Carolina
“AL AÑO DE VIDA, MI HIJA
DIAGNOSTICADA CON
PARA ES TODO: AMIGOS, SABERES,
SU LUGAR DE
FUE
a cada paso… ‘Con esta gente voy hasta el fin del mundo’, me dije”, recuerda hoy, a la vez que relata la paulatina gestación de Sabor Natural.
“La idea era darle sustentabilidad económica al Centro de Día. Pero no sabíamos con qué, cómo. Solo teníamos clara una premisa básica: las personas con discapacidad tenían que estar incluidas en el proyecto, sino nada tenía sentido. Recuerdo que me pasé un par de meses recorriendo el predio, pensando, hasta que un día ‘aparecieron’ las plantas aromáticas, que en realidad estaban por todos lados. ‘¿Todo esto sobrevive a la intemperie durante todo el año?’, pregunté. Y me dijeron que sí. Y así, de a poco comenzó a tomar forma un proyecto que no había en otros lados, que le daba valor a la planta entera (no sólo a sus semillas) y que, sobre todo, era plenamente inclusivo con los chicos de la fundación: ellos pueden cosechar, deshojar, disecar, envasar y participar de prácticamente todas las etapas de producción”, explica.
A los frascos con mixes y blends de hierbas al poco tiempo se le sumó otra novedad: las mermeladas orgánicas en base a toda esa gran gama de berries tan típicas de la región. “Y ahí dimos un nuevo gran salto. Porque las mermeladas se empezaron a consumir mucho y porque a través de ellas pudimos contar con nuestro primer local propio, en el aeropuerto de la ciudad”, relata. Comercializados en varios puntos del país (en Buenos Aires se consiguen en Patio Bullrich y Nordelta), los diferentes productos de Sabor Natural no sólo son 100% orgánicos (utilizan incluso azúcar orgánica) sino que acaban de conseguir además su esperada certificación y sello “sin TACC”.
“El paso que dimos, es causa y es efecto…”, susurraba la voz de Gustavo Cerati en Puente, una canción que también utilizó esa figura de la misma manera que la usaron en este pequeño gran emprendimiento de la Patagonia: unión, conexión y también consecuencia, palpable en las cada vez más numerosas facetas de la organización. Antes de la pandemia, de hecho, estaban por cerrar el acuerdo para abrir el segundo local de Sabor Natural,
SU
“EL esta vez en la ciudad). “Era un proyecto bastante ambicioso, ya que iba a ofrecer además crepes y waffles con nuestros productos. Por suerte no se terminó concretando, hubiésemos tenido que enfrentar grandes costos sin poder abrir al público… Es como que, en el fondo, todo tiene su por qué…”.
El regreso a la “nueva normalidad”, también traerá la reactivación de otros proyectos de la asociación: La granja educativa (mediante la cual jardines y primarios visitan el predio, sus actividades productivas e interactúan con los chicos) y el ambicioso Proyecto Casa Tuya.
“Este último proyecto -relata Moni- nace por una realidad muy concreta: no sabemos si todos los chicos que pasan por la asociación lograrán la independencia plena algún día. Si bien en algunos casos, como en el de mi hija, los chicos cuentan con una red familiar y de contención más allá de los padres, en mucho otros eso no existe. Y ahí aparecen los mayores problemas, porque los padres mueren y esa persona queda muy desprotegida, prácticamente librada a su suerte. Para todos ellos estamos creando este programa que apunta a la construcción de viviendas para personas con discapacidad, para cuando logren su independencia y autonomía plena o para cuando sus padres no estén”.
Para ello ya cuentan con su primera gran donación, un terreno de 600 metros cuadrados en el loteo Los Nalcas, a solo 7 kilómetros de la ciudad.
“Jamás me imaginé trabajando tantos años en una ONG”, admite Moni y concluye: “Siempre me interesó la ayuda social pero lo que encontré acá superó cualquier idea previa que pudiera haber tenido. No solo por mi hija, sino por cada una de las personas e historias que encontré acá. Es gente que realmente vive sin odios, envidias ni rencores. Es solo amor lo que los guía. Y eso es una lección tremendamente poderosa”.