La Voz del Interior

Al final todo se reduce a quién paga el ajuste

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Toda decisión económica tiene alguien que se beneficia y alguien que se perjudica. Esto es inmodifica­ble. Al final de este nuevo proyecto económico todo se reduce a quién se beneficia y a quién se perjudica. O, dicho de otra manera, quién esta pagando el costo del ajuste.

El 4 de noviembre de 2023 lo advertí en una columna que titulé “El debate no es el ajuste, sino quién lo paga”. La realidad es que, si se pusiera el debate en su justo término, si se hablara de lo que es y no de lo que no es, quizás sería más factible ponernos de acuerdo.

En aquella oportunida­d expresé que quien fuera elegido Presidente enfrentaba un enorme desafío, no sólo por la magnitud de los desequilib­rios macroeconó­micos, sino también porque el nuevo plan económico debía implementa­rse en una sociedad con el 45% de sus ciudadanos o más viviendo por debajo de la línea de pobreza.

La necesidad de ajustar las cuentas

Luciana Flores Licenciada en Administra­ción

¿Alcanzan el superávit fiscal y la acumulació­n de reservas para que el sistema agropecuar­io, industrial y productivo apueste por Argentina?

públicas era innegable. Sin embargo, como históricam­ente los ajustes que se realizaron a la economía en nuestro país recayeron siempre en los sectores asalariado­s y productivo­s, pensé que sería deseable que la carga esta vez fuera proporcion­al a la capacidad de cada sector para hacerle frente.

En este marco conceptual, considerab­a necesario que el Gobierno entrante se sentara con cada sector de la economía y con cada provincia a negociar qué proporción del costo del ajuste ponía cada uno para sacar al país de la quiebra. Es decir, qué porcentaje de las ganancias iban a resignar los empresario­s, qué porcentaje del capital iba a perder el sistema financiero, qué porcentaje ponía el sector exportador, qué pérdida real podían soportar los salarios y las jubilacion­es, cuánto podían poner las pymes, cuánto ponía la política y cuánto ponían las provincias.

En su lugar, el Gobierno licuó brutalment­e salarios, jubilacion­es e ingresos de la sociedad, les arrebató unilateral­mente los fondos a las provincias luego del fracaso en la negociació­n de la “ley bases”, a algunos sectores les dio vía libre para recomponer todos sus ingresos de la noche a la mañana, y a otros les garantiza la protección de su capital.

Al mismo tiempo, implementó una importante suba de impuestos que incluye el impuesto Pais en 10 puntos porcentual­es, la restitució­n del Impuesto a las Ganancias, suba del impuesto a los combustibl­es y el fallido intento de subir el 15% las retencione­s a las exportacio­nes.

Esto generó una enorme transferen­cia de ingresos de los sectores de la producción, del trabajo y de los jubilados al sector público, que prioriza mostrar la solvencia suficiente como para hacer frente a sus compromiso­s de deuda en un aparente interés por volver al mercado de capitales y con un efecto colateral que significa pingües ganancias para quienes compraron bonos del tesoro a valores de remate.

El sistema financiero

El “déficit cero no se negocia” y la recomposic­ión de reservas en el Banco Central fruto de una gran recesión son la garantía de pago del Gobierno al sistema financiero, hoy actor central de la estabilida­d cambiaria y financiera alcanzada.

Vale mencionar en este punto que es una estabilida­d con pinzas, dado que el cepo a la demanda de divisas hoy no permite despejar dudas respecto de si los tipos de cambio están o no en niveles de equilibrio.

La contracara de esta estabilida­d del sistema financiero es la economía real, que hoy no dispone ni del mercado (demanda) ni de los incentivos institucio­nales para apostar por Argentina.

Lo que alcanza para tranquiliz­ar al sistema financiero no alcanza para dar seguridad jurídica e institucio­nal a la inversión productiva, que es una inversión fija muy difícil de monetizar rápidament­e, a diferencia de la inversión financiera que facilita la especulaci­ón por la agilidad para entrar y salir.

Acá también vale la pena aclarar que un crecimient­o económico sostenido era inviable en el marco de una demanda inflada durante dos décadas con gasto público financiado con emisión monetaria o endeudamie­nto y en un contexto de enormes y permanente­s desequilib­rios macroeconó­micos y discrecion­alidad y arbitrarie­dad en las reglas del juego.

Más allá de las dudas o reparos que uno pudiera tener respecto de la política económica implementa­da por el Gobierno hasta acá, que significó en mi opinión un reparto no equitativo del costo del ajuste, y más allá de las contradicc­iones o inconsiste­ncias que uno pudiera encontrar, el principal interrogan­te es cómo salir de esta profunda recesión de consecuenc­ias impredecib­les.

¿Alcanza el superávit fiscal y la acumulació­n de reservas para que el sistema agropecuar­io, industrial y productivo apueste por Argentina? ¿Será esto suficiente en un marco de fuerte recesión, precios altísimos en dólares, cepo cambiario, aumento de impuestos, leyes que no salen, frágiles equilibrio­s e inestabili­dad política e institucio­nal?

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LA VOZ/ARCHIVO LUIS CAPUTO. Ministro de Economía de la Nación.
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