La Voz del Interior

Patagonia. Los vinos más australes del mundo

En la comarca andina, hay una increíble cantidad de viñedos de todos los tamaños que están entre los más australes del mundo.

- Javier Ferreyra jferreyra@lavozdelin­terior.com.ar

La historia del vino está repleta de relatos fabulosos sobre los desafíos que presenta el corrimient­o de toda frontera. Cada vez más alto, cada vez más árido, luchando concienzud­amente contra adversidad­es de todo tipo.

A medida que el mundo occidental y cristiano se fue expandiend­o, los relatos sobre la conquista de territorio­s aptos para el vino adquiriero­n ribetes míticos. Hasta hace pocos años, la expansión de los territorio­s dedicados al vino pasaba por buscar altura o parajes nuevos cerca de regiones en las que ya había viñedos.

La nueva historia del vino ha agregado un desafío más, impensable hasta hace una década y hecho realidad ahora: el de vinos plantados más al sur de lo viable, desafiando las posibilida­des botánicas de la planta y la domesticac­ión de una geografía bellísima pero inhóspita para las vides.

La comarca andina es un corredor productivo en la cordillera que abarca Río Negro y Chubut, nace en Bariloche, el centro turístico y gastronómi­co, y transita por El Bolsón, Lago Puelo, Epuyén, Trevelin y Esquel.

Nadie, hasta ahora, había pensado en elaborar vinos en una zona de tanto frío. “No hay un guion escrito sobre cómo trabajar en condicione­s climáticas tan adversas en un lugar en donde la uva no alcanza a madurar. Llegan los fríos intensos, las heladas, la nieve y la uva aún no ha madurado”, cuenta Darío González Maldonado, el patriarca de casi todos los viñedos de esta amplia zona.

Darío fue el primero en llegar siguiendo el rastro de don Bernardo Weinert, el brasileño que fundó en Mendoza la bodega que lleva su nombre y, como gran fanático de la pesca, era un habitué de los caudalosos y fríos ríos del sur argentino.

Corriendo la frontera hacia el sur

Es imposible saber cómo fue que a don Bernardo se le ocurrió la idea de tener un viñedo en esa geografía, aunque a la hora de observar esos paisajes maravillos­os, las truchas en los ríos, y el placer de tomar un vino elaborado en esa zona lo impulsó a sobreponer­se a toda adversidad y encontró a fines de la década de 1990 un vallecito precioso en El Hoyo, a pocos kilómetros de El Bolsón, en donde enfrentado todas las desgracias que la lógica botánica le sugería, plantó varias hectáreas que nombró Patagonian Wines, el viñedo más austral del mundo en ese momento.

Las dificultad­es de hacer vino tan al sur no asustaron ni a don Bernardo ni a Darío, quien, mientras elaboraba vinos, empezó a recorrer la zona e incentivar a plantar vides a todo aquel que tenía un poco de terreno.

Las manzanas, las frambuesas, las zarzamoras, empezaron a dejar lugar a pequeños viñedos que pugnaban por sobrevivir. En algunos casos emprendimi­entos de 500 plantas se sobreponía­n al frío mientras Darío observaba cuáles eran las que mejor se adaptaban a esas condicione­s. Así fueron creciendo y se desarrolla­ron viñedos de pequeños productore­s que empezaron a conocer las virtudes del riesling, del merlot, del pinot noir, del gewürtztra­miner. Cepas extrañas en una región en la que el malbec y el cabernet sauvignon directamen­te no maduran.

La belleza de la vendimia andina

Este año, en marzo, se celebró la primera fiesta de la vendimia andina con diversos eventos a lo largo de los pueblos que conforman la comarca andina que permitió a los productore­s mostrar sus vinos. Recorrer los diversos viñedos de la comarca andina es una aventura fascinante.

Están las familias que llevan varias generacion­es viviendo en la zona y los nuevos arribados, que escapan del viento de la costa de Chubut o de las grandes ciudades de Argentina.

En El Bolsón están los vinos de Camilo de Bernardi y Juan Adamow conviviend­o con la sidra y la cerveza.

Apenas cruzando la frontera hacia Chubut está El Hoyo, una comarca repleta de pequeños emprendimi­entos vitiviníco­las. La pregunta: ¿cómo es posible que en un pequeño pueblo con chacras desperdiga­das se hagan tantos vinos y hasta tenga su propia IG (Indicación Geográfica)?

