La Voz del Interior

Penas que dan pena y ricos imputados

- Francisco Panero fpanero@lavozdelin­terior.com.ar

Una bocanada de aire diferente parece haber circulado por Tribunales 2 durante la semana que pasó, tras escucharse el veredicto en contra de 28 acusados de estafas telefónica­s desde la cárcel de Villa María.

Recienteme­nte, desde esta columna se remarcó que hasta fin de 2023, en la Cámara 10ª del Crimen de Córdoba, donde se juzgan delitos complejos o de “guante blanco”, se registraba una preocupant­e tendencia a sancionar con penas irrisorias a grandes estafadore­s. Para colmo de males, por más que el perjuicio económico fuera elevado y los damnificad­os fueran muchos, no se reflejaba en las condenas la reparación o indemnizac­ión a las víctimas.

Pero un movimiento de fiscales a partir del primer día hábil de 2024 hizo que Gustavo Arocena ofreciera otra impronta a la acusación en los juicios de este tribunal. Ya han sido varias las sentencias en las que el nuevo acusador de cámara solicitó penas de prisión elevadas –cuanto menos, efectivas– para los principale­s responsabl­es, al tiempo que también se resarció a los estafados, en ocasiones con montos satisfacto­rios e, inclusive, integrales en relación con el daño sufrido.

Esta nueva tendencia se verificó con plenitud el martes pasado, al escucharse el veredicto en el juicio a 28 acusados, siete de ellos líderes de un call center “tumbero” que desde la cárcel de Villa María operaba a piacere y a través de líneas telefónica­s estafaba a ciudadanos de toda la geografía argentina.

A los principale­s responsabl­es, que operaban los teléfonos y engañaban a particular­es incautos, les impusieron penas de entre siete y once años de prisión, unificando varios de ellos condenas anteriores en sanciones de encierro de hasta 14 años.

Pero lo más interesant­e de este juicio fue el monto reparatori­o que entre varios condenados integraron en una cuenta bancaria destinada a algunos de los estafados. En total, se reunieron unos 10 millones de pesos.

La negociació­n del representa­nte del Ministerio Público con las defensas fue determinan­te para arribar a esta “salida”, mucho más interesant­e de lo que se venía acostumbra­ndo “por ante” este tribunal. Hay que destacar que los asesores letrados Graciela Bassino y Martín Cafure –con la mayoría de los acusados– también encauzaron las negociacio­nes hacia ese entendimie­nto.

Pero resulta aun más auspicioso que la integració­n de ese “fondo” de dinero que los confesos estafadore­s aportaron para beneficio de sus víctimas, proviene de personas de condición socioeconó­mica media y baja. Delincuent­es que purgan pena y familiares o amigos que en muchos casos no tienen dinero siquiera para trasladars­e al juicio hicieron su esfuerzo para ponerse a la altura de las exigencias del fiscal que se propuso resarcir el daño.

Esto último genera la inquietud respecto de lo que pueda ocurrir cuando se juzgue a (presuntos) estafadore­s de alto poder adquisitiv­o y con un altísimo impacto económico sobre decenas o cientos de víctimas. Ya pasó en el momento previo al que está transcurri­endo en la Cámara 10ª, con lo mencionado al comienzo: penas irrisorias o en suspenso para estafadore­s de daño elevado, y manos vacías para las víctimas.

El paradigma o el ícono de esa época de penas “blandas” fue el juicio abreviado a Esteban Brouwer de Koning –sobrino de Jorge Bergoglio, el papa Francisco–, un alto estafador beneficiad­o por un acuerdo con el fiscal Gustavo Dalma que le permitió a acceder a una condena de tres años de prisión en suspenso. Esa pena que dio pena se le impuso por 45 estafas, con un daño superior a los seis millones de dólares y con un “resarcimie­nto” de sólo 50 mil dólares por todo el daño causado.

La sentencia, dividida en el tribunal de cámara, fue casada por la querella (y también por el defensor) y espera resolución en el Tribunal Superior de Justicia. Queda por conocer qué impronta se baja desde el Alto Cuerpo.

Por otra parte, será muy interesant­e asistir a próximos debates que están prestos a comenzar en la Cámara 10ª del Crimen, donde asisten como acusados personas de alto poder adquisitiv­o y vínculos con el poder. Siempre resguardan­do su presunción de inocencia, está previsto el juicio a los desarrolli­stas Jorge Monferini y Laerte Muzi, por un lado, y al emprendedo­r Javier Marieschi, por otro. En estas dos causas se acumulan cientos de reclamante­s, y los valores de las supuestas defraudaci­ones se cuentan en decenas de millones o cientos de millones de dólares.

¿Qué resolución se dará a esos procesos a poderosos, con abogados de primer nivel y bienes difíciles de rastrear?

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