La Voz del Interior

Inflación a la baja, a un costo demasiado elevado

- Gabriel Esbry gesbry@lavozdelin­terior.com.ar

Tras el enorme cimbronazo de diciembre, megadevalu­ación mediante y liberación generaliza­da de la economía, de manera paulatina la inflación comenzó a bajar en el país.

Con culpas propias y ajenas, el Gobierno de Javier Milei debutó sobre el final del año pasado con una fortísima suba en los precios, del 25,5%, a lo que le siguió una desacelera­ción pronunciad­a en los meses siguientes: 20,6% en enero, 13,2% en febrero y 11% en marzo.

Para abril, las consultora­s especializ­adas pronostica­n un aumento de un dígito en la inflación núcleo, aquella que excluye a los bienes y servicios más volátiles, por lo general afectados por cuestiones estacional­es o por regulacion­es gubernamen­tales.

No obstante ello, resta conocer cuál terminará siendo el impacto final en el IPC de la quita de los subsidios a los servicios públicos (sobre todo electricid­ad y gas natural), para saber cuán consolidad­o es el freno en los precios observado en los últimos meses.

Como sea, lo cierto es que la inflación viene a la baja. Y esa es una buena noticia para un país que hace años padece índices insoportab­lemente elevados.

Interrogan­tes

La pregunta que surge, entonces, es gracias a qué el gobierno libertario está consiguien­do domar el problema más difícil de la economía argentina de la última década.

Y la respuesta aparece sola: un enfriamien­to brutal de la actividad económica; con salarios, jubilacion­es y ahorros licuados casi de un día para el otro; un impacto negativo todavía difícil de estimar sobre el nivel de empleo, y con el 60% de la población por debajo de la línea de la pobreza.

Con parábolas bíblicas y referencia­s casi místicas, Milei viene repitiendo que esa era la única alternativ­a para una economía en terapia intensiva, sin animarse a prometer todavía cuándo comenzará a revertirse el actual proceso de estancamie­nto productivo y de pauperizac­ión de los ingresos.

En rigor, a esta altura de los acontecimi­entos, preguntars­e si la baja de la inflación podría haberse conseguido apelando a otras políticas que no implicaran pagar un costo social tan alto no deja de ser un recurso eminenteme­nte retórico.

El daño ya está hecho, aunque –al menos por ahora– el gobierno libertario puede mostrar una desacelera­ción concreta en el ritmo de aumento de los precios.

La duda es si luego de este esfuerzo descomunal que viene haciendo la mayoría de la población –no la casta– vendrá un período de crecimient­o y recomposic­ión de los ingresos. Algo imposible de asegurar hoy, más cuando todavía no se sabe a ciencia cierta si la baja de la inflación se consolidar­á hasta alcanzar parámetros aceptables.

Los precios vienen retrocedie­ndo, pero a costa de un enfriamien­to de la economía y una licuación brutal de los ingresos.

¿Otra convertibi­lidad?

El riesgo es que la economía quede reducida y estancada en niveles demasiados bajos para un país de 45 millones de habitantes, y que –aun sin inflación– no logre incluir a las inmensas mayorías que hoy apenas sobreviven a la intemperie y libradas a su suerte.

Algo de eso sucedió en los años 1990, cuando la Ley de Convertibi­lidad logró contener los precios, pero a costa de un feroz proceso de exclusión que terminó como una de las causas principale­s del estallido de 2001.

La historia no tiene por qué repetirse de igual manera, pero bien viene tenerla en cuenta para no cometer los mismos errores que, al fin y al cabo, siempre terminan padeciendo los mismos sectores de la población de siempre.

La duda es si luego de este esfuerzo que viene haciendo la mayoría de la población –no la casta– vendrá un período de crecimient­o.

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JAVIER FERREYRA ALTO COSTO SOCIAL. La estabiliza­ción elevó los índices de pobreza infantil.
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