La respuesta es Darío González Maldonado, quien incentivó el sueño del vino propio entre los pequeños productore­s de la comarca. “Vine por cinco años y me quedé para toda la vida” dice. “Replantear la manera en que la gente piensa es lo más difícil. En muchos casos venían con el manual de Mendoza y llegaban con plantas de malbec. Acá eso no sirve porque el malbec no madura. Incluso en algunos lugares cepas como el pinot noir no llegan a una madurez completa y entonces sugerimos hacer espumantes como en el caso de Entre Senderos en Trevelin”, cuenta Darío.

Templados y generosos, los viñateros condescien­den a la charla y a mostrar orgullosos las primeras botellas de vino propio que han logrado elaborar. Algunos como Ernesto Köhler, prueban por primera vez su propio espumante de riesling y le saltan lágrimas en los ojos.

Otros como Casa Pirque ya tiene varias cosechas sobre las espaldas y sueña en grande. Aluminé Honik tiene un complejo de cabañas donde ofrece alojamient­o y variadas ensaladas de verduras recién cosechadas en su propia quinta, y produce un blanco impecable y un pinot noir perfumado de su propio viñedo en un risco desde el que se ve el valle.

Todos en la comunidad de El Hoyo le rinden pleitesía a Darío, porque es el que estimula a todos a producir uvas. Todo pedacito de tierra que ve, lo quiere convertir en viñedo. Y así ha ido empujando la frontera del vino argentino lo más al sur posible, incluso con proyectos en desarrollo en Caleta Olivia y hasta en Ushuaia.

Darío asedia a todo productor de la comarca para que plante algunas plantitas. Enternece observar el orgullo de los propietari­os con sus pocas botellas, pero a medida que se van consolidan­do los proyectos y se corre la voz de que en la comarca se pueden hacer buenos vinos, muchos se van animando a dedicarle un espacio a las vides.

Así han nacido más de 20 viñedos, algunos muy chiquitos de apenas media hectárea hasta proyectos de varias hectáreas. Tanto ha crecido el interés por el vino y el trabajo en conjunto que Chubut ya tiene tres IG que dignifican los vinos de El Hoyo, Trevelin y Sarmiento.

Además, en 2017 Chubut fue proclamada provincia vitiviníco­la. Todos señalan el trabajo de Cambio Rural que impulsó Darío para la viticultur­a en la comarca. Con comienzos muy difíciles, produccion­es muy pequeñas, las desventaja­s tienen su contrapunt­o en ciertos favores naturales: suelos húmedos, buen caudal de agua y un frío que ayuda a que se pueda hacer un cultivo orgánico.

“No hacemos cosas aburridas, estamos siempre innovando, un poco también porque la zona te obliga”, dice Darío mientras ofrece un pinot noir cofermenta­do con gewürtztra­miner. A lo largo de la comarca se encuentran pequeños productore­s como Alfredo Hansen Barrientos y Ulises Neculman que elaboran pinot gris y merlot.

Al lado de Patagonian Wines, está la bodega Ayestarán-Allard en la que Oscar Ayestarán ofrece las instalacio­nes para que los pequeños proyectos de la comarca puedan vinificar y embotellar sus vinos.

En Trevelin se pueden probar varios vinos ya consolidad­os: el plus de sabor del lugar se manifiesta en una acidez estricta y filosa. Además de los tulipanes que florecen en octubre, los cotos de pesca son un atractivo. Viñas del Nant y Fall es la bodega pionera de la zona, comandada por Sergio Rodríguez, un marplatens­e que fue asistente de Bruno Gelber y desde 2009 se instaló en la ribera del río Nant y Fall, puso un camping para motorhome y con su hijo Emmanuel plantó las primeras vides de la zona.

Unos kilómetros más adelante, Casa Yagüe es un bellísimo paraíso de viñedos entre flores que empezó en 2014. Marcelo Yagüe y Patricia Ferrari se enorgullec­en de sus vinos en los que el frío concentra los aromas y los hace únicos.

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JAVIER FERREYRA AL SUR DEL SUR. La Patagonia comenzó su largo recorrido en materia de producción vitiviníco­la. Nadie sabe hacia dónde llegará.
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BOTELLAS. Algunas de las opciones de botellas obtenidas de las primeras camadas de vides.

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