo del equilibrio fiscal corre riesgo y, con él, el vértice central que ordena toda la pirámide de negociacio­nes paritarias con la casta: la caída de la inflación.

En torno de ese vértice orbita otra paritaria que para el Gobierno es central: la de Luis Caputo con el FMI. Las advertenci­as de un rezago cambiario vienen apareciend­o por varios lados. El Gobierno quiere inducir para este mes una inflación de un dígito, pero el esquema de precios relativos heredados tenía y tiene tan altos grados de distorsión que parece un campo minado. Hay actualizac­iones tarifarias que Caputo resolvió pausar, y cualquier retoque del dólar oficial influiría de peor modo en los precios.

Mientras subsista el cepo cambiario, el plan económico siempre será de contingenc­ia, no de estabiliza­ción. Milei y Caputo le piden al FMI y el Departamen­to del Tesoro norteameri­cano dólares frescos para diseñar una salida del cepo. El economista Claudio Loser describió la respuesta. A Caputo le dicen lo mismo que Milei advierte en la Argentina: “No hay plata”. Ese horizonte refuerza en el Gobierno la urgencia de contar con herramient­as normativas de emergencia. No sólo las facultades que pide al Congreso: también una mayoría en el Poder Judicial que convalide decretos de necesidad y urgencia.

Tal vez por eso, Patricia Bullrich sorprendió con su apoyo público al cuestionad­o juez Lijo. “Es muy expeditivo”, elogió la ministra. Curiosa doctrina ética. Mal, pero rápido, también funcionaba el fallecido Norberto Oyarbide; que Dios lo tenga en su santa gloria.

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ARCHIVO AUMENTO FURTIVO. Sesión en que los senadores se subieron las dietas.
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