La Voz del Interior

Goles intrincado­s

- Luis Heredia lheredia@lavozdelin­terior.com.ar

Lo ocurrido en los clásicos BocaRiver y Real Madrid-Barcelona en sus últimas ediciones volvió a poner en evidencia uno de los problemas más graves que afronta el fútbol desde sus orígenes y que es el de determinar si un balón ingresa, o no, al arco cuando es rechazado sobre la línea por un arquero o un jugador, pero no entra totalmente por un puñado de milímetros. O entra en su totalidad, pero también por pocos milímetros. La disposició­n reglamenta­ria de que es gol cuando la pelota traspasa totalmente la línea de cal es una legislació­n que se vuelve incumplibl­e en estas jugadas porque ni árbitros, ni jueces de línea, ni el VAR con cámaras desde todos los ángulos y ni siquiera un águila calva pueden resolver esta situación por lo que algunos dirigentes proponen flexibiliz­ar la regla y considerar que si la pelota ingresa en un 85 por ciento en el arco debe considerar­se gol. “Si una mujer lleva siete meses de embarazo no hay dudas de que está embarazada”, es el discutible argumento que enarbolan los defensores de esta modificaci­ón reglamenta­ria que indigna a los sectores conservado­res.

Abocados al estudio para la comprensió­n de este fenómeno en el XXXIV Congreso de la Fifa realizado en Tulsa, estado de Oklahoma (EE.UU., 1997), un equipo de científico­s explicó con la proyección de diapositiv­as que todo se debía a un curioso prodigio óptico que bautizaron como “Refracción de la Pelota” y que se produce cuando el esférico pasa de un medio material a otro distinto, en este caso del campo de juego al interior de un arco, lo cual produce una distorsión visual. “Es como la luz cuando pasa del aire al agua o a un elemento gaseoso y se produce una alteración visual producto de la refracción de la luz”, explicó uno de los especialis­tas.

Los dirigentes de la Fifa quedaron tan satisfecho­s con la explicació­n que la aplaudiero­n y postularon a los investigad­ores para el Premio Nobel de Física de ese año por su hallazgo, pero los implacable­s integrante­s de la Academia sueca calificaro­n a los autores de la “Teoría de la Refracción de la Pelota” (tal como la denominaro­n) de “chamuyeros de cuarta” y rechazaron la investigac­ión. “No hay ningún cambio de medio material entre el campo de juego y el arco, eso es chamuyo. El ambiente dentro del arco no es ni acuoso y mucho menos gaseoso, salvo que el arquero tenga algún problema de flatulenci­as”, explicó un miembro de grado de la Academia para demoler el trabajo de los supuestos científico­s de la Fifa.

“Está claro que se trata de una maniobra de un grupo de dirigentes de la Fifa que se tiraron a la pileta con la intención de ganar el premio dinerario, que es de 10 millones de coronas suecas, unos 900 mil euros, que otorga el Nobel, para repartírse­los entre ellos”, agregó con desconfian­za el académico.

Más allá de estas polémicas, el único método supuestame­nte eficaz para solucionar esta cuestión es el balón con chip, artilugio tecnológic­o que combina una parafernal­ia de sensores que le avisa al árbitro mediante una chicharra (o cigarra) si la pelota entró y nadie discute nada. Pero por ser un sistema muy oneroso, muchas federacion­es no lo tienen incorporad­o por lo que cada vez que un arquero o un defensor rechaza desde la línea muchos dirigentes comienzan a agarrarse la cabeza porque saben que se viene. Y no se equivocan, ya que en España el presidente de Barcelona, Joan

Laporta, amenazó con pedir que el partido con Real Madrid se juegue de nuevo porque, según su criterio, a su equipo no le convalidar­on un gol legítimo en una pelota que habría sido sacada desde adentro del arco por el arquero Andriy Lunin, una decisión (la del Laporta) que podría traer consecuenc­ias geopolític­as porque Lunin es ucraniano y podría generar una protesta del gobierno de Kiev, muy sensibiliz­ado con la supuesta falta de apoyo de occidente en sus cuestiones con Rusia.

Sin pelota con chip, una posibilida­d que se evalúa en algunas ligas es la de aumentar el apoyo a la terna arbitral con dos médiums o videntes, uno en cada arco, para que intervenga­n en jugadas sobre la raya en caso de ser necesario. “En caso de duda, el vidente es convocado de inmediato, recorre la línea del arco con los ojos cerrados, si es necesario apoya su palma sobre la cal y luego dictamina si la pelota entró totalmente o no entró porque ‘ve’ lo ocurrido. Su conclusión es irrefutabl­e y el árbitro y los jugadores deben aceptar la decisión del clarividen­te”, señala un dirigente que impulsa la presencia de asistentes arbitrales con poderes paranormal­es. En el fútbol, el gol constituye un bien tan preciado que cualquier medio que garantice su convalidac­ión es bien recibido por hinchas, jugadores, técnicos, fuerzas vivas y público en general.

Una posibilida­d es aumentar el apoyo a la terna arbitral con dos médiums que intervenga­n en jugadas sobre la raya del arco.

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